Carlos Martínez García
Ahora sí, a regañadientes, pero el cardenal cantó. Nos referimos al interrogatorio judicial que debió responder el cardenal Norberto Rivera Carrera. Por más que trató de eludir comparecer ante enviados de la Corte Superior de Los Angeles, California, el prelado tuvo que aguantar casi ocho horas de minuciosas preguntas.
Hace nueve meses, en la ciudad del sur de California, Joaquín Aguilar Méndez presentó una querella contra los cardenales Roger Mahony, titular de la diócesis angelina, y Norberto Rivera. La denuncia fue por conspiración pederasta.
Aguilar Méndez sostiene que un sacerdote mexicano (Nicolás Aguilar Rivera) abusó de él sexualmente. El cura, con antecedentes de pederastia bien denunciados, llegó a Los Angeles gracias a la intermediación de Rivera Carrera, quien solicitó a Mahony lo recibiera en su diócesis para continuar su ministerio sacerdotal. Allá Nicolás Aguilar siguió con su conducta depredadora, y al percibir que iba a ser llevado ante la justicia regresó a México. Aquí volvió a realizar ataques contra feligreses pequeños en distintas parroquias a su cargo. Hoy sigue escondido en alguna parte. Son muchos quienes piensan que esa condición la guarda no solamente por propio interés, sino también porque a encumbrados personajes eclesiásticos no les conviene que salga a la luz pública.
Entre todo ese ir y venir, el sacerdote abusó sexualmente de Joaquín Aguilar Méndez, quien argumenta que fue víctima de la negligencia, por decir lo menos, del cardenal Rivera Carrera, quien permitió que un pederasta siguiera ejerciendo como sacerdote y estuviese en condiciones de atacar al denunciante. Aguilar Méndez decidió demandar en Los Angeles al purpurado mexicano, porque consideró que en aquella ciudad sí tenía posibilidades de sentar en un juicio al encumbrado funcionario eclesiástico.
Fiel a su estilo personal de pastorear, en un principio Norberto Rivera desdeñó la demanda. Luego dijo que la Corte de Los Angeles no tenía jurisdicción en el caso. Ahora afirma que acudió a declarar, lo hizo en sus propias oficinas en la ciudad de México, de buena voluntad y con todo gusto.
La Corte angelina, de acuerdo con sus procedimientos en casos similares, hizo un exhorto a Norberto Rivera para que accediera a responder un extenso interrogatorio. La sesión, ya dijimos que de casi ocho horas, fue videograbada y fue integrada al expediente que servirá en primera instancia para que el juez decida sobre los siguientes pasos a seguir en el proceso. De no haber aceptado el exhorto, hubiese seguido un requerimiento formal para comparecer ante la Corte de Los Angeles, pero allá, y eso es lo que incomodaba sobremanera al clérigo. Así que eso de afirmar que fue la buena voluntad lo que movió al arzobispo primado de México a recibir en el Distrito Federal al equipo enviado por la Corte estadunidense es solamente propaganda.
Alguien tiene que decirle al vocero del cardenal Norberto Rivera, Hugo Valdemar, que su obstinación por desacreditar a la red que apoya la denuncia de Joaquín Aguilar es una muy torpe estrategia, y que sus vociferaciones contra quienes han osado llevar a juicio al jerarca eclesiástico son tácticas inútiles ante una opinión pública que ya no se asusta con excomuniones. Un iracundo Valdemar despotricó contra Erick Barragán, quien asesora al denunciante y es director de la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales cometidos por Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés) y lo calificó de calumniador. Barragán, por su parte, de acuerdo con la nota de Alma E. Muñoz (La Jornada, 9/08/07), retó al vocero del cardenal a que presente "pruebas de que la organización a la que pertenece lucra con las víctimas de pederastia".
Más vale que Hugo Valdemar cumpla con sus deberes informativos y sepa que SNAP es un organismo plenamente acreditado en Estados Unidos. Esta organización contribuyó en buena parte para que el cardenal de Los Angeles, Roger Mahony, aceptara indemnizar a 508 víctimas de abusos sexuales clericales perpetrados en su diócesis con 660 millones de dólares. Esto fue anunciado por el propio Mahony apenas el día 15 de julio pasado.
Parece que, como se dice en el argot judicial, quien sí sintió calambres fue Norberto Rivera Carrera. De acuerdo con uno de los que tuvieron acceso a la sesión privada, que fue vedada a los reporteros, el prelado tuvo que responder cientos de preguntas y "en algunos momentos se mostró nervioso y hasta tembloroso". Y cómo no, si contra todos sus deseos y declaraciones públicas y maniobras privadas tuvo que sentarse frente a su acusador, al cual recibió de la siguiente manera: "Bienvenido, lo que se te ofrezca y Dios te bendiga".
Durante cinco años Joaquín Aguilar buscó infructuosamente al cardenal para exponerle su caso, quien minimizó la denuncia y se olvidó del tema. ¿Por qué será que ahora tuvo palabras tan cálidas? ¿Habrá influido en algo que la cuestión llegó más allá de nuestras fronteras, a la sala de una Corte en Los Angeles? Yo nada más pregunto.
miércoles, agosto 15, 2007
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