Editorial
Los comicios regionales celebrados el pasado domingo en Venezuela, en los que participó 65 por ciento del electorado, según cifras del Consejo Nacional Electoral, han dado cuenta de la correlación de fuerzas entre las distintas expresiones políticas que compiten en aquel país. Por un lado, el movimiento que encabeza el presidente Hugo Chávez volvió a obtener un apoyo mayoritario de los votantes, que otorgaron al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) el triunfo en 17 de las 22 gubernaturas en disputa. La oposición, por su parte, logró un avance significativo en relación con los comicios de 2004: ganó la alcaldía mayor de Caracas, los estados de Carabobo, Táchira y Miranda –antes en manos del chavismo– y retuvo las gubernaturas de Nueva Esparta y Zulia, esta última la entidad más rica del país.
Tales resultados refrendan el carácter democrático del régimen venezolano y confirman la solidez, autonomía e imparcialidad de sus instituciones electorales. Asimismo, y de manera paradójica, el crecimiento de la oposición venezolana en el mapa electoral constituye, más que una derrota, una victoria moral para el presidente Chávez, por cuanto se desmiente, una vez más, a quienes tildan de antidemocrático y autoritario a un gobierno que se ha sometido al veredicto ciudadano en numerosas ocasiones: la más reciente, cabe recordarlo, fue el referendo realizado el 2 diciembre de 2007, cuando la mayoría se manifestó en contra de una propuesta de reforma constitucional que, según los críticos del chavismo, habría permitido una mayor concentración de poderes en la figura del jefe de Estado y su relección indefinida. En aquella ocasión, el propio mandatario reconoció plenamente y sin ambigüedad el triunfo de sus adversarios, a quienes instó a “administrar la victoria” y a reconocer que la vía electoral “es el camino”, y llamó a sus simpatizantes a mantener la calma y a seguir “construyento el socialismo en el marco de la Constitución”.
Por lo demás, y a diferencia de lo ocurrido con el pasado referendo constitucional, cuando el electorado tuvo que pronunciarse entre el apoyo y el rechazo a la propuesta chavista –lo que implicó una polarización de la sociedad venezolana durante la campaña–, en las elecciones regionales de este domingo fue significativa la ampliación de la baraja de opciones políticas opositoras: desde las vinculadas a los sectores más reaccionarios –los que impulsaron la intentona golpista de 2002– hasta expresiones progresistas desgajadas del chavismo, con lo que se abre paso a un pluralismo político necesario para la vigencia de un régimen democrático.
El balance de la jornada dominical despeja, por otra parte, los temores generados por algunos de los característicos excesos verbales de Chávez, quien unos días antes de los comicios había amenazado con “sacar los tanques de la Brigada Blindada para defender al gobierno revolucionario y al pueblo” en caso de un triunfo de la “oligarquía” en Carabobo, y llamó “traidores” a los cuadros disidentes de su movimiento, a pesar de que algunos de éstos han manifestado que mantienen simpatía por los objetivos del actual gobierno. Así, pudo comprobarse que las desafortunadas expresiones eran eso: meros exabruptos.
Otra vez se vuelven a reproducir frases de Chávez fuera de contexto, lo que dijo fue que sacaría "los tanques de la Brigada Blindada para defender al gobierno revolucionario y al pueblo", si la oposición insistía en causar un baño de sangre y no respetaba los resultados de los comicios expresados por el pueblo. Es el colmo que hasta en estas notas se reproduzcan conceptos que Chávez no expresó.
En suma, con los comicios referidos se confirma que en Venezuela existen las condiciones políticas e institucionales para avanzar en las transformaciones sociales por la vía democrática y se desactivan las aspiraciones golpistas anidadas en algunos sectores de la oposición e impulsadas desde Washington. Cabe felicitarse por ello.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario