Querétaro Repudió a un Distante Calderón
Para festejar a la maltrecha Constitución, el gobierno, federal y estatal, sabedor del repudio popular al Miniführer, preparó golpeadores --cadetes de policía vestidos de civil-- y varios cercos de militares y fuerzas de choque, para "enfrentar" a ciudadanos indefensos que los "atacaron" con canciones.
Como cada día desde que "ganó" la Presidencia de la República, Felipe Calderón estuvo de nuevo en su burbuja policiaca-militar, creyendo que los mexicanos lo aplauden y que "repunta su popularidad", como periódicos alquilados le hacen creer con encuestas compradas que lo alaban.
Esta vez fue el sitiado Teatro de la República de Querétaro --donde se promulgó la Constitución de 1917, cuyo aniversario supuestamente festejó el Presidente de facto-- que se llenó de aplaudidores rentados e interesados, protegidos (¿?) por policías de todas las corporaciones, Guardias Presidenciales, elementos del ejército y hasta cadetes de policía preparados para actuar como golpeadores al estilo Halcones de Echeverría.
Mientras la policía queretana y Guardias Presidenciales cercaban unas 20 cuadras alrededor del recinto histórico, no lejos de ahí, en la Alameda de la ciudad, se congregaban en dos puntos distantes ciudadanos por un lado, y militantes del PRD y el PT por el otro. Sin embargo, ambos grupos se unieron para marchar hacia el teatro, topando con un primer cerco policial que, a fin de cuentas, no pudo contener la columna de indignación ciudadana.
A una cuadra del Teatro de la República, en el llamado Jardín Zenea, el Estado Mayor Presidencial apostó tres filas concéntricas de elementos, empezando con los cadetes de policía vestidos de civil, dispuestos a mezclarse con los manifestantes y aparentar, llegado el caso, un "pleito interno", como el gobierno acostumbra tratar toda represión de manifestaciones.
Atrás de los cadetes de civil, el siguiente cerco era de guaruras de la Policía Ministerial (antiguamente Judiciales) mezclados con efectivos de Guardias Presidenciales y patrulleros municipales y estatales. A un lado de la valla, el tercer nivel de detención lo formaban elementos de la Policía Federal Preventiva, con una válvula de apoyo en Granaderos de la policía queretana. Listos para repeler el inminente ataque de violencia popular.
Todos ellos bajo la mirada y órdenes de un nutrido enjambre de efectivos del EMP, inconfundibles con sus trajes negros, corbata roja y pelo al rape.
Cerca de ahí, en alerta, varios camiones llenos de grupos de choque de la PFP, tanquetas artilladas de la Zona Militar y grupos especiales de intervención policiaca, listos para intervenir a la primera orden.
Pero todos se frustraron. La violencia esperada hizo "puente".
Los manifestantes llegaron hasta la valla donde el EMP les impidió el paso, en abierta violación a la libertad de manifestación de las ideas y de tránsito que consagra la Constitución, que los fariseos festejaban cerca de ahí, en "petit comité". Al no poder avanzar, ahí se plantaron renegados y militantes partidistas, sobre la calle Corregidora (la principal del corazón de Querétaro) y expresaron su repudio al usurpador --escondido tras el cerco militar--, con encendidos discursos y reclamaciones de respeto a la Constitución y las garantías individuales que consagra, además del franco rechazo a la pretendida privatización de yacimientos petroleros que intentan PRI y PAN.
Como es característica de la Resistencia Civil Pacífica, a la distintiva incultura de armas y golpes de la Guardia Pretoriana de la Usurpación, mujeres y hombres renegados opusieron la cultura y el arte. Una melodiosa y potente voz femenina comenzó a entonar "a capella" la intencionada canción "La Paloma", como un mensaje de paz a quienes sólo quieren la guerra... contra indefensos.
