José Steinsleger
La versión oficial de la policía fue que el joven había sido secuestrado por una banda de ladrones de automóviles que “… merodeaba en busca de víctimas”. Las investigaciones judiciales probaron la complicidad de la comisaría barrial, que el día del secuestro ordenó a los patrulleros “liberar la zona”. Policías y delincuentes fueron detenidos. El crimen quedó esclarecido. Pero nada consoló al padre del muchacho, asesinado al tratar de fugarse de sus secuestradores, en marzo de 2004. Axel, único hijo del empresario textil Juan Carlos Blumberg, tenía 23 años. Los medios y ciertas fuerzas políticas y del exterior siguieron el caso con atención.
Dos semanas después, Blumberg convocó a una concentración multitudinaria “contra la inseguridad” frente al edificio del Congreso Nacional. Su popularidad trepó a 60 por ciento, levemente por debajo de la del presidente Néstor Kirchner. La segunda marcha y la tercera marcha convirtieron a Blumberg en “una realidad política y social inocultable” (Clarín, 27/8/04). Mañana, tarde y noche, los medios dispensaron al empresario un espacio similar al de Kirchner, Maradona, Messi, Charly García y otras celebridades. Si Blumberg decía A, “la gente” decía A. Si decía B, “la gente” decía B. Cuando en las marchas se agotaban las velas en las tiendas, los camiones de la revista Gente (equivalente a ¡Hola!) distribuían velas entre “la gente” para iluminar el rumbo que debía seguir el gobierno.
Los medios encuestaron a “la gente”: ¿está de acuerdo con la crítica de Blumberg a los organismos de derechos humanos? Sí: 64.2 por ciento; no: 35.8 por ciento. ¿Qué ideología representa mejor el perfil de Blumberg? Derecha: 48.6; ninguna: 27.3 por ciento (ídem, Clarín).
A una de las marchas concurrió el político Ricardo López Murphy, referente neoliberal caído en desgracia; en otra se fotografió con Mauricio Macri, actual jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuyas consignas de campaña coincidían con las de Blumberg: “Vos podés ser la próxima víctima”.
Blumberg creó la Fundación Axel y fue invitado a Estados Unidos para dictar conferencias en el Instituto Manhattan de Investigación Política (MIP, por sus siglas en inglés), entidad de Nueva York especializada en recetas de “tolerancia cero”. El director del MIP, William Bratton, había sido jefe de policía del alcalde republicano Rudolph Giuliani.
El contacto entre el MIP y Blumberg fue facilitado por el Foro de Estudios Jurídicos sobre la Administración de Justicia (Fores), de Buenos Aires, entidad defensora de “la seguridad” existente durante la dictadura argentina (30 mil desaparecidos). Bratton viajó a Buenos Aires y cobró 10 mil dólares por conferencia para explicar cómo había limpiado la big apple de pandilleros y distribuidores minoristas de droga.
El MIP y la Fundación Axel firmaron un convenio tramitado por Carlos Medina (estadunidense de origen chileno y director del MIP), quien en la ciudad de Córdoba declaró a los medios que “los chicos limpiaparabrisas y las prostitutas forman parte del terrorismo urbano” (La Voz del Interior, Córdoba, 27/9/04). Blumberg no se quedó atrás. Dijo que su hijo era “sano y limpio” y no de “esos piqueteros que cortan puentes y avenidas”. A la prensa extranjera manifestó que él no era judío: “… al contrario, muchos de mis clientes son judíos”.
De paso, injuriaba a los defensores de derechos humanos y contaba de sus experiencias en el exterior: “Vengo de Estados Unidos, donde conocí la mejor arma para luchar contra los delincuentes; no es un arma, sino que dispara energía eléctrica” (la pistola Tasser que usa la policía estadunidense). No supo explicar si el arma funcionaba como la rústica picana eléctrica argentina que descarga 220 voltios, inventada por el hijo del poeta Leopoldo Lugones en el decenio de 1930.
“La gente” lo aplaudía a rabiar: “No puede ser que los delincuentes estén en las cárceles y nosotros encerrados detrás de las rejas de nuestras casas”, decía al tiempo de jactarse de no leer periódicos ni libros. Limitación que le impedía enterarse de que el número de presos de la provincia de Buenos Aires ocupaba el segundo lugar en el mundo, después de Estados Unidos.
En sus “propuestas” a los gobernantes y políticos, Blumberg exigió leyes para controlar la venta de teléfonos celulares y aumentar las penas por homicidios, secuestros y violaciones con “…un mínimo de 20 años no excarcelables”. Sus asesores y “la gente” parece que tampoco leían periódicos. Antes del homicidio de Axel, el Congreso había sancionado una ley que prevé reclusión perpetua para quien mate en forma deliberada a la víctima de un secuestro.
Coincidiendo sin querer con Voltaire, Blumberg se pronunció por el voto calificado. “Hay que legislar pensando en la gente”, reclamó. En la primera marcha (más de 100 mil personas), Blumberg aseguró representar a “la gente como ustedes”. A la cuarta y última (junio de 2005) concurrieron cinco mil personas. Hoy, en Argentina, nadie habla de Blumberg.
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