Entrevista a Walter Pengue, del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente de la UBA
Héctor González
Revista La Educación en nuestras manos
Seguir pensando Argentina como un país productor y exportador de materias primas no va a garantizar mejoras hacia la sociedad argentina. Se pueden exportar millones de toneladas de soja o de combustibles y seguir teniendo una población hambreada o sin ningún tipo de acceso a nuevos trabajos.
Explotación intensiva de los recursos: costos sociales y ambientales
La Educación en nuestras manos: ¿Cómo caracterizar el modelo de desarrollo que viene llevando adelante nuestro país?
Walter Pengue: Hay que dejar en claro la diferencia entre lo que es crecimiento y lo que es desarrollo. En la Argentina y en muchos países de América Latina estamos afrontando procesos de crecimiento muy fuertes que vienen de la mano de la transformación intensiva de los recursos naturales. Este crecimiento implica efectos sobre el ambiente y las sociedades latinoamericanas que en general no han sido positivos. Así, mientras las exportaciones de materias primas han tenido un aumento explosivo, hay un crecimiento más que importante de la pobreza, de la imposibilidad del acceso a los recursos y de la falta de trabajo. Otra cosa distinta es el desarrollo. Porque se puede crecer de la mano de uno, dos o tres productos; en cambio desarrollo implica tomar infinidad de productos para la producción y que a partir de ahí muchísimos de nuestros trabajadores ocupen nuevos trabajos, haya diversidad en el trabajo y haya aumento del trabajo para las distintas necesidades y capacitaciones que se tienen. Seguir pensando Argentina como un país productor y exportador de materias primas no va a garantizar mejoras hacia la sociedad argentina. Se pueden exportar millones de toneladas de soja o de combustibles y seguir teniendo una población hambreada o sin ningún tipo de acceso a nuevos trabajos. Porque para ese modelo de producción no se necesitan más trabajos.
EM: ¿Desde dónde, entonces, se puede pensar otro modelo de desarrollo?
W. P.: Creo que hay que pensar en un modelo de desarrollo con sustentabilidad fuerte, donde el sistema económico se adapte a la utilización sostenible de los recursos naturales y no que los recursos se adapten al sistema económico, como se está pretendiendo hacer hoy día. La cuestión es pensar cuánto y cómo se puede usar de los recursos naturales para una utilización social con la mayor equidad posible. Una equidad en la que la humanidad está retrocediendo. Hoy día la mayoría de los países poderosos se hacen de recursos naturales en cualquier parte del mundo, incluso por medio de guerras -como lo vemos en el caso del petróleo- o por estrategias como el pago de doctorados para que los estudiantes de formación básica de los países en vías de desarrollo investiguen los recursos genéticos de sus países, investigación que luego queda en poder del que financió la beca.
EM: En el caso de nuestro país el crecimiento se basa en gran medida en la producción de soja transgénica, ¿qué impacto tiene esto?
W. P.: Entre otras cosas, está generando una extracción de los nutrientes del suelo que es inédita. Existe un vaciamiento por nutrientes que está enfrentando toda la región pampeana y que nadie está evaluando, o que si lo hacen la recomendación es “podemos ir hacia la aplicación de más fertilizantes”. Entonces, por un lado nosotros estamos exportando los nutrientes del suelo pampeano a costo cero y después le tenemos que terminar comprando los nutrientes a las grandes corporaciones a través de los fertilizantes que ellos nos venden a 300 dólares la tonelada. Esto es parte de una degradación acelerada del recurso suelo que en términos de décadas llevará a una crisis de la sustentabilidad de la pampa y de otras partes del país. Todo esto hace que muchos empiecen a pensar si lo del “granero del mundo” seguirá siendo para nuestros hijos o nuestros nietos.
EM : ¿Se puede seguir creciendo en este camino?
W. P.: Se puede, pero a costos sociales y ambientales inmensos. Lo que nosotros llamaríamos el “pasivo ambiental” crece a medida que las cuentas nacionales por la exportación de los productos crecen. Y nadie lo está evaluando. Esos costos no son incluidos dentro de las ecuaciones de las empresas o de los propios países. A eso lo llamamos la “deuda ecológica”. Es un concepto que se está instalando para tratar de que los países del Norte -y no hablo sólo de EE.UU y Europa, también de China y de otros países que se expanden- reconozcan los impactos que tienen sus economías sobre nosotros. Cuando todo el mundo habla de las grandes exportaciones de soja se olvidan del pasivo que esas formas de producción generan. Es decir ellos se llevan la soja pero el daño ambiental y social nos queda a nosotros.
¿No saben, no les interesa, no se atreven?
Hay fuerzas externas pero también internas que impulsan este modelo basado en transformar los recursos y exportarlos. Pero primero habría que asegurar la soberanía alimentaria del propio pueblo argentino que tiene el 50% de la gente que no accede bien a los alimentos. La mayoría de los chicos argentinos hoy en día no comen carne. La dieta basada en proteína animal está siendo reemplazada por proteína vegetal, básicamente la soja. En cambio China, que era un país que no consumía demasiada proteína animal, hoy le compra a la Argentina la soja no para que sus habitantes se alimenten de esa proteína sino para alimentar con ella a los chanchos y a los peces que es de donde los chinos producen las proteínas animales que crecientemente consumen. ¿Y qué está pasando en uno y otro territorio? Mientras en Argentina los nutricionistas ya empiezan a medir que los chicos por primera vez en generaciones son más bajos que sus padres, en la población china lo hijos superan cada vez más la talla de los suyos. No puede ser que en un país que produce una cantidad de alimentos para millones de habitantes nos permitamos tener la mitad de la población sin acceso a los alimentos. Es imperdonable para cualquier funcionario que diseña y lleva adelante políticas. No saben, no les interesa o no se atreven a cambiar.
Territorios ocupados
Cuando nuestro país exporta a China una tonelada de soja está sacando del país mucho más que una tonelada de soja. Porque esa soja ha necesitado un volumen importante de tierra para ser producida, tierra que China ya no tiene por efectos de la degradación producida por los cientos de años de agricultura extractiva. El territorio que se necesita para producir esa soja lo está ocupando hoy China en Argentina a través de los precios internacionales de la soja. Esto tiene que ver con lo que se llama la “huella ecológica”. Calculando unas 2.9 hectáreas por habitante para cubrir la demanda de alimentos, energía y colocación del daño de la contaminación, cuando en un país la demanda por habitante supera ese índice significa que está demandando más territorio que el de su propia superficie. Pensemos en los países de la Unión Europea, ¿cómo resuelven la necesidad de productos para la alimentación de todos sus habitantes con tan poca superficie?. Ocupando el espacio territorial de otros países; lo hicieron en Africa, lo hacen en América Latina. ¿De qué manera se valida esa ocupación?: simplemente través de los precios en el mercado internacional.
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