Desconcertados, los golpeadores dispuestos esperaban alguna provocación para repeler a los alborotadores. Tal vez si hubieran escuchado cantar una mentada de madre al ritmo de "Molotov", se habría armado la zacapela. Una nutrida nube de reporteros, fotógrafos y camarógrafos también aguardaba el inicio de las hostilidades que en esferas oficiales se había anticipado. Pero nada... Vigilia en vano. Fue un repudio pacífico y melodioso, una indignación artística. Hasta los "pefepos" rompieron su formación para ver quién cantaba, y comentaban entre ellos. En cuanto vieron que su oficial al mando regresaba, volvieron a formarse.
En el interior del Teatro de la República todos los cortesanos se sangraban las manos aplaudiendo las demagogias de los "gobernantes" panistas (en Querétaro, como prácticamente en todo el país, el PRI se volvió comparsa aventurera del cinismo blanquiazul). Todos bien lejos de la ciudadanía a la que dicen "servir".
Ahí estaban, junto a funcionarios estatales y federales --incluyendo políticos panistas bronqueados con el poder, como el ex-gobernador Loyola Vera y el ex-alcalde Armando Rivera, dando "nota" a reporteros locales--, los altos directivos de medios y "formadores de opinión" queretana (el director del Diario de Querétaro, del brazo de Andrés Estévez, el nuevo súmum informativo del Grupo Acir y noticieros cableros en Querétaro), recibiendo la única fuente de su información y conocimiento, para después esparcir las bondad oficial del "señor Presidente de la República". Jamás dirán ni difundirán al público incauto la realidad que sus reporteros y fotógrafos vivieron y testimoniaron entre el grupo de manifestantes opositores. La única verdad publicada será la farsa que presenciaron alrededor de la fantasía "institucional". Simple ficción que no logran hacer realidad.
Pasadas las 11:30 de la mañana, las calles que confluyen en el Teatro de la República, vacías de pueblo por el cerco militar del Estado Mayor Presidencial, también se vaciaron de tanto policía y militar, que tomaba cada uno un tramo de valla metálica y la llevaba al camión que las transportó, estacionado entre otros camiones del Ejército, la Policía Federal Preventiva y las fuerzas de seguridad de Querétaro, supuestamente pagadas para proteger a los ciudadanos, no para coartarle sus libertades.
Calderón se marchó como llegó: escondido entre la tropa.
Triste Presidencia repudiada, hecha de pura fantasía institucional.
Esta vez fue el sitiado Teatro de la República de Querétaro --donde se promulgó la Constitución de 1917, cuyo aniversario supuestamente festejó el Presidente de facto-- que se llenó de aplaudidores rentados e interesados, protegidos (¿?) por policías de todas las corporaciones, Guardias Presidenciales, elementos del ejército y hasta cadetes de policía preparados para actuar como golpeadores al estilo Halcones de Echeverría.
Mientras la policía queretana y Guardias Presidenciales cercaban unas 20 cuadras alrededor del recinto histórico, no lejos de ahí, en la Alameda de la ciudad, se congregaban en dos puntos distantes ciudadanos por un lado, y militantes del PRD y el PT por el otro. Sin embargo, ambos grupos se unieron para marchar hacia el teatro, topando con un primer cerco policial que, a fin de cuentas, no pudo contener la columna de indignación ciudadana.
A una cuadra del Teatro de la República, en el llamado Jardín Zenea, el Estado Mayor Presidencial apostó tres filas concéntricas de elementos, empezando con los cadetes de policía vestidos de civil, dispuestos a mezclarse con los manifestantes y aparentar, llegado el caso, un "pleito interno", como el gobierno acostumbra tratar toda represión de manifestaciones.
Atrás de los cadetes de civil, el siguiente cerco era de guaruras de la Policía Ministerial (antiguamente Judiciales) mezclados con efectivos de Guardias Presidenciales y patrulleros municipales y estatales. A un lado de la valla, el tercer nivel de detención lo formaban elementos de la Policía Federal Preventiva, con una válvula de apoyo en Granaderos de la policía queretana. Listos para repeler el inminente ataque de violencia popular.
