Cananea: la nueva calamidad
Semiparalizada por la huelga que los mineros emprendieron en julio de 2007, Cananea parece un pueblo fantasma. La mayoría de sus habitantes, ligados a la industria minera, no saben qué hacer para paliar la crisis que padecen. En un recorrido por la zona, Proceso observó la forma en que sobreviven los cananenses, algunos de los cuales, desesperados, señalan que el gobierno federal debe intervenir para solucionar el diferendo laboral en esta histórica zona donde en 1906 se prendieron los primeros fuegos de la Revolución.
CANANEA, SON.- Desde hace un año, en este lugar los días hábiles dejaron de distinguirse de los del fin de semana: los comercios lucen vacíos, los taxistas dejaron de circular en busca de clientes… Y los hombres esperan en sus casas o hacen guardia afuera de la mina, paralizada desde el 30 de julio de 2007.La huelga se enquistó en esta ciudad de 30 mil almas y mantiene postrados a la mayoría de los habitantes, que no saben cómo comportarse desde que esa fuente de trabajo cerró sus puertas.Tal es la parálisis que parece un pueblo fantasma del Viejo Oeste. En este escenario, una de las locaciones podría ser la residencia de madera de Mister Greene, el estadunidense que hizo de las minas de cobre un emporio y que impuso comisarios, jueces y funcionarios, y pidió a los rangers de su país que lo defendieran de los revoltosos mexicanos, que en tiempos de Porfirio Díaz le hicieron huelga al grito de “¡Ocho horas, cinco pesos!”.Incluso podrían filmarse algunas escenas en el armatoste de dos pisos, ladrillo rojo y piedra que en aquellos tiempos sirvió de cárcel y ahora es el Museo de la Lucha Obrera. Adentro, un patio asfixiado por cuatro paredes exhibe maniquíes que semejan mineros. En la sala principal de ese inmueble estuvieron presos los instigadores de aquella huelga de 1906 que dio fósforo a la Revolución Mexicana.Las fotos y los planos exhibidos ahí muestran el desarrollo de la mina que contiene los mayores yacimientos de cobre mineral en explotación en el mundo y la ciudad que creció en las inmediaciones.El cronista local Manuel Rodríguez, famoso por su participación en el programa radiofónico Barrio viejo, donde cada domingo rememora pasajes de la localidad, explica que los antiguos propietarios de la mina –la Cananea Consolidated Copper Company y la Anaconda Cooper Company– y luego el gobierno federal siempre dotaron de servicios a la comunidad.Y los adultos cananenses recuerdan: los empresarios mineros pavimentaban calles, prestaban bomberos, introducían el agua potable, formaban brigadas para fumigar la zona, regalaban agua y electricidad, y hasta compartían materiales a los trabajadores para que construyeran sus viviendas.Pero la tradición se rompió durante el sexenio de Carlos Salinas, cuando la mina, con tecnología de punta, recién remodelada y subastada a una cuarta parte de su valor, fue vendida a la familia Larrea, propietaria de Grupo México.Hoy, Mexicana de Cananea tiene una capacidad de producción de 30 millones de toneladas anuales de mineral y posee reservas de cobre, molibdeno, zinc, oro y plata. Germán Larrea, el presidente ejecutivo del Grupo, ingresó este año en la lista de los mil 125 multimillonarios del planeta que publica la revista Forbes. Se encuentra en el lugar 127 con una fortuna de 7.3 millones de dólares, lo que lo convierte en el tercer mexicano más rico, sólo superado por Carlos Slim y Alberto Bailleres.La paradoja: mientras Grupo México acumulaba millones, Cananea, donde 70% de la población trabaja en alguna actividad relacionada con Mexicana de Cananea, se fue en picada.El declive ha sido paulatino. En 1998, la empresa minera dejó de dotar de agua a la población; desde entonces el tandeo del líquido falla todos los días, aunque la mina extrae puntualmente el acuífero del río San Pedro y del nacimiento del río Sonora 800 litros por segundo; es la industria que más agua chupa en todo el estado.La investigadora Edna Villarreal, quien hizo su tesis sobre el uso del agua en Sonora, asegura que la mina extrae 45% de lo que consumen todas las empresas y reduce seis centímetros anuales el agua subterránea.En 1999, industrial minera dejó de subsidiar la clínica que daba servicio a las familias de los trabajadores en el antiguo edificio verde que hoy luce descarapelado. El pasado 10 de mayo, en medio de la huelga actual, el Hospital Ronquillo, que daba servicio a los trabajadores activos y jubilados, dejó de prestar sus servicios.
