Ramon Franquesa/Albert Miralles
Hace veinte años, inmediatamente después del referéndum que consagró la permanencia de España en la OTAN, diversas corrientes de la izquierda alternativa, que entendía las consecuencias que el tránsito del PSOE hacia el neoliberalismo tendría para la ciudadanía en cuanto a la preservación de sus derechos, incluido en primer lugar el derecho a la Paz, iniciamos un proceso de reagrupamiento de toda la izquierda transformadora para hacer frente tanto al fortalecimiento creciente de la derecha posfranquista como a la deriva, cada vez más acusada, del Partido Socialista hacia el liberalismo económico y la sumisión al imperialismo. De esta iniciativa surgió Izquierda Unida, y en Cataluña, diez años más tarde, Esquerra Unida i Alternativa, una vez que el proyecto de Iniciativa per Catalunya fue difuminando su perfil alternativo y derivando hacia un clásico partido de cuadros institucionales.
En la constitución de EUiA se quiso poner en pie un proyecto que representase una real ruptura con la tendencia general de los partidos de izquierda europeos, por un lado, a asumir progresivamente los valores sociales propios del sistema capitalista y, por otro, a mantener una relación dirigista con su base social. Por eso quisimos instaurar un modelo de organización pluralista y participativo, en el cual los aparatos estables recibieran el empuje dinamizador de los movimientos sociales, convencidos como estábamos, por otra parte, de que en el seno de los movimientos es donde acostumbran a surgir las resistencias y fuerzas alternativas al sistema social dominante.
Muy poco de esa dinámica inicial podemos encontrar hoy día en IU y en EUiA, al menos en la política que emana de sus respectivas instancias superiores. Hemos de reconocer con consternación que aquella izquierda que se quería transformadora del sistema social imperante sólo ha conseguido transformarse ella misma en una organización política más dentro del sistema capitalista, perfectamente compatible con él.
En efecto, de las dos patas del proyecto, voluntad de superación del capitalismo y nueva relación, no dirigista, con la base social potencialmente interesada en esa superación, podríamos decir que primero nos quedamos cojos de la primera, no tanto en los textos programáticos como en la actuación política cotidiana. Un reciente ejemplo flagrante de esto podemos verlo en la votación de nuestro grupo parlamentario sobre la LOE, en violación abierta de un acuerdo del Consejo Político Federal de IU.
Y tal como pasa siempre que se quiere llevar a cabo una política en contradicción con el programa inicialmente adoptado, se ha acabado cortando también la segunda pata: la relación abierta con la base social y una democracia interna realmente participativa. Desde hace tiempo se considera que el debate sobre presupuestos o sobre las leyes que aprueba el Parlamento es asunto privado de los diputados, que prescinden de toda consulta, ya no de sus electores, sino de su propia organización. Ejemplo escandaloso de esto último lo tenemos en los métodos burdos con los que se pretende asegurar, en estos mismos días, la perpetuación en las instituciones, vía elecciones generales al Parlamento del Estado, de los actuales dirigentes, tanto de IU como de EUiA, saltándose la asamblea reglamentaria de IU que tocaba celebrar al final de este año, escamoteando el debate en las bases, planteando un plebiscito que la dirección pretende ganar apoyándose en los medios de comunicación del sistema, sin programas que permitan juzgar las diferentes candidaturas, sin ninguna de las garantías propias de la democracia participativa que presuntamente se pretende impulsar en el conjunto del sistema político y de la sociedad.
En Cataluña la situación es, si cabe, más grave que en el resto del Estado por cuanto se participa en un gobierno que, si bien ha desplazado a la derecha, es responsable de políticas muy alejadas de los intereses de los ciudadanos. Podemos encontrar muchos ejemplos, desde la privatización del Institut Català de la Salut en beneficio de las grandes multinacionales sanitarias, hasta la decisión de hacer pasar el AVE por el centro de Barcelona en beneficio de las grandes constructoras, que ven multiplicarse los costos de la obra pública encargada y pagada por los ciudadanos respecto de la alternativa del litoral, mientras que los trabajadores expulsados por la especulación inmobiliaria del centro de la ciudad tienen que padecer desde hace meses el efecto sobre Cercanías de esta opción; la aceptación del túnel de Bracons, del trazado de la línea de muy alta tensión (MAT) para el transporte de electricidad entre Argelia y Francia; el desastre de la privatización de las eléctricas, que se ha saldado con el apagón del pasado verano, o la privatización de la telefonía, que está generando abusos millonarios reconocidos incluso por la Comisión Europea, la autorización de expedientes que han supuesto despidos, cierres y deslocalizaciones de empresas, la participación en la represión de los movimientos sociales y en particular de los trabajadores con conflictos en sus empresas, etc. El problema es que, en la medida que se participa en el gobierno directamente, se pierde la capacidad de presionar desde la base social y se hace funcionar a EUiA como una organización que frene la resistencia social a estas medidas: justo lo contrario del objetivo por el que la constituimos.
Para nosotros, es necesario otro enfoque. No se trata de permitir el retorno de la derecha: nunca será ello posible por nuestra abstención en el Parlamento; pero se trata de saber mantener la autonomía, de saber estar presionando desde fuera del gobierno junto con los movimientos sociales si éste no acepta un programa realmente transformador.
Creer que, por ocupar pequeños espacios de poder, la sociedad catalana avanza hacia una sociedad más progresista es autoengañarse. Además, la frustración que esta situación genera en un amplio sector de la ciudadanía, que piensa con razón que su voluntad ha sido escamoteada, empuja hacia la abstención, que es precisamente lo que da en este país el poder a la derecha.
Es preciso invertir drásticamente esta tendencia. La izquierda, como dice Marga Sanz en la presentación de su candidatura a la Presidencia del Gobierno por Izquierda Unida, ha de ser anticapitalista si no quiere dejar de ser izquierda. Y ser anticapitalista quiere decir ser radicalmente demócrata. Porque el capitalismo, por mucho que en Occidente se presente como el campeón de la democracia, es en realidad su enterrador más eficaz, al sustituir la voluntad popular por la voluntad de unos cuantos grupos económicos multinacionales dedicados íntegramente a la acumulación en sus manos de la riqueza generada entre todos.
Democracia radical que ha de manifestarse con la misma fuerza hacia el exterior de las organizaciones de izquierdas que hacia el interior, dejando de considerar los métodos democráticos como un mero instrumento prescindible cuando no conviene a quien en un momento dado ostenta la representación del colectivo.
Con este espíritu, solidariamente con la candidatura a Presidenta del Gobierno que ha presentado en IU Marga Sanz, nos presentamos a las primarias de EUiA por Barcelona y Girona, con la pretensión de abrir un debate dentro y fuera de EUiA sobre cómo hemos de articular la actividad política desde la izquierda alternativa y cómo los representantes institucionales han de relacionarse con las organizaciones y con la sociedad para movilizar y conseguir la masa crítica suficiente para influir de manera determinante en las políticas que el sistema aplica.
* Ramon Franquesa, candidato en las primarias por la provincia de Barcelona. Albert Miralles, candidato en las primarias por la provincia de Girona.
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