No, no me refiero a sus preferencias sexuales, a las maneras que tenga el asno del bajío de procurarse los placeres propios de la intimidad. Me refiero a la extraña facilidad que tiene, nuestro escasamente ilustre ex presidente, para asumir papeles de personajes de manera invertida.
Anunció su presidencia como empresarial: “haremos mucho más con mucho menos” dijo alguna vez. Pero más se tardó en asumir el cargo, que en multiplicar las prebendas, algunas hasta ilegales, de la alta burocracia. Multiplicó, tal vez como ningún otro, el gasto corriente del gobierno, a cambio de resultados ínfimos en todos los campos del quehacer gubernamental.
Lejos de cualquier criterio de eficiencia, de máximo aprovechamiento, gastó el erario guiado por sus ambiciones más bajas. Por eso los contribuyentes pagamos no solo las remodelaciones de su rancho, sino también el enriquecimiento exponencial de sus familiares y amigos.
Podemos por tanto decir que se anunció empresario pero resulto exactamente al revés.
Representante del empresariado de rancio catolicismo, ofreció inundar de moralidad el ejercicio gubernamental, por ello el primer día de su gobierno dio a conocer el “código de ética” que guiaría a sus colaboradores. Terminó con escándalos de corrupción en prácticamente todas las áreas de su gobierno. Llegaron al colmo de robarse el dinero destinado a socorrer a la población de las regiones en situación de desastre. Resultó un Rey Midas invertido, convirtiendo en materia fecal todo cuanto tocó.
Alguna vez su propia madre, doña Mercedes dijo: “pues no se, Vicente dice una cosa en la mañana, y en la tarde hace lo contrario”. No me ayudes, mamá.
Ahora nos anuncia que “cabalgará hacia el sur, para liberar a Venezuela de las garras de Chávez”. Nomás eso nos faltaba. Que tiemble toda Venezuela, pues el buen Vicente es capaz de producir, él solo, tal cantidad de baba tóxica como para desbordar el amplio cauce del Orinoco, que tal si lo acompaña Espino.
Si Sudamérica tuvo al gran Bolívar, el libertador, parece que ahora tendrán a Vicente, el invertido, el antibolívar, aquel que sometió la política exterior mexicana, alguna vez ilustre, a los caprichos del presidente más tonto jamás habido en los Estados Unidos.
Martín Vélez
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