Jesús Peraza Menéndez
Monarquía Neoliberal
La inusitada participación tanto por el número de integrantes como por la calidad de las exposiciones con sustento jurídico, técnico, sociológico, histórico en el debate sobre la iniciativa del gobierno espurio de Felipillo Calderón para privatizar los hidrocarburos mexicanos se da en medio de la cerrazón de la pandilla calderonista y sus socios imperiales, cuyo único argumento es que son sólo los quinientos diputados y 128 senadores quienes deben tomar esta decisión por “mandato constitucional”, pues no existe forma legal alguna para consultar a más de 100 millones de mexicanos (100 en México y otros tantos en los EUA), los que serán los directamente afectados con lo que decidan 628 legisladores mexicanos, muchos susceptibles de ser rápida y fácilmente comprados por los beneficiarios de la privatización.
Me recuerda al escritor uruguayo Eduardo Galeano, cuando decía que los diputados de su país querían elegir otro pueblo pues éste les era ya insoportable, había perdido la sumisión. Claro está, para eso se llevó al cabo el fraude electoral con todos sus matices y múltiples efectos con su definición jurídica-filosófica-política neoliberal: “haiga sido como haiga sido”, para tener dos bancadas incondicionales, la del PRI y el PAN, y una quinta columna en el PRD, la de los Chuchos de la vieja rémora de incondicionales oportunistas y arribistas, que asegurarían la rápida privatización de PEMEX. Pero no ha habido calma en ningún momento para el gobierno espurio: el movimiento de dimensión nacional de ALMO contra el fraude electoral y la privatización de PEMEX, la APPO en Oaxaca, el EPR, la resistencia de las Juntas de Buen Gobierno-EZLN en Chiapas, los maestros, los campesinos y las luchas intestinas en todos los partidos políticos. No han podido sacar adelante la tarea encomendad por los patrocinadores del fraude electoral: privatizar PEMEX y luego la energía eléctrica, para después deshacerse de la más importante construcción sociocultural: la educación y la salud públicas, así pues de todo patrimonio sociocultural, incluidas las universidades públicas, los acervos históricos y los recursos naturales. Lo hacen justo cuando los norteamericanos deben pagar los mejores precios por barril y cuando su consumo se ha ido por los cielos, es decir cuando se vuelve un negocio altamente rentable, por cierto por no más de 5 décadas en que conoceremos otra revolución tecnológica energética.
El proyecto de nación del reyecillo Felipillo es convertir a México en una empresa “privada eficiente”, sujeta a los perversos juegos monopólicos del mercado internacional aparece cuando gana y desparece cuando pierde, esto es una ley económica pero nunca ha podido ser una ley social. La empresa privada del espurio funcionaría, ya sin cargar con el lastre de las tareas sociales (destinadas a los más de 100 millones de mexicanos), a las que debe dedicarse todo Estado Moderno, ese es el contrato social que regula la convivencia civilizada. Felipillo, cobijado por ese agente de ventas que es el rey Juan Carlos y el presidente español Rodríguez Zapatero, ha descalificado el debate pues no “aborda los puntos medulares de su iniciativa” e invita a la inversión “española en las áreas ya abiertas”. Es decir, nadie ha podido aprobar su propuesta de violación a la Constitución Política Mexicana, nadie ha encontrado la fórmula para romper el contrato social y mantener los ánimos sociales nacionales tranquilos, nadie comprende las “razones técnicas y financieras” por las que una nación deba deshacerse de su más importante patrimonio.
Disfrazado de pequeño monarca Felipillo, evidentemente emocionado por la “acogida soberana ” (o la soberana co…), se armó de valor para descalificar a todos los que se oponen al fraude electoral y la destrucción de la nación con la venta de la industria petrolera mexicana, es decir, los que nos oponemos a renunciar a los recursos que objetivamente nutren con energía la nación y los que le dan margen de negociación frente al irracional monopolio mediático-empresarial-financiero, ese voraz destructor de la vida. Ideológicamente para los neoliberales cortesanos, el Estado Moderno liberal les parece populista, viejo y atrasado por su proyecto social de nación, y les gusta para la modernidad neoliberal la monarquía, súbditos, no ciudadanos, subordinados sin derechos en el reino del monopolio empresarial.
Nada menos que el generalísimo –reducto español del fascismo- Francisco Franco fue quien restauró la monarquía en España, sacando al depauperado Juan Carlos de su exilio en Roma, a quien se le asignaron las comisiones de las operaciones petroleras para mantenerse y, así como las que obtiene por representar a los monopolios constituidos por conservadores franquistas con la modernización de España (Repsol, Santader, etc.) que financió la Comunidad Económica Europea. Sin explicarnos que la monarquía española reinstaurada sería la encargada de restaurar la Colonia en América Latina, claro, no sólo representando a los grupúsculos fácticos españoles sino, sobre todo, a sus socios norteamericanos que ya son repudiados en todo el continente y el planeta, los rostros españoles no generarían la necesaria e inmediata reacción antiimperialista como la intervención norteamericana directa.
Esta se traduce en la amenaza de fuerza represiva, bajo la cobertura de la lucha contra el narcotráfico –el Plan Mérida- que no produce ningún efecto económico, político, social, cultural, humanamente positivos, en cambio se extienden, al mismo tiempo, la violencia criminal de los carteles y el Estado con sus lazos de corrupción, el consumo de drogas y los ingresos económicos de mafias y empresas legales que lavan dinero, dueños y jefes de mafias cohabitan departen y comparten sin duda alguna, amparados en un Estado de guerra de no tan baja intensidad. De este modo policía y ejército son una no tan velada amenaza hacia la movilización social contra la destrucción de la nación, es decir, contra la población que no ve futuro en esta política privatizadora, que no encuentra explicación razonable al encarecimiento de la vida, a la especulación con los alimentos, a la burocratización de los servicios de salud, a la decadencia de la educación pública, al abandono de la agricultura, al desprecio a las mujeres, las sociedades ancestrales y en general a todo derecho humano.
La crisis de la pandilla calderonista es de legitimidad, no han podido convencer del fraude con el poder de los medios electrónicos y menos han conseguido ganar el consentimiento para imponer sus criminales reformas. Los priístas tan corruptos no son tan tontos, son ya viejos bandoleros experimentados que saben cuándo asaltar con menos pérdidas y no quieren cargar con la crisis social que desatará la desesperación de Felipillo Calderón y su españolito Mouriño, que parecen estar dispuestos a todo para la privatización de PEMEX, “haiga sido como haiga sido”.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario