Michel Balivo
(Ahora que nos tienen en el corral)
Hay paisajes que pintan claramente una etapa sicológica e histórica que va comenzando a ser superada, dejada atrás. Imagínense por ejemplo una manifestación de presidentes electos de países subdesarrollados, haciendo lobby entorno a la Casa Blanca, gritando y manoteando, gesticulando para tratar de llamar la atención y favores de papá imperio.
¡Mira, epa, aquí! Yo tengo mano de obra más barata que mis vecinos, yo tengo leyes que protegen tu inversión de capitales. Yo me someto a los dictámenes de tus organizaciones internacionales, yo abro mis fronteras y privatizo mis empresas públicas para que tú me vengas a explotar sin problemas. ¿Para qué vamos a producir si podemos importar?
Y una vez que compramos el cuentito de para qué esforzarse y ya nos tienen en el corral comiendo de su mano, de sus productos subsidiados por el supuesto estado no intervencionista y el libre mercado de ofertas y demandas, ahora cierran la puerta y multiplican los precios de la energía que todo lo mueve, de los alimentos y fertilizantes que todo lo sustentan. Los medicamentos que alivian dolores y enfermedades.
Ahora que desmantelamos o nunca llegamos a desarrollar empresas sociales o estatales, ahora que destrozamos una organización, cultura y economía agroalimentaria soberana, ¿qué hacemos? ¿Comer cuentos? ¿Bajarnos los pantalones un poco más aún y pedir por favor de rodillas? ¡Qué ingenuidad, qué infantilismo, cuando si estamos así es justamente por “sus favores”!
Por irónicas, ofensivas y de muy mal gusto que estas imágenes puedan aún resultar para nuestros orgullos nacionales, no podemos dejar de ver que todavía suceden en muchos países y que si comienza a entrar en nuestras conciencias y resultarnos reconocible, es porque hay un cambio de mentalidad que se expresa como dirección de hechos de muchos pueblos, que comienza a pintarse como un cambio continental, camino del mundial.
Las concretas circunstancias límites de nuestro escenario mundial, nos ponen ante la obligación fáctica de reconocer que hemos llegado a los umbrales de alcances y posibilidades de un modelo mental, cultural, económico. Hoy por ejemplo comienzan a ser ya evidentes e innegables los síntomas de desmoronamiento e inviabilidad en la economía europea y norteamericana.
Con lo cual toda una instancia de la mirada colectiva, donde el modelo del norte era para unos vivencia y para otros la meca de sus aspiraciones, el Cielo mismo al que esperaban llegar desde el infierno de sus experiencias cotidianas, comienza a llegar a su fin. ¿Hacia dónde apuntamos, hacia dónde vamos ahora, qué dirección le daremos a nuestras vidas, a nuestras energías, qué ensueños guiarán nuestras acciones, conductas?
Tenemos crisis por contaminaciones ambientales, ecológicas, climáticas, sanitarias. Pero además crisis económicas por especulación con la satisfacción de las necesidades básicas a la existencia; alimentos, fertilizantes, medicinas, educación, vivienda, etc. Eso nos obliga por una parte a tomar conciencia de la necesaria reorientación de nuestras sofisticadas tecnologías, ante las limitaciones del ecosistema para soportar y reciclar nuestro consumo depredador.
¿Quién era el visionario capaz de imaginarse ante la rueda, la palanca o la polea, que llegaríamos a estas circunstancias? Solo la acumulación de conocimiento y experiencia nos puede poner ante estas interrogantes, ante esta toma de conciencia de las limitaciones de nuestro hábitat.
Por otra parte, ante la serie de especulaciones con las necesidades básicas para la existencia, resultan obvias las limitaciones de la concepción del libre mercado como expresión y extensión de nuestras libertades personales, en el mismo momento que por el poder y alcance de las tecnologías, se ponen en evidencia las limitaciones o grado de tolerancia de nuestro entorno natural y humano a tal interacción.
Frente a las exigencias concretas de nuestro ecosistema que incluye nuestros cuerpos, no caben las especulaciones, las ideologías, las postergaciones ideales, el continuar desplazándonos en un horizonte temporal, es decir, no hay tiempo. En la intensidad de estas exigencias límites se unen necesariamente, se salta obligatoriamente el abismo entre las ideas y los hechos.
Entonces nos vemos obligados a reconocer la diferencia esencial entre representaciones mentales y umbrales físicos, orgánicos de tolerancia. Las representaciones, las fotos y mapas mentales de la realidad fluyen en el tiempo, en lo mediato, admiten postergaciones e idealizaciones, avances y retrocesos. Pero la tolerancia de las necesidades no, porque su insatisfacción genera dolor que nos motoriza a darles respuesta apropiada, concreta.
No podemos calmar el estómago con bellas representaciones de comida. El dolor sostenido conduce a la enfermedad y esta a la muerte o desintegración de las funciones vitales. Por lo cual los cuentitos e ideales tienen un final preestablecido, un umbral de tolerancia, más allá del cual no tienen existencia posible. Si son útiles y dan salida a los sistemas de tensión del momento se van integrando al organismo, pero si se convierten en sus enemigos, son antes o después puestos en evidencia y erradicados como cualquier otra distorsión o enfermedad.
Si resulta difícil visualizar estas ideas dentro de la nube de ideologías en que vivimos, piensen simplemente como adornamos, disfrazamos, idealizamos los procesos somáticos, de los cuerpos. Sin embargo al llegar los síntomas de su deterioro, los médicos más allá de eufemismos solo pueden decirnos que estamos demasiado bien para nuestra edad.
En otras palabras no hay nada que hacer, salvo tal vez aliviar el dolor o estirar un poquito el tiempo disponible. Pero hoy la ciencia en general y la medicina en particular, comienzan a aceptar lo que siempre dijeron los sabios de todos los tiempos. Las enfermedades comienzan en el alma; los estados de ánimo depresivos, negativos, al fijarse son los que se somatizan.
Las raíces de la enfermedad están en el alma, en la conciencia, en el cuerpo solo vemos sus ramas y hojas, sus síntomas. Del mismo modo podríamos decir que las raíces de la historia social están en los modelos mentales, en los paradigmas culturales que las organizan económicamente, mientras que en las conductas e instituciones solo vemos las ramas.
Hoy el modelo mental, el paradigma que impera globalmente colapsa, dejando en evidencia sus limitaciones y alcances implícitos. ¿De qué nos sirven las ideologías y teorías cuando por simple especulación se van al cielo los precios de la energía y los alimentos escasean? ¿Acaso somos solo seres mentales? Pues si habíamos olvidado tener un cuerpito y ser funciones estructurales del ecosistema, los acontecimientos en acelerada marcha nos lo recordarán.
Podremos aducir que todo esto tiene que ver con que el petróleo se termina. Pero esa es una mirada corta de vista, ilusionada, igual que la que dice que un número o cantidad cualquiera siempre es igual a si misma. Sin embargo, no es lo mismo dar que recibir esa cantidad. ¿Acaso no podemos ponernos de acuerdo para intercambiar petróleo y gas por alimentos y todo tipo de productos, teniendo por base de todo acuerdo la prioridad del bienestar humano?
¿Es acaso extraño entonces que en estas condiciones los gobiernos se adhieran masivamente al Alba, Petrocaribe, Petrosur y todo tipo de acuerdos bilaterales, atreviéndose finalmente a irrespetar las presiones hegemónicas? Sus poblaciones están sometidas ya crecientemente al hambre, sintiendo venir a la que viste de negro blandiendo su hoz cual único futuro a la vista.
Cuando se plantea en Petrocaribe la opción de los “petroalimentos”, es decir, sembrar la masa de dividendos petroleros en planes de producción conjunta de alimentos invirtiendo, contraponiendo la propuesta de convertirlos en agrocombustibles y las hambrunas que ello conllevará, ¿qué se supone que hagan los representantes elegidos, sumarse aliviados y agradecidos a esa propuesta salvadora para sus pueblo o matarlos por subversivos, terroristas?
Cuando te cercan y aprietan entre la espada y la pared, todo temor y cobardía revierten en fuerza y valor, en poderoso impulso en salvaguarda de la vida. De ese modo comienza ya a quedar claro que hay un modelo que está muriendo y otro que naciendo se vislumbra rudimentariamente.
¿O creen acaso ingenuamente las poblaciones de los países desarrollados que la crisis no los alcanzará a ellos? Ya empezaron a espiarlos y reprimirlos violentamente, a disminuir la inversión social, cerrar fábricas y despedir masivamente. Ya comienzan a escasear los alimentos y les confiscan sus viviendas. Ya despiertan los temores y odios raciales que construyen cercos físicos y mentales para la mano de obra emigrante ¿Qué vendrá luego?
En estas coyunturas históricas, en estos tiempos de cambio, la normalidad, el lento y cansino transcurrir del tiempo entre ensueños se termina. Se intensifica ineludiblemente el conflicto. Pero, ¿qué es el conflicto? Es la inercia de los hábitos, creencias, ideologías, instituciones, que se resiste a la nueva sensibilidad colectiva, a la poderosa fuerza de cambio.
No se como se vivirá todo esto en EEUU o Europa por ejemplo, pero aquí en Venezuela, no hay un solo día donde el gobierno no tenga que afrontar y resolver conflictos con los intereses de las diferentes organizaciones. ¿No es acaso lógico esto cuando dices que quieres una democracia social participativa y protagónica, donde se respeten los derechos de los seres humanos sin discriminación de ningún tipo, donde se le dé poder al pueblo?
El ejercicio de esa democracia impone un ritmo y un tono de relaciones, genera un ejercicio inevitable de transición desde la etapa representativa a la participativa, exigiendo el desarrollo de una educación y cultura diferente, del diálogo, que contrasta con las instituciones anteriores habituadas al monólogo impositivo que solo se alteraba para ejercer el derecho al voto.
¿Cuándo se terminará el conflicto? Si con ello nos referimos a la intensificación del ritmo y tono de las relaciones sociales, pues no solo no se terminará, sino que será creciente. En realidad estamos desbordando en los hechos concretos, una educación y cultura de sueños e ideologías que disfrazaban la eterna postergación de las justas aspiraciones de mejor vida.
Eso expresaba justamente uno de los muchos mandatarios asistentes a la “V Cumbre de Petrocaribe”. Que luego de tantas cumbres inútiles, era realmente un placer y alegría asistir a una donde se hicieran e implementaran a corto plazo, propuestas concretas y solidarias que beneficiaban a todos los pueblos. Poder regresar a su país y compartir las buenas y esperanzadores nuevas con su gente.
Se terminó el tiempo en que las ideologías, ideales, sueños, representaciones mentales, podían flotar difusamente en los cielos, produciendo masturbaciones y orgasmos intelectuales. La intensidad de los momentos que vivimos nos obliga a abrir nuevamente la conciencia, las miradas, a las relaciones que sostenemos con el ecosistema en que existimos, del cual somos función.
Son necesarias, obligatorias, respuestas, direcciones de acción concretas y solidarias, complementarias entre culturas y economías. Es necesario reconocer y saltar el abismo que se abrió en el medioevo entre la razón y el movimiento del cuerpo en el mundo para satisfacer sus necesidades. Hoy la razón, si es que es razonable, ha de convertirse en guía simple y práctica hacia el restablecimiento de relaciones crecientemente armónicas entre los seres humanos.
Se terminó la ingenuidad de las relatividades e impunidades. Es cuestión de supervivencia, es tiempo de la inteligencia al servicio de la vida. Díganme uds. que cosa son la democracia, la economía, si no son para servir al desarrollo del ser humano. ¿Qué democracia y economía son esas? ¿Serán tal vez como en tiempos bíblicos, para adorar y ofrendar a los dioses los mejores granos y animales?
Lamento despertarlos del sueño de los reyes magos amigos, pero cuando se trata de cosas concretas producidas por las manos y el sudor humano, siempre van a las manos de alguien. Así que si se desvían por el camino, si no llegan a las tuyas, mejor abres los ojos y oteas el horizonte para saber a manos de quien sí están llegando. Por otra parte no veo por ningún lado fogatas donde el humo de esos sacrificios llegue a los dioses en los cielos, salvo que de eso se traten los crecientes incendios que arrasan nuestros bosques.
Una instancia sicológica, un modelo cultural y económico está muriendo aceleradamente, su tiempo productivo se agotó y el doctor dice que demasiado bien está para su edad. No hay nada que hacer, inútil es prolongar mecánicamente la agonía de su vida vegetativa, está herido de muerte, su enfermedad es terminal.
Las relaciones sociales e internacionales se intensifican y las viejas democracias, partidocracias e imperiocracias fenecen. Aunque en el remolino de pasiones quizá no nos demos cuenta, solo la inercia mantiene esos muertos en movimiento. Las aguas turbulentas se agitarán crecientemente hasta que lleguen a un equilibrio superador del anterior.
Cuando piensas orgánicamente, los resultados son muy diferentes que cuando lo haces con abstracciones racionales. Por ejemplo, no crees que un cuerpo pueda sostener un esfuerzo continuado más allá de ciertos umbrales de tolerancia. Sabes que el trabajo, el gasto de energía, ha de ser equilibrado y repuesto por el descanso, por el sueño, por la alimentación. Así que no piensas abstractamente, no proyectas fuera del marco orgánico, no deduces ni induces por la vía lógica obviando las limitaciones o resistencias naturales. La eternidad, los siempres y nuncas, son una cosa muy difusa, imposible para un organismo, es un peso enorme, insoportable, el imaginarse en el tiempo para siempre repitiendo las mismas rutinas
Comencé intentando pintar un paisaje que sintetizara toda una instancia sicológica, que los nuevos acontecimientos en ciernes nos permiten reconocer que vamos dejando atrás, si tomamos las referencias apropiadas claro está. Tal vez entonces pueda intentar terminar del mismo modo.
Me llegó en estos días una alegoría sobre unos puercoespines que se aglutinaban entre si, en una de las épocas árticas que han sobrevenido en el planeta. Necesitaban del calor de sus cuerpos para sobrevivir pero se lastimaban con sus espinas al hacerlo. Por lo cual vivían en la disyuntiva rítmica entre acercamiento-alejamiento, entre sobrevivencia cual paradigma mayor o dolor en lo inmediato.
Creo que salvadas las distancias entre seres humanos y puerco espines, (les dejo a uds. discernir la dirección y la amplitud del salto necesario), es una alegoría muy acertada para ilustrar nuestra dialéctica histórica. Tal vez algún día la solidaridad logre convertir las espinas en flores. O quizás simplemente nos lleguen a gustar las espinas.
Es decir, una vez aceptadas nuestras diferencias y conflictos, tal vez se conviertan en la experiencia enriquecedora, en la plataforma y combustible que nos propulse al espacio hiperpersonal. En el disfrute liberador de trascender las limitaciones de los modelos heredados, según los cuales aprendimos a sentirnos y pensarnos.
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