lydia cacho
La angustia que produce la violencia social que se vive en México parece no encontrar salida. Hay una tendencia a la descalificación de toda crítica. La gente que se siente abrumada por el miedo a la violencia, a la propaación de narcotráfico, del secuestro, de los feminicidios, de la pedofilia; busca respuestas que le den paz emocional. Necesitamos saber que hay esperanza, porque sin ella nada de esto que sucede tendría sentido. Los grupos budistas buscan iluminar al país con pensamientos de luz y armonía, miles de católicas, judías y cristianas hacen oración en grupo por toda la geografía nacional. Muchos han decidido dejar de leer los periódicos porque no pueden manejar la angustia. Los directivos de algunos medios electrónicos y escritos escuchan la solicitud del presidente Calderón para acallar las malas noticias. Participar de ese juego de silenciamiento de la realidad no es solamente peligroso, sino carece de sentido. Es como el hombre cuyo médico le ha dicho que tiene cáncer y visita a un yerbero. Todo saldrá bien, se dice. Meses después cae fulminado en el hospital, la metástasis ha llegado a los huesos, al hígado y al páncreas. Las enfermedades del cuerpo, como las de la sociedad, no mejoran por el simple hecho de ignorarlas. En un país convulsionado por la violencia, nadie tiene derecho a exigir derechos sin asumir responsabilidades. El presidente Calderón, sujeto al miedo de haberse envalentonado al abrir una guerra sin cuartel en todo el país, no tiene derecho a exigir a la sociedad su apoyo y, al mismo tiempo, cancelar el derecho que ésta tiene a estar informada. Los criminales buscan la opacidad; esa es la esencia de la impunidad. Lo sabe bien la gente de Cancún con los zetas que se han apropiado de los edificios de la zona hotelera, y un alcalde y un gobernador que no se atreven a hablar del tema en Quintana Roo. Lo saben en Piedras Negras, Coahuila, quienes la semana pasada estuvieron en el Hotel restaurante Barrocas frente al Chapo Guzmán y su mano derecha «El yerno». La gente de Eagle Pass, a quienes la banda de El Chapo les ha quitado todo, casas, ranchos, negocios. Lo saben las familias de Tijuana y Nuevo León con desaparecidos que intentaron denunciar a secuestradores ante las autoridades. Las defensoras de derechos humanos de Chihuahua, amenazadas de muerte por judiciales. Lo sabe el General que la semana pasada pidió a Calderón que nombre a un Secretario de Gobernación que sí sepa sobre seguridad nacional. Lo sabemos en todo México: si nuestros derechos humanos y constitucionales no están garantizados y protegidos, nadie, ni el Presidente, tiene derecho a exigir responsabilidad para sumarse a una guerra que sólo genera más violencia.Me parece que hay que abrir los ojos, mirarlo todo, escuchar al miedo, enfrentarlo. Es buena idea iluminar a México, cada rincón de oscuridad ya sea político, criminal o empresarial. Iluminar con la verdad, con la información. Sólo así rescataremos nuestros derechos, de la mano de nuestra responsabilidad. Calderón tiene el derecho de convocar a todos a combatir el cáncer de la inseguridad; por lo mismo, no puede cancelar el derecho de la sociedad a informarse sobre esa enfermedad.
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