Ricardo Andrade Jardí
Pero lo cierto es que cada día es más clara la incapacidad crítica que demuestran los seudo intelectuales a modo, programación basura de mañana y noche, la tarde es para la “novela”, que nos presenta una cantidad de presumibles análisis carentes de los más elementales niveles académicos, faltos de rigor histórico y donde los grandes temas ausentes son por supuesto la verdad, la ética y la critica a las estructuras principales del poder político y los modelos económicos. Programación basura que pretende vender la idea de que el asunto medular en México es sólo la inseguridad, traducida según los “especialistas” de la moda telecrática, en las incapacidades policíacas, sin contemplar nunca la impunidad oficial, la impunidad que hace en este país, de lo ilegal legalidad, de la injusticia ley y de la corrupción regla. La dictacracia de las concesiones juega su papel de hacer como que hace, al gusto de la enajenada urbanidad, mientras chantajea a corruptos y usurpadores gobiernos de todo el país, para imponer que sus caprichos usureros y especuladores, comida chatarra en escuelas públicas, y hospitales privados con dinero público, son algunos de los costosos favores que pagan los gobernantes usurpadores o corruptos, para ganar los favores de imagen de los concesionarios chantajistas que en realidad son el verdadero poder de facto de este país.
Cientos de ejecutados se presentan por todo México y los “especialistas” de la telecracia no alcanzan más que rebuznar culpas simplistas, para sacar del debate público a sus patrones tan culpables de los problemas que hoy nos aquejan como lo son la corrupción policíaca o la impunidad institucional, la falta de crítica de los actores sociales que se pretenden voz pública es una alerta fundamental del tamaño de la descomposición ética no sólo del Estado sino de la sociedad misma y de los modelos corrompidos de representatividad que la sociedad tiene o supone tener como mecanismos de acción política. Intelectuales, políticos, profesionistas (con algún reconocimiento público) medios de comunicación (con mínimas y honrosas excepciones), etc., que cierran las puertas a la verdad, en aras de alentar un discurso “patriótico de unidad”, en un país donde lo más golpeado por la impunidad en todos los niveles es justamente la identidad patriótica que es, siempre, criticable si se trata de defender soberanías, pero se convierte en estandarte, casi religioso, si se trata de ensalzar la demagogia empresarial del NARCO-FOBAPROA.
En algún punto hemos extraviado o nos han robado la capacidad critica de los sujetos sociales, ahí es donde hemos tropezado y permitido todo abuso. La falta de crítica fundamentada hace de nuestra vida cotidiana la costumbre del silencio y el silencio es el poder del que se alimenta la ilegalidad de la impunidad, hoy convertida en la única regla “respetada” del sistema.
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