Ahora, cuando gobiernan Joaquín Guzmán y Felipe Calderón, las cosas no tienen por que ser diferentes. Sin embargo, el secuestro y asesinato del joven Fernando Martí ha introducido en el ánimo público un sentimiento de hartazgo, sobre todo en un segmento de la sociedad que se ha mostrado indiferente en los largos años de la carnicería nuestra de todos los días.
La matanza de una familia sinaloense, incluidas dos jóvenes mujeres – una de ellas profesora rural- y sus pequeños hijos, a manos de un grupo de soldados drogadictos, de esos que combaten al narcotráfico, no produjo, entre los comunicadores que hoy se muestran indignados, la menor reacción de enojo y censura ante tan terrible masacre.
El brutal asesinato de una anciana en Veracruz. La misma anciana que fue diagnosticada por Calderón con una gastritis aguda crónica, versión que fue extemporáneamente avalada por la CNDH y aceptada sin chistar por los medios nacionales. Faltó explicar en qué parte del tratamiento terapéutico de la gastritis fue prescrita la violación tumultuaria que fue practicada por un grupo de soldados, en el frágil cuerpo de la víctima.
En Sonora un joven, también de 14 años, es asesinado impunemente en un ¿retén falso?; pocos días después una señora es asesinada, en plena carretera federal también en un ¿retén falso?, y en Tamaulipas, y en Chihuahua, y en Jalisco...y en todos lados y todos los días.
¿Porqué tanta muerte no indigna a los comunicadores y empresarios, hoy tan repentinamente enojados? ¿Qué de singular tiene el infame asesinato del infortunado joven Martí? ¿Porqué el asesinato de Fernando Martí no se agrega simplemente a la estadística de la masacre diaria, que siendo escalofriante ya es hasta aburrida?
La respuesta a estas preguntas puede ser de una sencillez brutal: mientras los asesinatos, los secuestros, los robos, las mutilaciones se mantengan entre los plebeyos no hay ningún problema. ( por plebeyos entiéndase a todos aquellos que no son empresarios con renombre o sus empleados más distinguidos, como los periodistas-rockola, que tocan la canción preferida de quien que les ha introducido la moneda en la ranura).
Pero la inseguridad no puede alcanzar a los de carro blindado, que son protegidos por ejércitos privados. ¿Cuántas familias son las dueñas de México, veinte, treinta... cincuenta? ¿Ni siquiera a ellos puede proteger Calderón? El asesinato de Fernando Martí parece ofrecer una respuesta: La situación se ha degradado a un punto tal que inclusive la casta empresarial se ha vuelto vulnerable, eso es lo que hace singular este homicidio que es tan lamentable como los otros veinte de hoy y los veinticinco de mañana.
A los periodistas-rockola, con toda justicia tan indignados ante este asesinato, pero tan indiferentes frente a tantos otros, convendría recordarles un fragmento de aquel viejo vals peruano: “ la sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo... no es distinta la sangre, ni es otro el corazón...¿Señor, por que los seres no son de igual valor?”
Martín Vélez
1 comentario:
Tiene usted razón en todo. Saludos.
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