Traído del Sendero del Peje
EL EXTRAÑO CASO DE LA DIPUTADA BONÁS
Oriol Malló *
El verano del 2006, este periodista residente en México decidió que había llegado la hora que mis compañeros de Izquierda Republicana de Cataluña, ERC, tercer partido en número de votos, apoyo parlamentario de Zapatero, y viejos creyentes en la independencia y el socialismo, tomaran una posición ante el golpe de estado electoral que se desencadenó en México tras los comicios del 2 de julio.
La gravedad de los hechos, y el testimonio directo que yo tuve de ellos, por mi estancia en Guadalajara donde el segundo recuento de votos terminó en orgía de casillas sin precinto y sin lista nominal, ante el asombro de observadores como mi amiga la columnista Mónica Pérez Taylor, me indujeron a llamar a la dirección del partido, muchos de ellos amigos de los tiempos de la lucha armada, y partícipes todos de ese gran proyecto que fue terminar con la hegemonía de la derecha regionalista y convertir el independentismo progresista en el eje de una nueva política. Tal y como se consiguió en el otoño del 2005 con la victoria de las izquierdas y el fin de 25 años de poder pujolista en Cataluña.
Tras mucho insistir, se puso en contacto conmigo la diputada Rosa Maria Bonás, miembro además de la comisión de asuntos exteriores del Congreso de Diputados, que pese a los ocios vacacionales me pidió le mandara toda la información disponible sobre el proceso electoral. Cuando viajé a la capital para apoyar la resistencia civil, busqué a Saul Escobar, secretario de relaciones exteriores del PRD para que le mandara un informe completo sobre el tema. Al cabo de días, Rosa Maria Bonás me envió un correo electrónico, fechado el 12 de septiembre del 2006, donde decía creer “que había suficientes elementos para tener en cuenta” la existencia de un fraude electoral y me añadió que buscaría información sobre Antonio Solá, el famoso asesor catalán de la campaña negra contra López Obrador.
Y pese a todo, ella y el presidente del grupo parlamentario de ERC, Agustí Cerdá, se escudaron en que toda acción a tomar dependía de un solo hombre: Joan Puigcercós, el secretario general del partido, viejo amigo de universidad, de quien había publicado en 2004 una hagiografía exitosa donde contaba sus andanzas por Madrid como diputado y su fascinante descubierta de esta oligarquía político-financiera que desde los tiempos de Carlos V dominaba el estado y los destinos de un imperio que después del genocidio franquista y la transición se había reconstruido a base de grandes monopolios privatizados por Felipe González y José María Aznar, los dos heraldos del neoliberalismo español y de la alianza con EEUU.
Pese a buscarlo desesperadamente, la única respuesta de mi amigo Puigcercós fue decirle a uno de mis enlaces que ya dejara de molestarle con tonterías mexicanas. Y ahí acabó todo. Hasta que en noviembre mandé otro mail a la diputada Bonás para quejarme que el presidente del partido, Josep Lluis Carod Rovira, acusara al candidato convergente, Artur Mas, de no aceptar la derrota como si fuera López Obrador.
Rosa María Bonás, pues, tenía todos los elementos, incluida la cuestión de Oaxaca que yo mismo le mencioné y que la prensa peninsular trató, pese a todo, en grandes titulares. Pero mi tristeza se tornó rabia cuando hace pocos días, movido por la insana curiosidad, reparé en la página oficial del Congreso de Diputados y topé con la transcripción de la plenaria de la comisión de exteriores que tuvo lugar el 21 de noviembre del 2006 y donde compareció la secretaria de estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez.
En su turno, Rosa Maria Bonás le pidió que fuera “sensible con los pueblos indígenas que han sufrido durante años genocidios y expolios”. Si la señora Bonás no supiera que aquellos mismos días la PFP y el gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, mataban, torturaban y desaparecían indígenas la hubiera tomado por cándida pero ya en agosto le había hablado de la caravana de la muerte contra los plantones de la APPO y su candidez se tornaba, pues, complicidad y cinismo cuando ya la represión era noticia mundial.
Pero hasta la ignominia todos los pasos son fáciles porque luego insistió a la funcionaria que España debía ser “garante” de los derechos humanos en América Latina y no le preguntó tan siquiera sobre esta compatriota, Cristina Valls Taberner, que fue torturada en Atenco antes de aplicarle el artículo 33.
En toda su intervención, ninguna pregunta sobre el proceso electoral. Ni una sola referencia. Cuando Trinidad Jiménez era la indicada y fue contactada por el PRD para expresar su inconformidad con el madruguete de Zapatero a Calderón antes de que el TRIFE legalizara su supuesta victoria. Pero a fin de cuentas el único problema que preocupa a una mujer de izquierdas e independentista es que las corporaciones españolas respeten “exquisitamente las normas de buen gobierno” pues “saben que en esos países la corrupción es una costumbre, y España debe ayudar a que esa corrupción se extinga y no debe colaborar a través de sus empresas a fomentarla”. No sabía, claro, de tantos escándalos locales como la compra de Bancomer por BBVA, regalo del gobierno de Fox y todos los mexicanos, vía Fobaproa, que se basó en un entramado de corrupción que incluye al director del Banco de México, Guillermo Ortiz, y al secretario de hacienda, Francisco Gil Díaz, hoy asesor de Telefónica Móviles. Asunto feroz, todavía no concluido.
Rosa Maria Bonás estuvo la semana pasada en la reunión interparlamentaria México-España que se celebró en tierras aztecas. Pura normalidad democrática. Al final todo se entiende: Pero yo era “compa” de un gran partido que Lázaro Cárdenas ayudó a salvar dándoles una nueva patria. También fui solidario con un partido que puso en evidencia a las oligarquías del siglo XXI y se atrevió a desafiar al monopolio catalán de la Caixa, cuyas filiales, Repsol, Gas Natural y Aguas de Barcelona, están a la reconquista de México. Yo estaba al lado de unos compatriotas que no se vendían al cártel de los borbones ni defendían el imperio español. La razón desmiente a los ilusos y el sentido común termina por imponerse: Rosa María Bonás ha apoyado, a sabiendas, el golpe de estado contra la república mexicana. No son ni republicanos, ni izquierdistas, ni independentistas. Lo que México puede esperar de la madre patria se supo con certeza hace meses: expolio y silencio. Lo que la tortura y la cárcel, la lucha, enseñaron a muchos independentistas puede, a la poste, resultar peor: si no puedes vencer al enemigo, únete. Sólo queda la estúpida cuestión: ¿A cambio de qué?
* Periodista y ensayista
oriolmallo1967@yahoo.es
México DF. Mayo del 2006
Una pena para ambos Cataluña y México.
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