John Saxe-Fernández
http://jsaxef.blogspot.com
Además de los consabidos trucos electorales, ¿forman parte de las piezas de la coreografía comicial de la Casa Blanca para 2008 las provocaciones seguidas de ataques contra Irán, que también podrían incluir el uso de armas nucleares “tácticas”? Es un escenario que, frente al colapso político de Bush y Cheney en las encuestas, parece superfluo. Pero ante los éxitos obtenidos por el grupo en el poder al usar la sangrienta bandera del 11-9 para impulsar su agenda política, legislativa, empresarial y de seguridad, es imprudente desestimar los entramados bélico-electorales y terroristas.
Desde el 11-9 a la fecha el impulso de la agenda de Washington en momentos claves, frecuentemente coincide con la bitácora de hechos con efectos atemorizantes, sean los nunca aclarados ataques con ántrax en el Senado, antes de la aprobación de la Ley Patriota; las declaratorias de “estados de alerta en momentos político-electorales cruciales o la actuación de Bin Laden y AlQeda, dando a conocer videos o realizando acciones específicas en Londres, Madrid, etcétera, que han sido decisivos cuando se planteó dar carácter “permanente” de las “leyes de excepción”, incluyendo la abrogación del habeas corpus. Bush et al evocan, además, la oleada de apoyo que lograron en 2001 bajo el efecto 11-9.
En febrero, Zbignew Brzezinsky, ex consejero de seguridad nacional, advirtió al Senado sobre la posible “manufactura” de un suceso de esa naturaleza, “en Estados Unidos o en Irak”, que sería atribuido a Irán. Según un documento secreto del Pentágono publicado por el Washington Post en abril de 2006, “… otro 11-9 podría crear tanto la justificación como una oportunidad, que hoy carecemos, para responder contra algunos blancos conocidos”. Sea un “evento” doméstico o en ultramar, se trata de una carambola de varias bandas que vincula lo interno con el manejo temerario de la ecuación estratégica global –v.gr. el despliegue antibalístico en las puertas de Rusia–, parte del teatro de operaciones del Oriente Medio.
La embestida contra Irán se intensificó en los últimos días: Cheney y Bush van por el petróleo iraní, un repunte electoral o una “emergencia nacional catastrófica”. Ante los despliegues aéreos y navales, el coronel retirado Sam Gardiner notó que “… las piezas ya se están moviendo… EU será capaz de escalar las operaciones militares contra Irán”. A lo que se agrega una cuantiosa venta de armamentos anunciada en julio, parte de lucrativos negocios bélico-industriales como de “movidas” en el tablero de guerra. Israel hará compras (tecnológicamente jerarquizadas a su favor) por 30 mil millones de dólares (mmdd), y Arabia Saudita, Kuwait, Qatar, Bahrain, Oman y los Emiratos Árabes Unidos por otros 20 mmdd. Las ventas a Egipto son por 13 mmdd. Natalie J. Goldring, del Centro de Estudios de Paz y Seguridad de Georgetown, dijo a Inter Press Service que “los únicos ganadores de este trato son los contratistas de armas de Estados Unidos… Para la industria militar estadunidense esto es navidad en julio”.
Como en el caso de la agresividad “antibalística” contra Rusia, la intención es disuadir acciones contra Estados Unidos de ocurrir un ataque convencional y/o nuclear contra Irán y también atar a las dirigencias árabes. Otras medidas contra Irán en curso van desde la penetración de grupos étnicos con fuerzas especiales adiestrándolos y armándolos, a la entrega de fondos a la oposición para inducir un regime change. Estas acciones tienen el efecto contrario: la opinión pública iraní no olvida la brutalidad de la dictadura del Sha instaurada por Estados Unidos. Bush dijo a los iraníes que cambien de gobierno: “… ustedes pueden tener un gobierno mejor que éste” e inmediatamente acusó a Teherán de “persistir en armar y adiestrar a la insurgencia iraquí”. Ese es el paraguas mediático para el asalto armado. Como la intimidación fue contundente, congresistas demócratas y republicanos advirtieron a Bush que requiere autorización para cualquier acción bélica. Mientras, se informó que Ryan Crocker, embajador estadunidense en Irak, en reuniones con su contraparte iraní le remachó la amenaza de Bush. Tal agresividad inquieta a los aliados de la OTAN e incluso a subordinados, como Hamid Karzai de Afganistán o Nuri Malaki, primer ministro de Irak, cuyo intento de negociar con Irán enfureció a Bush.
Cheney favorece inducir el efecto 11-9 atacando antes de las elecciones. Un funcionario describió el escenario de provocación en Irak advertido por Brzezinsky: se atacaría si surge “… nueva evidencia de la complicidad iraní en apoyo a las fuerzas anti-EU en Irak, por ejemplo, sorprendiendo camiones de soldados o armamentos cruzando desde Irán hacia Irak”.
El escenario de Cheney para su país es fatal a la Constitución: implica la suspensión de los comicios, la aplicación de la ley marcial y un régimen dictatorial. El 15 de abril de 2007, en Face the Nation, de CBS, dijo: “la mayor amenaza ahora es un 11-9 realizado por un grupo de terroristas armados no con boletos de avión o cuchillos, sino con un arma nuclear en medio de una de nuestras propias ciudades”.
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