Agreste panorama
El paisaje de Cananea es afectivo. No en balde el presidente municipal, Luis Carlos Cha, quiere convertirlo en destino turístico, en un esfuerzo desesperado para superar la parálisis económica que envuelve a sus representados.Un tour, por ejemplo, podría mostrar las casas estilo vaquero del barrio Cananea Vieja, con todo y sus cruces de ferrocarril; las arboledas, la vegetación mestiza de desierto y sierra, los nacimientos de los ríos, los museos y la historia.De prosperar ese proyecto, el turista podría también apreciar detalles pintorescos, como las banderas rojinegras en donde se extraía el cobre por el sistema de tajos, los montecillos de costales con arena que dejaron los granaderos, el cerro negro-carbón de puro desperdicio mineral, el domo que alberga polvo tóxico, la chimenea oxidada de la vieja fundidora, las rocas amarillentas color azufre, los playones blancos de cal y la enorme represa de agua ácida con 5 mil 500 metros de circunferencia ubicada a sólo dos kilómetros del nacimiento del río Sonora.“Con tal de adquirir la gallina de los huevos de oro, durante la privatización la empresa se echó el compromiso de surtir agua a la ciudad, pero después se lo quitó de encima”, dice Jesús Verdugo, encargado del Comité de Huelga del sindicato minero, mientras muestra el cuarto de máquinas ubicado junto al nacimiento del río. Cerca del lugar vive una prima suya que tiene un hijo con cáncer.El diputado local Francisco García Gámez recuerda que durante la huelga de 1998 recibió un oficio donde la empresa le notificaba que él tenía la obligación de dotar de agua potable a la comunidad. En aquella época él era el presidente municipal.“Les dije: ‘de acuerdo, es una obligación por ley, pero también es una obligación moral de ustedes otorgar servicio de agua potable’. La mina extrae 2 millones de metros cúbicos de los mantos acuíferos al año, y los convierte en aguas ácidas que no sirven para uso doméstico”, relata a esta reportera en su oficina del Congreso estatal.Desde entonces se desató el caos. El gobierno estatal se hizo cargo del sistema de aguas. Las tuberías tenían más de 70 años de uso. El gasto de operación mensual era de 2 millones de pesos. ¡Imagínese!, dice, el costo de operación era de 2 millones de pesos mensuales y el presupuesto anual del ayuntamiento era de 40 millones.“Las condiciones del trabajador han sido buenas, sus utilidades son buenas (…) El trabajador estaba bien, pero la empresa es muy insensible, fría, sólo le interesa producir cobre y no voltea a los lados. Si apoyara más al pueblo produciría más el trabajador”, dice el legislador, quien en su juventud fue minero.
La huelga se pudre
Como el agua ácida, la huelga de Cananea está estancada desde el 30 de julio del año pasado y se pudre.Este municipio es cuna de las huelgas importantes: en 1906, un paro minero fue el preludio de la Revolución Mexicana; en 1989 la venta de la famosa mina frenó la disolución de los contratos colectivos de trabajo en la era de las privatizaciones. Por eso Grupo México heredó un sindicato activo que sabe movilizarse en todo el país cuando las prestaciones de sus agremiados son amenazadas.La Sección 65 del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM), a la que están afiliados los trabajadores en paro, ha podido sostener la huelga gracias a que sus integrantes reciben mil 100 pesos semanales, cortesía de sus compañeros del sindicato nacional, y a los más de 200 mil pesos que recibieron por utilidades.“Con el dinero uno se acompleta, se adapta. Recortamos las idas a Douglas, a Tucson, ahora consumimos lo mexicano”, explica Jorge Luis Morales, uno de los huelguistas, mientras un puñado de sindicalistas de El Mineral hacen guardia en cada puerta de las instalaciones.Para la Sección 65 está en riesgo su sobrevivencia. Si se mira en el espejo de la mina que Grupo México tiene a tres horas de distancia, en Nacozari –donde el año pasado hubo una huelga que concluyó con un hombre muerto, la irrupción policiaca, el despido de los paristas, el desalojo de sus viviendas y la creación de un nuevo sindicato–, el panorama no es halagador.“(En Nacozari) la gente quedó sumamente frágil y señalada para que no les den ningún otro empleo en el pueblo. Muchos tuvieron que migrar”, dice el sacerdote Antonio García Morales, director de Pastoral Social, quien acompañó a los obreros en aquel movimiento.Y un hombre barbado con pinta de misionero asegura que en Cananea “han hecho el intento por acabarlos, pero no han podido ante la unidad del sindicato y su experiencia de lucha. Cananea es un ‘¡basta ya!’, un signo de esperanza de que sí pueden contra los patrones que quieren sindicatos blancos, acabar con el contrato colectivo y acumular capital”.Sergio Tolano, líder de la Sección 65, explica que la huelga se originó porque la empresa violaba ocho puntos del contrato colectivo de trabajo, algunos de los cuales ponían en riesgo la seguridad de los obreros.Dice: “La empresa producía y producía, al tiempo que el equipo se desgastaba paulatinamente. Esta situación comenzó a contaminar las áreas de trabajo por el polvo; la falta de visibilidad incrementó los accidentes y varios compañeros tuvieron comenzaron a tener problemas de salud, por lo que fueron incapacitados; pero la empresa insistía en que siguieran trabajando”.Así mismo, agrega, dejó de ajustar los bonos de productividad, dejó de capacitar a los sindicalizados, se atrasó con las utilidades, abusó del uso de contratistas y no quería fijar horas de comida. Para colmo, desconoció a Napoleón Gómez Urrutia como líder del SNTMMSRM.En la mina de Cananea no se han podido reanudar actividades a pesar de los intentos del Grupo México por romper la huelga. El 11 de enero utilizó a los policías para expulsar a los trabajadores en paro de las instalaciones y ofreció 15 mil pesos a quien regresara a trabajar, así como subsidio a la luz y bonos de gratificación semanales. Sólo aceptaron la oferta 214 trabajadores. Pero el 23 de abril, cuando un juez declaró que la huelga era legal, los sindicalizados volvieron a paralizar la producción.“Hasta la fecha estamos esperando que nos sienten a negociar”, dice Tolano, quien reconoce que ha hablado con el secretario del Trabajo, Javier Lozano; el subsecretario Álvaro Castro, y con el gobernador Eduardo Bours. A todos, asegura, les ha dicho que por estatuto todo arreglo tiene que negociarse directamente con Gómez Urrutia. Y les insiste que si el defenestrado líder minero no puede regresar al país, él no puede ceder.
