Antonio Gershenson
Se fue precisando lo de la conferencia internacional, sería del “grupo de los 20” o G-20, que son 19 países y el Banco Central Europeo. Los países son los que estaban ya en el “grupo de los 7”, que con Rusia son el de “los 8”, a los que se agregan los principales países “en desarrollo”, que incluyen a China, India, Brasil (que ahora tiene la presidencia del G-20), México, Sudáfrica, Corea del Sur, Saudiarabia y otros.
El 7 de octubre, después de llamadas telefónicas con “los cuatro” europeos que habían pensado en la conferencia, como vimos en el artículo del jueves 9, George W. Bush se sumó y convocó a una reunión del G-20, similar a la de “los siete”, con los mismos funcionarios (sobre todo secretarios de hacienda y presidentes de los bancos centrales), en el mismo lugar (Washington) el sábado 11. Al poco tiempo, los 19 países, incluido México, recibieron las invitaciones de Lula, presidente en turno del G-20, para la reunión, que podría ser la primera de un nuevo proceso.
A medida que se complican las crisis y las medidas que se adoptan, se hace más urgente el establecimiento de nuevas reglas mundiales. Ya vimos que la correlación de fuerzas y la situación misma llevan a más intervención del Estado en la economía. De ahí que la conferencia se presente como una necesidad, que posiblemente se considere en la reunión del G-20. Hasta el director general del Fondo Monetario Internacional dijo que “la crisis es grave y va a ser prolongada”, y que “la peor situación sería hacer las cosas como las hacíamos antes”.
Hace unos días, seis de los mayores bancos centrales, incluidos los de Estados Unidos y China, redujeron al mismo tiempo las tasas de interés en medio punto porcentual. Luego les siguieron otros bancos. Esto abarata un poco el crédito y tiende a activar la economía. Pero el pasado jueves 9, luego de unos días en bajada, la caída de las bolsas de valores fue mayor que antes. Las de Estados Unidos, Japón y las principales de Europa bajaron en un día, todas, en más de 7 por ciento. Y siguen cayendo. Entonces, una medida que en condiciones normales activa la economía, ahora no resultó. De ahí que se requieran medidas más de fondo y a escala mundial.
En México, el gobierno ofrece un presupuesto reducido y un limitado plan de recuperación en el que, sin embargo, se “fusila” algunos puntos del programa de emergencia de AMLO y de la izquierda, mostrando la debilidad de sus posiciones tradicionales. Entre los puntos que las fuerzas que han buscado el fortalecimiento de Pemex han planteado una y otra vez, están los siguientes:
Inicio de una refinería de Pemex. Se ha planteado durante años la necesidad de nuevas refinerías, sin que los gobiernos tecnócratas hagan caso. Las importaciones, especialmente de gasolina, se han disparado cada vez más. Recientemente se han planteado tres refinerías. Aunque hay que definir muchas cosas a este respecto, el que oficialmente se acepte construir una refinería es una conquista muy importante.
Por lo pronto, caen a la basura muchos argumentos que trataron de sostener la llamada reforma energética. Los funcionarios del sector decían que Pemex no podía hacer nuevas refinerías por falta de dinero y de personal. Pues sí hubo dinero, y precisamente en una de las fuentes que se habían señalado al exigir la construcción: “12 mil millones de pesos, para los gastos asociados a preparar la construcción de una refinería y otras obras de infraestructura”, vendrían del “fondo de estabilización” de Pemex al cierre de 2008. Lo que no había antes era decisión política, y ahora la situación, la crisis mundial y las medidas que se están tomando en el ámbito internacional, fueron una presión adicional a las internas, que llevaron a adoptar esta decisión, que niega las que hace pocos meses eran las posiciones oficiales defendidas rabiosamente. En los hechos, se van a la basura las refinerías propiedad de trasnacionales de la “reforma energética” del gobierno federal.
También se acepta eliminar el esquema de Pidiregas, convertir en deuda pública el pasivo Pidiregas y excluir la inversión de Pemex de la meta de balance presupuestario. Aunque para sanear en serio a Pemex se debió haber regresado ese pasivo, esa deuda, al gobierno federal y en especial a la Secretaría de Hacienda, de todos modos se elimina una fuente de problemas y de encarecimiento de las obras. Esta es otra conquista.
Sería el colmo que insistieran en la privatización del petróleo, aunque sea parcial, cuando el mundo va en sentido contrario. Lo menos que se puede hacer es poner en marcha el verdadero programa de emergencia para la crisis.
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