La rebelión agraria,
la economía y la política
Enviado por Raul Isman el 02/06/2008
Seccion : Editorial
Seccion : Editorial
Junio del 2008
El furibundo y brutal ataque golpista de la derecha más conservadora contra el gobierno nacional presidido por la doctora Cristina Fernández no cesa y ya se acerca a cumplir un trimestre. Flanqueado a diestra por la apologeta del genocidio Cecilia Pando de (nada causal apellido de casada) Mercado y los diversos corifeos mediáticos de la reacción (Mariano Grondona, Bernardo Neustadt, Magdalena Ruiz Guiñazú entre sus variantes pro-genocidio; los Tenembaum y Zlotogwiazda son su cara “progresista”); la sediciosa prédica no descansa en su afán por desgastar al elenco oficial. Por izquierda (en realidad por sinistra: nunca tan adecuada la expresión) se observa a Raúl Castells, a la ridícula enfermera Vilma Ripoll, al batallón perdido de la larga marcha maoísta autodenominado Partido Comunista Revolucionario (en realidad una banda de delirantes reaccionarios) y a diversas sectas que fungen como comparsa revolucionaria para la coalición hegemonizada por los terratenientes, los pools sojeros y los grandes consorcios exportadores multinacionales.
El objetivo político del ya prolongado intento es debilitar y obturar la posibilidad de erigir un estado con capacidad de intervención en el escenario económico y que consiga favorecer a los más desposeídos. Si se comprende adecuadamente tal circunstancia, quienes no están de acuerdo con el gobierno nacional pueden reivindicar el derecho del pueblo argentino a defenderse de sus enemigos históricos sin necesidad de seguidismo ninguno y llegar a acuerdos con quienes integramos el proyecto gobernante; pero que apunten a aislar a la derecha. De modo que el eje de la controversia con el campo contrincante y punto de articulación popular pasa por una necesaria ampliación de nuestras fuerzas, bajo el común objetivo de fortalecer al estado; es decir, que la política condicione a la economía.
Nunca faltan observadores desprevenidos o francamente dormidos para anoticiarse de los verdaderos contenidos y propósitos de la reaccionaria oposición. Pero en el acto realizado en Rosario el 25 de mayo pasado, no ocultaron nada. Veamos los hechos: el piquetero tinelliano Raúl Castells exigió la renuncia presidencial- desde la legitimidad que le confiere su 0,10 del electorado- al tiempo que el presidente de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi manifestó que la presidente electa con el 46 % de los sufragios resultaba un obstáculo para un plan de desarrollo agropecuario. Consciente del fallido cometido, pidió disculpas. Pero varios días después, con lo cual el desmentis resultó un jalón más en la profusa colección de la hipocresía agropecuaria. La misma que les lleva a reclamar precios sostenes (pagados con fondos públicos) para sus producciones y a aprobar el salvataje estatal frente a la amenaza de remate judicial para sus propiedades en lo peor de la crisis. Pero exigen el máximo liberalismo cuando las circunstancias económicas les son propicias; omitiendo y ocultando que sin retenciones la mayor parte del pueblo vería alejarse el mínimo alimento de sus mesas. Mientras tanto, la coqueta concurrencia acompañaba entusiasta el clamor destituyente; sumamente generalizado entre los oradores y los medios afines. Lo llamativo es que se extrañen por ser denominados golpistas. En rigor, llamarlos de tal modo es manifiestamente una cortedad del lenguaje, habida cuenta del discurso insolente, violento, autoritario, que incluye un profundo desprecio por la voluntad popular emanado de la runfla de agraristas, defensores de torturadores, politiqueros intencionadamente desmemoriados y otras yerbas convocados en la tenida de marras.
El final continúa abierto. Nuestra superioridad en adherentes resulta empequeñecida por la parafernalia massmedíatica del enemigo, por errores cometidos y por diversas limitaciones políticas. Si no triunfamos en esta ya larga conflagración, el precio no lo pagará sólo el pueblo argentino. Toda nuestra América que lucha por la emancipación notará una importante baja. Es que en esta batalla entre la supremacía de la política sobre la economía se juega también si la Argentina contribuye a la liberación latinoamericana o se hunde- como Colombia, Méjico o Perú- en el seguidismo pro-imperialista en caso de triunfar la oposición.
El objetivo político del ya prolongado intento es debilitar y obturar la posibilidad de erigir un estado con capacidad de intervención en el escenario económico y que consiga favorecer a los más desposeídos. Si se comprende adecuadamente tal circunstancia, quienes no están de acuerdo con el gobierno nacional pueden reivindicar el derecho del pueblo argentino a defenderse de sus enemigos históricos sin necesidad de seguidismo ninguno y llegar a acuerdos con quienes integramos el proyecto gobernante; pero que apunten a aislar a la derecha. De modo que el eje de la controversia con el campo contrincante y punto de articulación popular pasa por una necesaria ampliación de nuestras fuerzas, bajo el común objetivo de fortalecer al estado; es decir, que la política condicione a la economía.
Nunca faltan observadores desprevenidos o francamente dormidos para anoticiarse de los verdaderos contenidos y propósitos de la reaccionaria oposición. Pero en el acto realizado en Rosario el 25 de mayo pasado, no ocultaron nada. Veamos los hechos: el piquetero tinelliano Raúl Castells exigió la renuncia presidencial- desde la legitimidad que le confiere su 0,10 del electorado- al tiempo que el presidente de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi manifestó que la presidente electa con el 46 % de los sufragios resultaba un obstáculo para un plan de desarrollo agropecuario. Consciente del fallido cometido, pidió disculpas. Pero varios días después, con lo cual el desmentis resultó un jalón más en la profusa colección de la hipocresía agropecuaria. La misma que les lleva a reclamar precios sostenes (pagados con fondos públicos) para sus producciones y a aprobar el salvataje estatal frente a la amenaza de remate judicial para sus propiedades en lo peor de la crisis. Pero exigen el máximo liberalismo cuando las circunstancias económicas les son propicias; omitiendo y ocultando que sin retenciones la mayor parte del pueblo vería alejarse el mínimo alimento de sus mesas. Mientras tanto, la coqueta concurrencia acompañaba entusiasta el clamor destituyente; sumamente generalizado entre los oradores y los medios afines. Lo llamativo es que se extrañen por ser denominados golpistas. En rigor, llamarlos de tal modo es manifiestamente una cortedad del lenguaje, habida cuenta del discurso insolente, violento, autoritario, que incluye un profundo desprecio por la voluntad popular emanado de la runfla de agraristas, defensores de torturadores, politiqueros intencionadamente desmemoriados y otras yerbas convocados en la tenida de marras.
El final continúa abierto. Nuestra superioridad en adherentes resulta empequeñecida por la parafernalia massmedíatica del enemigo, por errores cometidos y por diversas limitaciones políticas. Si no triunfamos en esta ya larga conflagración, el precio no lo pagará sólo el pueblo argentino. Toda nuestra América que lucha por la emancipación notará una importante baja. Es que en esta batalla entre la supremacía de la política sobre la economía se juega también si la Argentina contribuye a la liberación latinoamericana o se hunde- como Colombia, Méjico o Perú- en el seguidismo pro-imperialista en caso de triunfar la oposición.
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