Todos ellos bajo la mirada y órdenes de un nutrido enjambre de efectivos del EMP, inconfundibles con sus trajes negros, corbata roja y pelo al rape.
Cerca de ahí, en alerta, varios camiones llenos de grupos de choque de la PFP, tanquetas artilladas de la Zona Militar y grupos especiales de intervención policiaca, listos para intervenir a la primera orden.
Pero todos se frustraron. La violencia esperada hizo "puente".
Los manifestantes llegaron hasta la valla donde el EMP les impidió el paso, en abierta violación a la libertad de manifestación de las ideas y de tránsito que consagra la Constitución, que los fariseos festejaban cerca de ahí, en "petit comité". Al no poder avanzar, ahí se plantaron renegados y militantes partidistas, sobre la calle Corregidora (la principal del corazón de Querétaro) y expresaron su repudio al usurpador --escondido tras el cerco militar--, con encendidos discursos y reclamaciones de respeto a la Constitución y las garantías individuales que consagra, además del franco rechazo a la pretendida privatización de yacimientos petroleros que intentan PRI y PAN.
Como es característica de la Resistencia Civil Pacífica, a la distintiva incultura de armas y golpes de la Guardia Pretoriana de la Usurpación, mujeres y hombres renegados opusieron la cultura y el arte. Una melodiosa y potente voz femenina comenzó a entonar "a capella" la intencionada canción "La Paloma", como un mensaje de paz a quienes sólo quieren la guerra... contra indefensos.
Desconcertados, los golpeadores dispuestos esperaban alguna provocación para repeler a los alborotadores. Tal vez si hubieran escuchado cantar una mentada de madre al ritmo de "Molotov", se habría armado la zacapela. Una nutrida nube de reporteros, fotógrafos y camarógrafos también aguardaba el inicio de las hostilidades que en esferas oficiales se había anticipado. Pero nada... Vigilia en vano. Fue un repudio pacífico y melodioso, una indignación artística. Hasta los "pefepos" rompieron su formación para ver quién cantaba, y comentaban entre ellos. En cuanto vieron que su oficial al mando regresaba, volvieron a formarse.
En el interior del Teatro de la República todos los cortesanos se sangraban las manos aplaudiendo las demagogias de los "gobernantes" panistas (en Querétaro, como prácticamente en todo el país, el PRI se volvió comparsa aventurera del cinismo blanquiazul). Todos bien lejos de la ciudadanía a la que dicen "servir".
Ahí estaban, junto a funcionarios estatales y federales --incluyendo políticos panistas bronqueados con el poder, como el ex-gobernador Loyola Vera y el ex-alcalde Armando Rivera, dando "nota" a reporteros locales--, los altos directivos de medios y "formadores de opinión" queretana (el director del Diario de Querétaro, del brazo de Andrés Estévez, el nuevo súmum informativo del Grupo Acir y noticieros cableros en Querétaro), recibiendo la única fuente de su información y conocimiento, para después esparcir las bondad oficial del "señor Presidente de la República". Jamás dirán ni difundirán al público incauto la realidad que sus reporteros y fotógrafos vivieron y testimoniaron entre el grupo de manifestantes opositores. La única verdad publicada será la farsa que presenciaron alrededor de la fantasía "institucional". Simple ficción que no logran hacer realidad.
Pasadas las 11:30 de la mañana, las calles que confluyen en el Teatro de la República, vacías de pueblo por el cerco militar del Estado Mayor Presidencial, también se vaciaron de tanto policía y militar, que tomaba cada uno un tramo de valla metálica y la llevaba al camión que las transportó, estacionado entre otros camiones del Ejército, la Policía Federal Preventiva y las fuerzas de seguridad de Querétaro, supuestamente pagadas para proteger a los ciudadanos, no para coartarle sus libertades.
Calderón se marchó como llegó: escondido entre la tropa.
Triste Presidencia repudiada, hecha de pura fantasía institucional.
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