Carlos Fernández-Vega
Nada grato resulta el panorama para el ingreso legal y real de divisas al país: el proveniente de la exportación petrolera se ha reducido alrededor de 6 por ciento a lo largo del presente año; el captado por el turismo descendió más de 5 por ciento y, para rematar, se prevé el estancamiento del volumen de dólares enviado por la paisanada desde Estados Unidos.
Son las tres patas visibles (petróleo, remesas y turismo; la cuarta, aparentemente oculta, tiene forma de narcodólares) que de tiempo atrás dan soporte a la mesa para que no se tambalee. La reducción de las exportaciones de oro negro mexicano no ha sido compensado con el aumento en los precios internacionales; hasta mayo, se redujo en alrededor de un millón el número de turistas extranjeros, comparado con igual periodo de 2006, y para colmo se prevé que en 2007 la paisanada no incrementará (como viene sucediendo sostenidamente desde 1989, cuando menos) sus envíos de dólares.
¿Qué pasará con la captación de divisas petroleras y turísticas? Las estimaciones no son del todo gratas, pero lo que es un hecho es que de 2000 a la fecha, la paisanada ha inyectado al país, vía remesas, alrededor de 100 mil millones de dólares, con un crecimiento anual promedio cercano a 25 por ciento. Pero en 2007, por primera vez en cuando menos dos décadas, habría un incremento simbólico con respecto al año previo: 23 mil 400 contra 23 mil 100 millones de dólares, respectivamente (algo así como 1.3 por ciento de aumento). Ello sería consecuencia de “la inseguridad creada por el sentimiento anti inmigrante” en Estados Unidos.
Cuando menos eso concluye una encuesta sobre los inmigrantes mexicanos y centroamericanos en Estados Unidos, levantada en junio pasado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), organismo que apenas ayer divulgó sus resultados.
Para el caso de los mexicanos inmigrantes en el vecino país del norte, la encuesta revela que en 2007 el 64 por ciento de ellos declararon estar dispuestos a remitir dólares a su familia en México, contra el 71 por ciento en 2006.
De acuerdo con la Oficina del Censo de Estados Unidos y las estimaciones del Pew Hispanic Center, citados por el BID, al cierre del primer semestre de 2007 el total de mexicanos adultos inmigrantes en el vecino país del norte ascendió a 10.4 millones (51 por ciento indocumentado). El 64 por ciento de ellos remitió dinero a sus familiares de enero a junio, con un monto promedio de mil 775 dólares en el periodo (3 mil 550 por año).
De igual forma, el BID señala que en 2006 el Banco de México reportó que las remesas totales sumaron, en números redondos, 23 mil 100 millones de dólares, monto prácticamente igual al que se acumularía a lo largo de 2007, con base en la encuesta referida, cuando llegaría a 23 mil 400 millones, incremento cercano a uno por ciento.
En la primera mitad de 2006 el monto acumulado por concepto de remesas fue de 11 mil 425 millones de dólares; en igual periodo, pero de 2007, la suma es de 11 mil 498 millones, una mínima diferencia de 73 millones de billetes verdes.
Entre los resultados de la citada encuesta sobresale que 49 por ciento de los mexicanos inmigrantes en Estados Unidos tiene entre 18 y 34 años de edad; el 31 por ciento de 35 a 49 años, y el 20 por ciento más de 50 años.
Además, 61 por ciento de dichos mexicanos obtiene ingresos anuales menores a 20 mil dólares (menos de 18 mil 344 pesos mensuales, o 12 veces más el salario mínimo vigente en México); el 24 por ciento de 20 mil a 30 mil dólares (de 18 mil 344 a 27 mil 500 pesos) y sólo el 9 por ciento más de 30 mil dólares (de 27 mil 500 pesos en adelante).
De los 10.4 millones de mexicanos adultos inmigrantes que según la Oficina del Censo de Estados Unidos y las estimaciones del Pew Hispanic Center viven en el vecino país del norte, el 22 por ciento lleva menos de cinco años de estancia en aquella nación (lo que da un promedio anual cercano a 460 mil personas); otro 25 por ciento corresponde a un plazo de 5 a 10 años, y el 53 por ciento restante a más de una década.
El grueso de los mexicanos adultos inmigrantes en Estados Unidos se establecen en los llamados “estados tradicionales” (California, Nueva York, Florida, Texas, Nueva Jersey, Illinois, Arizona, Nuevo Mexico, Colorado, Nevada y el Distrito de Columbia), mientras que una proporción pequeña, pero no por ello menos importante, reside en los “nuevos estados” (las entidades restantes). Para el primero de los casos, la proporción se eleva a 82 por ciento del total, y en el segundo a 18 por ciento.
En 2006, el 68 por ciento de los mexicanos adultos inmigrantes que se establecieron en los “estados tradicionales” enviaron dinero a sus familias de origen; para 2007, esa proporción se reduce a 66 por ciento. De igual forma, en 2006 el 80 por ciento de los mexicanos adultos inmigrantes que se establecieron en los “nuevos estados” enviaron dinero a sus familias de origen; para 2007 esa proporción cae a 56 por ciento. En ambos casos la decisión de la mayoría es quedarse a vivir en Estados Unidos, cuando menos durante los próximos cinco años.
También la mayoría (82 por ciento) considera que es más difícil ahora, con respecto a 2006, conseguir un empleo bien pagado en Estados Unidos, especialmente por las leyes de inmigración. Aún así, el mayor problema para la paisanada es la discriminación, seguido por bajos salarios, incremento en el costo de vida, escasez de empleo y dificultad para acceder a la seguridad social.
Las rebanadas del pastel
El problema se torna más grave, cuando se recuerda que la solidez de las cuatro patas de la mesa económica (las tres visibles y la “oculta”) depende enteramente de razones externas.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario