Del gabinetazo al gabinetito
Con la designación de Gerardo Ruiz Mateos como secretario de Economía se completa la transformación del gabinete personal de Felipe Calderón en el gabinete legal de su presidencia. Esa no es buena noticia para la república, pues, por una parte, las cualidades de quienes integran uno y otros equipos no son necesariamente coincidentes y, por otro lado, esa mutación acentúa la tendencia al gobierno personalísimo que en la medida en que se distancia de la institucionalidad, o la deja en segundo plano, ata el ejercicio de las responsabilidades políticas a las veleidades de la subjetividad.Se comprendía que la llegada a Los Pinos de un partido diferente al que había regido desde allí al país durante más de medio siglo implicaba un severo problema de personal dirigente, un conjunto de funcionarios que fuera capaz de abordar desde la inexperiencia los delicados problemas de la república. La sociedad estaba implícitamente dispuesta a otorgar un amplio término de gracia a los nuevos gobernantes para que se adentraran en un oficio que sólo se aprende ejerciéndolo. Por eso recibió con simpatía el gracejo de Vicente Fox que calificó de gabinetazo a un equipo donde predominaban los novatos. Hasta fue bienvenida esa condición en algunos casos, como el de Gobernación, en que parecía necesario alejarse lo más posible de los estilos de hacer política propios del autoritarismo que habían convertido el de Bucareli en el ministerio del miedo. Fox dijo que él contrató a su personal para que durara seis años a su lado. Pero a la mitad del sexenio se percibió que tal perseverancia era imposible, y entonces comenzaron los reajustes. Cumplieron aquel plazo muy pocos secretarios: Francisco Gil, en Hacienda; Pedro Cerisola en Comunicaciones; Reyes Tamez en Educación, Julio Frenk en Salud, y los secretarios militares (de Defensa y de Marina). En todas las demás secretarías hubo dos, tres y hasta cuatro titulares: Creel y Carlos Abascal en Gobernación; Jorge Castañeda y Luis Ernesto Derbez en la cancillería; el propio Derbez, Fernando Canales y Sergio García de Alba en Economía; Josefina Vázquez Mota y Ana Teresa Aranda en Desarrollo Social; Javier Usabiaga y Francisco Mayorga en Agricultura; Leticia Navarro y Rodolfo Elizondo en Turismo; Carlos Abascal y Francisco Xavier Salazar en Trabajo; Francisco Barrio y Eduardo Romero en la Contraloría; Rafael Macedo de la Concha y Daniel Francisco Cabeza de Vaca en la procuraduría; Alejandro Gertz, Ramón Martín Huerta y Eduardo Medina Mora en seguridad pública; María Teresa Herrera Tello, Florencio Salazar Adame y Abelardo Escobar en la Reforma Agraria; Víctor Lichtinger, Alberto Cárdenas y José Luis Luege en la Semarnat; y Ernesto Martens, Felipe Calderón, Fernando Elizondo y Fernando Canales en Energía.Martín Huerta murió en servicio; otros eligieron su propia carrera y por eso se retiraron del gabinete; en otros casos circunstancias ajenas a su desempeño los afectaron; los más de ellos mostraron incompetencia. Lo cierto es que si alguien creyó que en efecto se trataba de un gabinetazo, tendría que aceptar que el tamaño del equipo se redujo al del sustantivo llano, sin exageraciones. Un gabinete a secas.Con semejante dimensión comenzó el de la segunda presidencia panista. Como en el equipo de Fox, la estrella era el secretario de Hacienda. Gil y Agustín Carstens pertenecieron al sistema priista, sin necesariamente tener credencial partidaria. Pero en ambos casos se hizo valer como principal mérito para su designación la confianza en la estabilidad que ambos eran capaces de inspirar. A diferencia de Creel, que encarnó la promesa de una gobernabilidad democrática (y fallara en el empeño), Francisco Ramírez Acuña llegó precedido de fama de autoritario, pero con experiencia política y en la administración, como gobernador de Jalisco, caso semejante (semejantísimo, por corresponder a la misma