Gustavo Iruegas
La versión 2007-2012 del Plan Nacional de Desarrollo (PND) es malísima. Lo que destaca en él es la incongruencia, pues asegura que "en la democracia, la soberanía reside en los ciudadanos, quienes eligen a otros ciudadanos para que en su representación asuman cargos públicos y tomen las decisiones más pertinentes para lograr el desarrollo económico y social del país". Luego entonces ¿para qué quiere alguien un PND? Dividido en cinco "ejes" (léase capítulos) contiene uno que, en un ejercicio de conectividad que envidiarían los punteros de la industria electrónica, se titula: "5. Democracia efectiva y política exterior responsable".
Separando los dos inconexos conceptos encontramos en el primero, "Democracia efectiva", un escandaloso alarde de cinismo cuando se atreve a decir: "Para que una democracia sea realmente efectiva, tiene que traducir los resultados de las urnas en mandatos que impacten positiva y claramente en el bienestar de los ciudadanos". El segundo, "Política exterior responsable", es toda una promesa. Seguramente alude a la responsabilidad que cabe a los ejecutores de la misma en el caso de que, como en el de sus antecesores, no pongan la atención y el cuidado necesarios en su actuación. Sin embargo, por la manera en que está usado el sentido del término responsable parece ser el contrario de irresponsable que, relativo a un acto, revela falta de previsión o meditación. Por lo tanto, deberíamos esperar una política exterior cuidadosa y medida en sus actos y omisiones. ¡Qué compromiso!
La pobreza del texto se hace notar desde el primer párrafo del introito, cargado de fallida grandilocuencia y repleto de enunciados fatuos y declamatorios: "El compromiso con el Bien Común y la dignidad de las personas debe reflejarse a su vez en una política exterior responsable, clara y activa, mediante la cual México sea un auténtico promotor del desarrollo humano de los pueblos en todos los órdenes de la vida social. La política exterior debe servir como palanca para promover el Desarrollo Humano Sustentable. Esto significa utilizar la política exterior para mejorar los niveles de vida de los mexicanos, tanto de los que viven en el territorio nacional como de los migrantes. De igual forma, la inserción de México en el concierto de las naciones requiere una acción resuelta que identifique nítidamente al país como una opción atractiva y segura para invertir, con la finalidad de generar los empleos que los mexicanos demandan para desarrollarse a plenitud".
Para que México sea "un auténtico promotor del desarrollo humano de los pueblos" se requeriría que hubiera sido capaz de promover el de su propio pueblo y, como es sabido, los gobiernos neoliberales, priístas y panistas, electos y factuales, se han dedicado a su bien particular y a degradar a las mayorías antes que al bien común y la dignidad de las personas. La supuesta pretensión de mejorar el nivel de vida de los mexicanos que viven en territorio nacional, así como el de los migrantes, parecería ignorar que los que emigran se van para ganar 10 veces más de lo que percibirían aquí y que los inversionistas extranjeros invierten en México para pagar 10 veces menos de lo que pagarían en sus países de origen. En realidad los redactores no ignoran la vigencia de esta fórmula, pero la ocultan deliberadamente y entregan un documento fatuo y mendaz que no tiene más propósito que llenar un requisito de la ley de planeación, tan demagógica y falaz como el mismo PND.
El "subeje" política exterior responsable incluye cinco objetivos que se cuentan a partir del sexto y consisten en:
6. Apoyar el desarrollo económico, social y político del país, a partir de una efectiva inserción de México en el mundo. Este objetivo ya está logrado porque México ya está "inserto" en el mundo, a menos que seamos marcianos;
7. Contribuir a los esfuerzos de la comunidad internacional para ampliar la vigencia de los valores y principios democráticos, las libertades fundamentales y los derechos humanos, así como el desarrollo sustentable. Facilito porque en todos estos temas tenemos un historial ejemplar y un desempeño impecable, como demuestran los informes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
8. Impulsar la proyección de México en el entorno internacional. Proyectar al país es difícil porque pesa mucho y el entorno internacional se molestaría por el golpazo. Por lo tanto, es de pensarse que se trataría de proyectar una imagen que, si falsa, mal, y si realista, peor. Ante el dilema cabe preguntarse: ¿qué estarían pensando? o mejor aún ¿estarían pensando?
9. Proteger y promover activamente los derechos de los mexicanos en el exterior. ¿Sabrá la administración enumerar esos derechos? ¿Sabrá que está obligada a defender lo que les interesa aunque no sea su derecho?
10. Construir una nueva cultura de la migración. Este es un objetivo verdaderamente desfachatado. Pretendidamente orientado a la inmigración de los centroamericanos -a los que debería dárseles un trato equivalente al que queremos para nuestros emigrados, aunque en realidad se les aplica una versión más severa del que los mexicanos reciben en el norte-, la administración conversa con su contraparte estadunidense acerca de cómo detener ese flujo, incluso con un muro, no altamente tecnificado. sino más bien artesanal, en la frontera sur.
Como quizá haya podido observarse, el propósito de estas líneas es disuadir a los interesados en la política exterior del dispendio de su tiempo que significaría la lectura de este torcido e inoperante texto. Más recomendable sería ocuparse de aquello de lo que la administración espuria no habla, aunque debería, como es el muro; así como de aquello de lo que no debería hablar, pero habla, como ASPAN.
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