Felipe Calderón, presidente espurio de México, exige a la prensa "buenas noticias", como si la realidad nacional no reflejara la acción devastadora del neoliberalismo.
Darío Arredondo | Para Kaos en la Red | 6-9-2008 |
La frase "llora como mariquita sin calzones lo que no pudiste defender como hombre", resuena como eco decimonónico de factura liberal en los oídos de los consumidores de noticias habladas, escritas o mímicas. La conciencia ciudadana, acostumbrada al terciopelo de la mentira hecha
noticia, quizá extrañe la reciedumbre de la verdad, el mensaje sin eufemismos, la realidad monda y lironda que se vive o muere cada día en cualquier esquina, cruce, rincón o plaza.
Felipe Calderón, presidente de México por asalto bucanero a las instituciones, gimotea amargamente cuando los medios reportan "malas noticias", con lo que se une al clamor foxista que hizo posible la clasificación en círculos, rojo y verde, a reporteros, comentaristas y otra gente de pluma, que arruinaban el desayuno presidencial mientras que alevosamente cumplían con la tarea casi subversiva de informar al público lo que pasaba en el país.
La comprensible necesidad de "buenas noticias", desligada de la realidad, parecía depender de los "fabricantes" en los medios, lo que supone que el periodismo es un ejercicio de buena o mala voluntad de complacer el humor presidencial. La separación de rojos y verdes, habla de una vocación muy particular: hacer pasar la ética y probidad periodística por un conjunto de guisantes de dos colores, uno comestible y el otro también, aunque indigesto por razones
psicológicas.
Además de la absurda clasificación, el foxismo hizo apología de la inculta compulsión presidencial por lo cortito y fácilmente digerible de los textos, por la ausencia de complicaciones y por la escasez conceptual, vertidas en mensajes pequeños, compactos, predigeridos, mínimos, que no ocasionaran cansancio visual y mental. Una prensa chaparra, sin matices ni atisbos de cultura más allá de los mensajes de Televisa, sería la versión foxista de buena prensa, colmada de contenidos descremados, endulzados con sustancias artificiales que "no engordan", ideales para cuidar una figura mental esbelta, libre de las complicaciones de la realidad. Ahora, siguiendo la inercia foxista, el plañidero Calderón, cumple su papel histórico de querer "buenas
noticias" y reclama la especie a los medios.
La situación nacional, que refleja el logro del gobierno de alcanzar a Haití en desempeño económico y cifras de inflación que permiten suponer lo milagroso que debe ser algún santo, cuyo nicho se encuentra en algún lugar de la casa presidencial y de la Secretaría de Economía,
Hacienda, Banco de México, que ha permitido el colapso de la economía sin que millones de trabajadores vayan a huelga, por aquello de quítame estas canastas básicas, que obra el milagro de una alza sin precedentes en los precios de los alimentos sin que las multitudes se lancen a las calles exigiendo alguna señal de vida inteligente en el gobierno, permiten dar buenas noticias respecto a la paciencia de fakir oriental de que hacemos gala.
Si Calderón quiere buenas noticias, ¿habrá quién resista la tentación de barrer bajo la alfombra las evidencias de descomposición social que observa el Estado mexicano? ¿Existirá la subespecie humana que de las noticias en textos cortitos, amenos, al grano, siempre y cuando "el grano" sea tratado químicamente para esterilizar cualquier inquietud, reclamo, propuesta, disenso y, en fin, cualquier insinuación de que la realidad nacional es, aquí y ahora, un campo de batalla sin más regla que la mayor artillería disponible, capacidad de intimidación y uso de influencias, parentescos, corruptelas, y demás elementos de la caja de herramientas del neoliberalismo PRIANISTA y de los infaltables compañeros de viaje adheridos a las prerrogativas que concede la ley a través del IFE?
Calderón es un buen ejemplo de la derecha con pereza mental, como lo fue en su momento Fox. Una derecha capaz de minimizar los impactos de la ineficiencia gubernamental mediante la manipulación de la verdad, fabricante de "buenas noticias" por una compulsióna la mentira como estilo de gobierno; una derecha apátrida, vulgar y acrítica, capaz de comerciar con el patrimonio nacional en aras de una buena relación con el hampa trasnacional, en el petróleo, nuevas fuentes de energía, la agricultura, el ambiente, y lo que sea menester para tener el aparador del changarro colmado de ofertas, que ninguna potencia imperial podría resistir.
De alguna manera, nosotros, el pueblo, también quisiéramos buenas noticias. Noticias alentadoras sobre la marcha de la economía nacional, reflejada en el empleo e ingreso, en la seguridad social, en la seguridad pública, pero sabemos que son consecuencia de acciones
perfectamente planeadas y ejecutadas, que corresponden al ámbito de la economía y la política, que son actos de gobierno inspirados por una ideología respetuosa de los valores y tradiciones nacionales y que actúa en favor de las mayorías. Mientras se da este cambio en términos reales, medibles, comprobables, bastaría con una nota, así como las quieren los representantes de la derecha chata, vulgar e ignorante (cortita, directa, sin complicaciones): "Renunció Calderón".
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