Por Ricardo Andrade Jardí
Y mientras el obispo de la Ciudad de México se "pretende mosqueado" por la natural y lógica reacción de aquellos que han sido ofendidos por quienes abusaron de su "privilegio de poder" para aprovecharse criminalmente y perversamente de quienes indefensos, por su condición de infancia, fueron sometidos a la vejación del abuso sexual (violación) por parte de sus párrocos, protegidos por el hoy cardenal Norberto Rivera; en Argentina, las ejemplares abuelas de la Plaza de Mayo han logrado documentar la complicidad de la Iglesia Católica y de su jerarquía en la desaparición forzada de personas y sus asesinatos, así como del secuestro de niños recién nacidos y "entregados en adopción" a los estériles matrimonios de la milicia y la burguesía (cómplice también de los crímenes de lesa humanidad) sudamericana, despojando así a cientos de familias de su unidad e identidad.
Terribles crímenes de los que la Iglesia Católica está obligada a responder y en su caso a pagar jurídicamente con las consecuencias de sus cobardes actos. Pero esa es al parecer una de las condiciones históricas que hacen de esta Iglesia una de las más criminales del planeta. ¿Cuántos muertos, cuánta agresión ha sido auspiciada por la falsa moral de quienes afirman "buscar la igualdad" y sirven a los intereses más siniestros de la "bendita razón humana"? Qué diferencia "existe", entre un Papa que se dice nazi por obligación y otro que en aquel entonces bendecía a los aviones de la legión Cóndor alemana, que destruirían horas más tarde la tristemente célebre ciudad vasca de Guernica, como parte de la experimentación que un par de años después serviría para invadir, destruyendo Polonia y Checoslovaquia y que ante la denuncia de las atrocidades del fascismo europeo no hizo sino cerrar los ojos y guardar silencio a cambio de las rentables aportaciones económicas, que le garantizaron Alemania, España e Italia, entre otros, por su muda complicidad.
Hoy en Argentina, existen 30 mil desaparecidos y quedan aún privados de su verdadera identidad social y familiar unos 400 niños (hoy adultos de 30 años en promedio) nacidos en el cautiverio de la dictadura, arrebatados y despojados de sus familias, con la complicidad de la jerarquía católica de la que hoy se sabe, aunque ya se suponía, jugó un papel central en el nacimiento, despojo, secuestro y adopción de cuando menos 30 de esos 400 chicos.
Entre el silencio, la manipulación, el chantaje y la bajeza se escriben las páginas de una historia que merece ser contada para que no sigamos consumiendo "el opio de los pueblos" que ya bastante tenemos con la caja idiota, aunque al igual que la Iglesia pretendan ser defendidas, por el confort, de la bestialidad que las hace ser el prozac de los pueblos.
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