Jaime Avilés
Al explicar ante la Comisión de Energía del Senado por qué se oponen a la privatización de Pemex, Claudia Sheinbaum y Luis Javier Garrido alabaron uno de los valores más importantes de la industria petrolera nacional: su neutralidad ante los conflictos mundiales que tienen como eje la disputa por el control de los hidrocarburos, un tema que Alfredo Jalife-Rahme había tocado ya en el suplemento “México entre el acoso y la resistencia”, que La Jornada publicó el pasado 18 de marzo.
Si el precio internacional del crudo llegó esta semana a 133 dólares por barril es porque Estados Unidos derrocha una fortuna cada día para proteger a Arabia Saudita y alimentar a sus vapuleadas tropas en Irak. Esto determina, en opinión del doctor Jalife, que el verdadero costo del petróleo en Medio Oriente ande “cerca de 200 dólares” por barril, cifra que incluye los gastos militares de Washington en la zona.
En cambio, la extracción del barril de petróleo en el Golfo de México se mantiene en 4 dólares porque en nuestras aguas y costas reina la paz. Por absurdo que parezca, eso será lo primero que perderemos si el Senado aprueba las iniciativas petroleras de Calderón. En palabras del doctor Garrido, si se autoriza la instalación de refinerías estadunidenses en nuestro suelo, éstas se convertirán de inmediato en “objetivos militares” para los enemigos de la Casa Blanca, y por lo tanto en un peligro permanente para la seguridad del país.
De acuerdo con esa lógica, Washington podría simular un ataque de Al Qaeda contra alguna de las nuevas refinerías gringas aquí, para justificar el ingreso de sus tropas a México: algo que el propio Calderón trató de facilitar ya, a principios de 2007, cuando los diputados panistas intentaron derogar la Ley Federal de Neutralidad que veta el ingreso de ejércitos extranjeros a nuestro territorio.
En abono de lo anterior, la doctora Sheinbaum añadió que “además, las refinerías extranjeras no ofrecerían nuevos empleos”, pues “llegarían con sus ingenieros y sus trabajadores”, y, por ende, con sus propios cuerpos de vigilancia y su propio tabulador de salarios, como el que se usa ya en las plataformas privadas de la sonda de Campeche, donde los obreros y técnicos extranjeros ganan 10 veces más que los mexicanos por hacer la misma faena.
A lo largo de los cuatro primeros debates en el Senado (13, 15, 20 y 22 de mayo) los expertos demostraron que las reformas calderónicas son contrarias a la Constitución, no sólo porque pretenden que los grandes consorcios foráneos lleven a cabo funciones que hoy tienen estrictamente prohibidas –explorar, extraer, vender, exportar, almacenar y refinar crudo–, sino porque, al autorizarlas, el Congreso auspiciaría la existencia de una industria petrolera pública y otra privada, lo que violaría el precepto que le reserva al Estado absoluta exclusividad en esa materia.
Sergio García Ramírez subrayó que el Senado cometería una aberración capaz de destruir todo el sistema jurídico vigente si admitiera –como desea Calderón– que las leyes secundarias modifiquen las disposiciones de la Carta Magna a la que están subordinadas. Eso, para decirlo pronto, sería como si en un ejército los soldados dieran órdenes a los generales.
Ante los balbuceos de los “defensores” de su proyecto, que recomiendan “perfeccionarlo” para evitar que la Suprema Corte lo rechace esta semana, Calderón volvió a sacar el espantapájaros de que nos queda petróleo “para nueve años” –aunque su secretaria de Energía insista en que hay “para 60”– y, dando nuevos manotazos en el atril de la impotencia, vociferó que gracias a la privatización de Pemex, México ahorraría “100 mil millones de dólares”. ¡Cómo no!
¿Quién puede creerle media palabra ya al hombrecito de Los Pinos que prometió aumentar el empleo, reducir la inflación, bajar la deuda externa y sofocar la violencia del narcotráfico, si el país naufraga en medio de la carestía galopante, el endeudamiento ilimitado, la desocupación de millones de personas desesperadas y la lucha sangrienta de los cárteles? Todo se paga en esta vida y Calderón está saldando con inmenso descrédito su irresponsabilidad y su ineficiencia, de acuerdo con la –tardíamente desmentida– encuesta de Ulises Beltrán, según la cual en los pasados tres meses su “aceptación” cayó de 34 a 6 por ciento.
Pero las penurias del espurio no terminan ahí. Para Raúl Carrancá y Rivas, Calderón podría verse “sujeto a juicio político” por presentar un paquete de reformas contrarias a la Constitución y, de acuerdo con la docta opinión del ex ministro de la Corte Juventino Castro y Castro, antes de poner sus iniciativas petroleras a votación del Congreso, está obligado a someterlas a consulta popular, tal como lo manda el artículo 26 de nuestra ley suprema.
Sin embargo, aunque derrotado por apabullante paliza tras los cuatro primeros rounds del debate, Calderón y sus petrosenadores –Manlio Fabio Beltrones, Francisco Pemexgate Labastida Ochoa y Santiago Creel– toman providencias para que, después de eso que la ultraderecha golpista considera un simple trámite, la mayoría del PRIAN apruebe la contrarreforma petrolera en plenos Juegos Olímpicos.
Este es el mayor peligro que hoy amenaza a México y para conjurarlo no hay otro recurso que la movilización en pos de un objetivo político central: lograr que el “gobierno” de facto respete el 26 constitucional y convoque a una consulta popular sobre la contrarreforma. Esta es, hoy por hoy, la demanda más importante del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, que encabeza Andrés Manuel López Obrador y respaldan millones de mexicanos en todo el país.
Para contribuir a tan noble propósito, Desfiladero entrega a sus lectores, a partir de hoy, una obra de teatro cómica, susceptible de ser representada en espacios públicos, a fin de fortalecer la campaña informativa que, a pesar de la televisión y los levantacejas electrónicos, ha generado ya un amplio consenso contra la privatización de Pemex. Ustedes pueden disfrutar del espectáculo ahora mismo, buscando en Internet la siguiente dirección electrónica es: www.eloronegro.blogspot.com, donde además hallarán sugerencias acerca de cómo llevar a cabo la puesta en escena. A continuación, un fragmento mínimo:
Entran X y Y, dos revolucionarios de 1910 y platican lo siguiente: X: Mi general, con la novedad que nuestros hombres tomaron Jerez. Y: ¿Allá por el estado de Zacatecas? X: Sí, general. Pero luego tomaron Tequila. Y: ¿Allá por el estado de Jalisco? X: Sí, general. Pero luego tomaron Tehuacán. Y: ¿Por el estado de Puebla? X: No, general. Por el estado de cruda. Y: ¿Y cómo están las cosas en Cagüila? X: Más o menos. Anoche las tropas de Villa evacuaron Piedras Negras. Y: Ah, cabrón, ¿pos qué cenaron?
Para comunicarse con esta columna jamastu@gmail.com
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