oriundez) que el secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, que también podía ostentar experiencia federal gracias a su paso por la Semarnat, que no le suscitó aplauso sino lo contrario.Del resto del equipo, sin lumbreras ni estrellas descollantes, se esperaba sólo el cumplimiento módico de responsabilidades fijadas en la ley. Pronto, sin embargo, necesidades personales del presidente Calderón han precipitado ajustes a hora muy temprana de la administración. Antes de cumplir un año en su cargo, Calderón trasladó a Germán Martínez de la Secretaría de la Función Pública a la presidencia del PAN, para recuperarla de manos de los ultraderechistas con los que ahora se han avenido ambos, Calderón y Martínez. El ingrediente de confianza personal que tanto pesa en el ánimo de Calderón no se perdió con el tránsito pues reemplazó a Martínez (amiguísimo del Presidente) Salvador Vega Casillas, un político michoacano de breve y no sobresaliente andadura política, que fue diputado local y federal y sólo por su oriundez (su paisanaje con Calderón) fue nombrado subsecretario de la Función Pública antes de convertirse en titular de la misma, donde continúa las labores del también michoacano a quien reemplazó. Es decir, no hace nada, con lo que se ve que ese es el designio para dicha secretaría.En enero de este año Calderón sustituyó a Ramírez Acuña y a la secretaria de Desarrollo Social Beatriz Zavala. Ambos habían sido obviamente sus partidarios en la contienda interna por la candidatura presidencial, pero no pertenecían a su círculo de colaboradores-amigos del que sí eran parte sus reemplazantes. Lejos de la perseverante militancia panista y la experiencia gubernativa de Ramírez Acuña, Juan Camilo Mouriño tenía el escaso mérito de haberse aproximado a Calderón en la legislatura durante la que éste encabezó (no por el trienio completo) la bancada blanquiazul en San Lázaro. Cuando llegó a la Secretaría de Energía, Calderón se hizo acompañar de Mouriño, aprovechando que como diputado el campechano nacido en Madrid había presidido la Comisión de Energía, a donde no lo llevó un interés o un saber profesional sino el crematistico, pues desde esa posición pudo gestionar negocios de su familia. En la secretaría de donde Fox lo despidió (o lo puso en trance de que se marchara) Calderón hizo a Mouriño jefe de asesores y subsecretario. Ernesto Cordero sustituyó a Beatriz Zavala en la Sedesol. Actuario egresado del ITAM, después de haber servido en posiciones técnicas en la administración federal priista, Calderón lo nombró funcionario de Banobras en el breve paso del ahora presidente por esa institución. Cordero fue allí director de Administración Integral de Riesgos y, supongo que con la sabiduría obtenida en ese cargo ejercido durante pocos meses, fue llevado por su ya amigo a la secretaría de energía donde, también por breve tiempo, se desempeñó como subsecretario de Planeación Energética y Desarrollo Tecnológico. Durante la campaña electoral y en la etapa del relevo, Cordero fue coordinador de Políticas Públicas y, en una suerte de representante personal en la secretaría de Hacienda, fue subsecretario de Egresos durante poco más de trece meses.Cuando Mouriño caminó de Los Pinos a Bucareli, su Oficina de la Presidencia fue remodelada. Una de sus parcelas quedó a cargo de Gerardo Ruiz Mateos, amigo panista de Calderón, quien le creó el cargo de secretario ejecutivo del Comité Nacional que el ahora presidente encabezó de 1996 a 1999. Ruiz Mateos empezó en esa oficina en una tarea subordinada a Mouriño y luego lo reemplazó en parte, para igualársele ahora como miembro del gabinete. Un gabinete que por la inexperiencia de sus titulares más recientes, por su edad y por sus nexos políticos se achica para que no proyecten sombras sobre quien lo encabeza. Lo sirven a él, no a la república. l
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