Carlos Fernández-Vega
Pues nada, que el “Presidente del empleo” acumula éxito tras éxito. Resulta que en julio pasado 273 mil mexicanos adicionales fueron obligados a “vivir mejor” (Calderón dixit), al verse en la penosa necesidad de incorporarse al de por sí nutrido ejército de reserva del país. Lo anterior, como resultado del incremento sostenido del desempleo abierto, cuya tasa oficial llegó a 4.15 por ciento en julio pasado, la más elevada en 20 meses de “continuidad”, una proporción no registrada desde septiembre de 2004 y el doble de la reconocida en noviembre de 2000.
En efecto, de acuerdo con la estadística del INEGI, a lo largo del séptimo mes de 2008 el desempleo engulló a 273 mil mexicanos (0.6 por ciento de la población económicamente activa) a lo largo y ancho del país, para acumular un millón 888 mil 250 connacionales en la desocupación abierta, cuya tasa (versión oficial) se incrementó de 3.55 por ciento en junio a 4.15 por ciento en julio, la mayor en el transcurso del sexenio calderonista, la más elevada del último cuatrienio (en noviembre de 2004 fue de 4.18 por ciento) y el doble con respecto a la reportada en noviembre de 2000, de tal suerte que aquellos que votaron por el “presidente del empleo” no tendrán otro remedio que arrepentirse, darse de baja del cada día más escaso inventario de adeptos del inquilino de Los Pinos y/o reconsiderar su decisión en las próximas elecciones. Las tres, en el mejor de los ejercicios.
Pero a malas nuevas, mejores funcionarios. ¡Quién fuera integrante del gabinetazo calderonista! Apenas dos días atrás, el pianista poblano con oficina en la Secretaría del Trabajo, Javier Lozano, presumía que el empleo “creció” 2.1 por ciento de enero a junio del presente año, pero en la euforia olvidó mencionar que la tasa oficial de desocupación abierta se incrementó 4.4 por ciento en igual periodo, y 22 por ciento si se considera la información actualizada a julio que ayer divulgó el INEGI.
Enero de 2008 arrancó con una tasa oficial de desocupación abierta a nivel nacional de 3.4 por ciento de la PEA; en junio pasado fue de 3.55 por ciento y en julio brincó a 4.15 por ciento, la mayor en los 20 meses de “presidencia del empleo”. Así, del primero al séptimo mes del presente año dicha tasa reporta un incremento de 22 por ciento.
Lo mismo sucede en las 32 principales ciudades del país, con más de 100 mil habitantes cada una, en las que la tasa oficial de desempleo urbano se incrementó 18 por ciento de enero a julio de 2008. En el primer mes del año ese indicador se ubicó en 4.43 por ciento de la población económicamente activa concentrada en esas urbes; en junio llegó a 4.59, y para julio a 5.21 por ciento. Con igual tendencia se registra el subempleo en la República: al inicio del año, 6.2 de la PEA y 6.4 por ciento de la población ocupada se encontraba en esta circunstancia; para junio dicha relación se incrementó a 6.4 y 6.7 por ciento, y en julio creció a 7.1 y 7.4 por ciento o, lo que es lo mismo, más de 3.3 millones de mexicanos.
Anualmente se incorporarán al mercado laboral, por primera vez, entre 1.1 y 1.2 millones de mexicanos. Para satisfacer esa demanda (sin considerar el abultado rezago en este renglón) deben generarse entre 3 mil 14 y 3 mil 288 empleos por día, incluidos sábados, domingos y días festivos. Pues bien, para dar una idea de la magnitud del brutal golpe recibido en julio de 2008, cada 24 horas se cancelaron alrededor de 8 mil 800 puestos de trabajo, o lo que es lo mismo, poco más de seis por minuto.
En Los Pinos dirán –como machaconamente repiten– que es mayor la tasa de desempleo abierto en Haití, pero lamentablemente los haitianos no viven en México. Y mientras la muy bien ganada medalla de oro de Guillermo Pérez por desgracia será utilizada por el gobierno y los medios afines para tapar asuntos tan delicados como el del creciente desempleo, van algunas otras cifras divulgadas ayer por el INEGI.
La población económicamente activa en el país suma 45.5 millones de personas de 14 años y más; de ellas, 4.15 por ciento está desempleada. De los ocupados, en los servicios se concentró 40.4 por ciento del total; en el comercio, 19.9; en la industria manufacturera, 15.8; en las actividades agropecuarias, 13.6; en la construcción, 8.7; en “otras actividades económicas” (que incluyen la minería, electricidad, agua y suministro de gas), 0.9, y el 0.7 restante no especificó su actividad. Según su posición en la ocupación, 64.6 por ciento de los ocupados se identificó como trabajador subordinado y remunerado; 22.7 como trabajador por cuenta propia; 7.5 como trabajador sin pago, y el 5.2 agrupó a los empleadores. La desocupación abierta afecta más a las mujeres (4.52 por ciento) que a los hombres (3.92 por ciento).
Como días atrás comentamos en este espacio, transcurrida poco más de una cuarta parte del oneroso inquilinaje de Felipe Calderón en Los Pinos, la calificación obtenida por su cuento de la “presidencia del empleo” es, siendo generosos, atroz: un espantoso cuan rotundo cero, “logro” que se añade al puntaje idéntico que su predecesor obtuvo en el sexenio del “cambio”, durante el cual, al igual que en el presente, no dejaron de reportarse “cifras históricas” en generación de puestos de trabajo en el sector formal de la economía.
Tal es el éxito obtenido en este renglón a lo largo del “cambio con continuidad”, que desde noviembre de 2000 el país no registra una tasa oficial de desocupación abierta menor a 2 por ciento, y desde el segundo trimestre de 2003 una inferior a 3 por ciento. De hecho, en el calderonato la “mejor” proporción de ese indicador se reportó en el segundo trimestre de 2007, con 3.39 por ciento. Lo anterior, según el machacón discurso oficial, se ha dado en el marco del “navío de gran calado”, con una “economía más sólida que nunca”, que va “por el rumbo correcto” y “está llamada a ser una de las más importantes del mundo”, aunque sea en 2040. Si en “plena estabilidad” esas son los resultados y las “cifras históricas”, entonces ¿qué esperar con el golpeteo recesivo que todo lo tira y descompone?
Las rebanadas del pastel
Certeros, como siempre: en septiembre de 2007, cuando panistas y priístas, junto con sus mascotas, aprobaron el gasolinazo, los sonrientes diputados aseguraban que “no se trata de un aumento al precio” de los carburantes, que “sólo serán 36 centavos en 18 meses” y que “es una forma de contribuir al desarrollo”. En los hechos, el supuesto desarrollo no se ve ni con los telescopios del Observatorio Astronómico Nacional, el aumento de precios es constante, y sólo en julio y lo que va de agosto, además del impuesto, el precio se ha incrementado no menos de 20 centavos.
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