Miguel Angel Velázquez
La discusión absurda de los políticos en la ciudad de México, y tal vez en todo el país, que ha sido alentada por medios de difusión necesitados del show, y protagonizada por senadores y diputados urgidos de fama, parece más bien la careta cómplice que pretende ocultar el desastroso año de la usurpación.
Mansos al dictado de la tele, serviles a sus órdenes, los representantes del pueblo debaten sin descanso, desde hace cuando menos 15 días, si Felipe Calderón debe o no leer en la tribuna del Congreso su informe; si debe o no discutir con ellos lo sucedido al país en el año de la usurpación, como si en ese acto se pudiera establecer alguna verdad que reflejara el costo que el país ha tenido que pagar a raíz del despojo que sufrió su voluntad política.
Si Calderón se presenta ante el pleno del Congreso ¿qué? Y si no va ¿qué? Las mentiras que desde esa tribuna se digan y coro desafinado que las acompañe en nada cambiarán la realidad que sí pesa entre la gente, que sí muerde las conciencias cuando ya no hay empleo, cuando el saberse licenciado o doctor en ésta o aquella disciplinas ya no es suficiente para ayudar al beneficio del país, y la única puerta de escape a la frustración y la pobreza está en las fronteras.
Hoy 225 mil jóvenes dejan el país -dicen los datos de la Organización de las Naciones Unidas-, hartos de no hallar en el sistema educativo público un lugar para educarse; frustrados por saberse excluidos -en el caso de los profesionistas-, del aparato productivo que no les da cabida; destrozados porque están concientes que el destino de México no está en su voto, en fin, apabullados por la desgracia que se la ha impuesto a México.
En junio pasado, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), los hombres y las mujeres con mayor calificación para el empleo, es decir, profesionistas y gente con experiencia laboral, significaron el 36.98 por ciento de los desocupados del país, la mayor cifra registrada durante los dos años y medio más recientes.
Eso es lo que no va ha cambiar si se discute entre unos y otros la falacia que seguramente ya se elaboró en Los Pinos. Cualquier actitud del legislador, durante el acto espurio, servirá nada más para hacer comparsa a la mentira, y para abrir campos de negociación que beneficien a la clase política corrupta, mientras el rumbo del país torna en desgracia el futuro.
En los seis meses anteriores los ingresos de Pemex cayeron 3 mil millones de dólares, las reservas probadas se agotan, pero en beneficio del mejore cliente de la empresa petrolera, Estados Unidos, se decretó un descuento al precio del barril, de hasta 80 centavos de dólar, mientras a esos mismos clientes se le compra cada vez más gasolina, cada vez a mayor precio.
Para decirlo de otro modo: Las remesas han caído, ya no se puede exportar más petróleo, porque ya no tenemos más, los jóvenes salen del país por montones, los profesionistas no tienen empleo, el campo está desahuciado, y la posibilidad de que el futuro ennegrecido durante está época neoliberal, y sobre todo durante el panismo, cambie a partir de una elección limpia, lo cancelaron en 2006 quienes hurtaron la voluntad de la gente.
Aceptar todo eso en un informe honesto a la nación no sucederá, así que para qué discuten los políticos si debe ser así o asá. La píldora del engaño ya no la pasa la gente con el agua de las discusiones infértiles, así que lo mejor sería cerrar el pico para cancelar el show e iniciar, desde ya, las reformas que eviten que el futuro nos aplaste.
De pasadita
Déjeme contarle, ya que andamos por esos lares, que desde hace dos semanas Víctor Hugo Círigo, voz y espíritu de su hermano René Arce, junto con su grupo de allegados, entre ellos panistas y socialdemócratas, muy a la callada se dieron a la tarea de cambiar el formato del informe al tono azul para, como dijo alguno de ellos, "empinar" al jefe de Gobierno durante el acto. Lo malo es que cuando algún reportero preguntó a Círigo si esa debería ser la forma que se diera durante la comparecencia de Felipe Calderón ante el Congreso, Círigo salió por peteneras, pero dejó en claro que lo que desea para Ebrard no es lo mismo que quiere para Calderón.
Y también expuso su complejo. El jefe de Gobierno ya no se sentará en el presídium, como estaba estipulado, ahora estará en la tribuna, un metro y pico por debajo de donde se hallan los legisladores, pero se asegura que en esto no hay mala leche política, sino complejo por la diferencia de estaturas... ¿nada más?, y para que nadie se quede con dudas, el mismísimo Círigo quiere ser quien conteste el informe, ¡vaya cara dura del señor!
Lo bueno para Ebrard es que, de cualquier forma, puede dejar a Círigo y compañía con un palmo de narices, y simplemente enviar su informe.
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