Las secuelas
Las cicatrices sociales de la huelga se palpan en la colonia minera 1 de Julio.Un colono entrevistado que pidió anonimato asegura que compró una pistola para defenderse. No soporta, dice, que los seguidores de Napoleón le llamen esquirol. Él es uno de los 214 mineros que en enero pasado aceptaron las millonarias liquidaciones ofrecidas por la empresa. Sostiene que no tenía de otra, necesitaba dinero para pagar la colegiatura de sus hijos que estudian fuera de la ciudad.En las inmediaciones de la calle Chetumal, tres casas vecinas ilustran la polarización que se vive en la ciudad por el paro. Sus habitantes llevan varios meses sin dirigirse la palabra.Nostálgico de los tiempos que se vivían cuando la mina era del Estado, José Luis Morales, napista de corazón, señala: “Cuando vino la privatización cortan tiempos extras, reducen prestaciones, bonos de producción, los supervisores radicalizaron su postura y ante cualquier conflicto quieren despedir. Si faltas, te quieren correr”. Su vecino Martín Miranda, quien al principio apoyó la creación del “Sindicato Independiente de Cananea”, fue otro de los que en enero aceptó regresar al trabajo, por lo que fue tachado de esquirol. Dice que cobró 1 millón de pesos de indemnización y piensa abrir un negocio con ese dinero si Grupo México no reabre la mina.“Siempre me opuse a la huelga porque sabía que la razón de fondo era defender a Napito, y yo quería trabajar. Era pura faramalla eso de las medidas de seguridad, porque éstas no son minas subterráneas, son a cielo abierto y no hay gases explosivos; obviamente iba a haber polvo, pero uno mismo se cuida”, asegura.Martín tiene un hijo veinteañero, quien, al igual que él, trabajó en la mina de enero a abril; ahora está desempleado. Piensa emigrar pronto porque no tiene cómo sostener a su familia, dice Martín Miranda.En la casita de la izquierda, el vecino Enrique Castro tuvo que separarse de su familia para trabajar en Zacatecas, donde encontró a 20 excompañeros que, como él, huyeron de la crisis. La semana pasada visitó a su familia y asegura que estará fuera mucho tiempo.A su lado, en el mismo sillón en el que está sentado, se encuentra su hijo de 14 años. El señor Castro está contento porque, afirma, la minería le permitió pagar la casa en la que vive con su familia y le dio facilidades para que su hijo recibiera un tratamiento en el hospital Ronquillo cuando, hace cinco años, le detectaron cáncer. Esa enfermedad la padecen muchos de los cananenses.Un estudio binacional realizado en noviembre de 2007 a petición de la United Steelworkers, organismo afín al sindicato minero, señaló que los trabajadores de Mexicana de Cananea están expuestos a polvos tóxicos y gases ácidos, y que la empresa incumple con 72 medidas de seguridad, lo que representa serios peligros para la salud.
El dilema
En Cananea, según una encuesta telefónica aplicada por Beltrán y Asociados a 900 hogares en vísperas del primer aniversario del paro, 93% de los cananenses quiere que acabe la huelga. La ciudad está casi paralizada: los muebleros están al borde de la quiebra, los padres de familia que tienen a sus hijos en escuelas privadas piden prórrogas para el pago de colegiaturas; sólo algunas tiendas de abarrotes son las beneficiarias, pues los cananenses han dejado de viajar a Tucson, Arizona, a surtir su despensa y ahora compran sus mercancías en la ciudad.Según la Cámara Nacional de Comercio local, en la ciudad se perdieron la mitad de los empleos; las ventas se desplomaron 70%; los negocios se vieron obligados a reducir horas de trabajo o a recortar personal. Ahora, de 11 mil trabajadores inscritos en el Seguro Social durante 2007, sólo quedan 5 mil.Pese a esta crítica situación, ni el sindicato minero ni el Grupo México ceden. Algunos de los entrevistados, como el presidente municipal de Cananea, Luis Carlos Cha, y el cronista Manuel Rodríguez, claman por la intervención de la Presidencia de la República.Dice Cha: “Solicitamos al presidente de la República que nos eche la mano para darle celeridad a la solución”.Rodríguez se pregunta: “¿Qué el presidente de la República no podrá decirle al sindicato y a la empresa que se encierren y resuelvan el problema? ¿A quién se está protegiendo?“Si le dan en la torre a Cananea, se acabó el sindicalismo nacional; no creo que haya otro contrato colectivo así, el símbolo ha sido Cananea”, enfatiza el presidente municipal.Por su parte, el diputado Francisco García asegura: “Así como van las cosas, ya le están apostando al desgaste de los mineros para que terminen pidiendo su liquidación y se vayan.” l
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