miércoles, junio 11, 2008

Irán y la doble moral de Occidente

Editorial

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anunció ayer, en conferencia de prensa conjunta con su homólogo esloveno, Janez Jansa, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, que su país y la Unión Europea (UE) emprenderán nuevas medidas contra Irán en tanto esa nación islámica no suspenda su programa de desarrollo de energía nuclear. Entre las sanciones anunciadas se incluye el congelamiento de los activos iraníes en bancos europeos, según afirmó la comisaria de Relaciones Exteriores del conglomerado de naciones del viejo continente, Benita Ferrero-Waldner. Al mismo tiempo, Bush demandó sanciones más severas por parte de la Organización de las Naciones Unidas ante la negativa de Irán de interrumpir sus procesos de enriquecimiento de uranio.

Estos señalamientos se suman a la campaña de hostigamiento emprendida por Washington contra Teherán a partir de 2002, cuando el propio Bush definió el llamado “eje del mal”, integrado por Irak, Irán y Corea del Norte. Hasta ahora, tal campaña se ha basado en presentar al gobierno de la república islámica como “el principal patrocinador del terrorismo de Estado en el mundo”, acusarlo de promover la inestabilidad y la violencia en Líbano –con el apoyo al movimiento chiíta Hezbollah–, e incluso de financiar al talibán, disparate fundado en la ignorancia de las profundas diferencias entre los ayatolas chiítas y el integrismo sunita, respaldado y armado, este último, por Estados Unidos, en el contexto de la invasión soviética a Afganistán. Por añadidura, la Casa Blanca ha adoptado como verdad oficial el presunto desarrollo de armas nucleares por parte de Irán en lo que parece un reciclaje de las acusaciones con las que el propio Bush justificó la invasión a Irak.

El comunicado conjunto de Washington y Bruselas reviste una doble moral inocultable, al condenar al régimen de Teherán y no hacer otro tanto con el de Tel Aviv, aliado estratégico de Estados Unidos en la región. Al respecto, debe recordarse que Israel ha sido excluido de manera inexplicable del Tratado de no Proliferación Nuclear y ha logrado evadir las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), pese a que desde hace unas tres décadas posee, de acuerdo con información fundamentada y nunca desmentida por las autoridades israelíes, el único arsenal atómico de Medio Oriente.

Significativamente, la semana pasada el viceprimer ministro israelí, Shaul Mofaz, dijo que “atacar a Irán para detener sus planes nucleares es inevitable”. Tal advertencia pone de manifiesto que Teherán tiene sobradas razones para estar a la defensiva ante un eventual ataque de la mayor potencia del mundo y su aliado regional, e incluso haría comprensible el desarrollo de armamento nuclear por parte del gobierno iraní, así fuera como mera acción disuasiva ante las amenazas de Washington y Tel Aviv.

Por lo demás, la hipocresía de Occidente en torno a Irán también puede observarse en el silencio que guardó cuando la India y Pakistán desarrollaron sus respectivos arsenales atómicos. Paradójicamente, el gobernante de este segundo país, Pervez Musharraf, concentra todos los elementos para figurar en el “eje del mal” de Estados Unidos: es un militar golpista y violador sistemático de los derechos humanos, que ha apoyado y financiado a grupos terroristas y ha desarrollado armas de destrucción masiva; sin embargo, el dictador paquistaní no está incluido en la mencionada lista, porque ha sido un aliado imprescindible de Washington en su cruzada “contra el terrorismo”.

No resulta sorprendente la postura sesgada de Estados Unidos y la UE en relación con Irán. En cambio, resultaría desastroso para la imagen del sistema de Naciones Unidas que la AIEA y la propia ONU se prestaran al juego de Bush. En todo caso, esos organismos tendrían que asumir una postura justa, neutral y consecuente y, si no quieren aparecer ante el mundo como meros instrumentos de Washington, deberían emprender inspecciones en territorio israelí y, antes que hostigar a la república islámica por armas atómicas que no existen, al menos por ahora, demandar el desmantelamiento del arsenal nuclear del Estado hebreo.

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