Del país imaginario a la brutal realidad
En la semana previa a la entrega del segundo informe de gobierno de Felipe Calderón, mientras el presidente de la República utilizaba a la televisión para presentar un país imaginario, el crimen organizado hacía explícito su desafío al Estado mexicano y al propio presidente de la República. En vísperas de las grandes marchas en repudio a la violencia que tuvieron lugar el sábado 30 de agosto, de extremo a extremo del territorio nacional fueron colocadas visiblemente –en una acción coordinada a la perfección, sin tropiezo alguno– mantas con mensajes que denunciaban la complicidad de las autoridades –el primer mandatario, gobernadores y comandantes del Ejército incluidos– con algunos de los grandes capos del narcotráfico. Al mismo tiempo, las ejecuciones, los degollados y los secuestros se elevaban a cifras inconcebibles hace apenas algunos meses. A la retórica de “México Unido contra la Delincuencia” parece responder una realidad brutal: La delincuencia unida contra la sociedad. Todo en medio de un escenario en el que la economía está muy lejos de confirmar el optimismo presidencial y, por el contrario, se mueve al borde del despeñadero...
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