El catecismo de la decencia
Javier Aranda Luna
Da gusto saber que el
PAN es el partido de la decencia., de los valores, de lo mejor para el país. Da gusto porque ese instituto político exige la aplicación estricta de la ley para sus “enemigos” –y sus enemigos son todos los que no están con ellos–, y protege con la misma ley y con voto de silencio a personajes como Marcial Maciel, su guía espiritual, con el piadoso argumento de que la ropa sucia se lava en casa, aunque no se lave. Da gusto, porque siendo un partido político mexicano y financiado por los mexicanos, rinde cuentas y recibe línea de la burocracia que representa al Estado vaticano, el Estado más rico del orbe aunque la Biblia condene la acumulación de riquezas y el propio Papa la considere un pase fast track al infierno. ¿Cómo olvidar aquella duda teológica planteada por Felipe Calderón al inicio de su mandato, cuando acudió a presentarse ante su líder, el señor Ratzinguer? ¿Daba al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios? A algunos militantes comunistas los financió Moscú, pero a nuestros entusiastas cruzados el Vaticano parece cobrarles la franquicia de esa decencia atípica que se resiste a ser encasillada por cualquier diccionario que le atribuye características como el recato, la honestidad o la modestia. Da gusto que el líder del PAN hable de la decencia, pero ¿a qué decencia se refiere cuando acepta que uno de los gobernadores que salieron de sus filas destine 90 millones de pesos extraídos de recursos públicos para construir un templo dedicado a los mártires cristeros y olvida a los mártires de la educación? ¿Sabrá el gobernador González Márquez que los mártires cristeros le cortaron los senos a las maestras y a los maestros rurales las orejas por alfabetizar a los indios? ¿Lo sabrá el decente presidente del PAN? ¿La decencia empezará perdonando a los narcotraficantes como quiere el obispo de Tlaxcala? ¿Las narcolimosnas terminarán ablandando a los duros jueces para darles la “oportunidad” a pistoleros arrepentidos? ¿Qué sigue? ¿La formación de catequistas financiados con recursos del erario para que den clases de valores en las escuelas públicas? ¿Los cristeros de San Juan Chamula tendrán la capacidad financiera para instrumentar ese plan que busca erradicar la laicidad de la educación pública y dar clases de catecismo en las aulas? Así como el poderoso Estado vaticano no ha podido canonizar a Isabel la Católica, tampoco creo que puedan avanzar en México los planes de la burocracia eclesiástica que rinde cuentas a Roma en materia de educación. Aunque burócratas como Emilio González Márquez y otros insistan en desviar recursos públicos a la Iglesia católica no creo que eso pueda sostenerse a mediano plazo. No creo que empresarios judíos, protestantes y musulmanes estén dispuestos a seguir contribuyendo con sus obligaciones fiscales sabiendo que financiarán nuevas hordas cristeras que se opongan a la enseñanza de las tablas de multiplicar y el alfabeto. Además, en un mundo globalizado imagino que empresarios y políticos de países como Estados Unidos, Alemania, Japón, Corea, China o Inglaterra podrían ejercer “alguna presión” sobre la burocracia de Roma y la de nuestro país para convencerlos de no insistir en sus despapuchos. Porque ya ha ocurrido. ¿Y por lo demás, qué hará el primer burócrata de Jalisco con los miles de migrantes que regresen a su tierra con otras creencias? ¿Los expulsará? ¿Los obligará a hacer el tour cristero? ¿Expondrá el recurso de las remesas por sus desplantes fariseos?Qué bueno que el PAN es el partido de la decencia, pero ya es hora que nos diga qué entiende por decencia, se pronuncie sobre los casos de pederastia en escuelas confesionales, nos enseñe en qué pasaje de la vida de Jesús el Cristo o en qué parte de su catecismo se justifica la obscena acumulación de la riqueza, dónde se encuentra el versículo que justifica odiar al prójimo o que nos muestren sus tablas de la ley o su versión de la nueva Biblia que consultan. Si ya abandonaron la de Fray Luis de León o la de Nácar y Colunga, tal vez estén utilizando la de González o la de Márquez o la de Duodécimo o la de algún Neotorquemada de la que por decencia deberían enviar un ejemplar impreso en papel ahulado a la Biblioteca Vasconcelos, donde los libros flotan o duermen el sueño de los justos.
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