Julio Hernández López
Ya de salida, la administración de George W. Bush va dejando claro el papel enérgicamente tutorial que ha ejercido sobre la política mexicana en los años recientes. México ha sido considerado silenciosa pero implacablemente como un problema de seguridad nacional para la Casa Blanca y el Pentágono, de tal manera que bajo esa lupa hegemónica han de entenderse las injerencias “justificadas” (desde el punto de vista del imperio en declive) en el patio trasero alborotado y contaminante. Catalogado por el comando conjunto de las fuerzas armadas estadunidenses como uno de los “estados débiles y fallidos”, junto a Pakistán, ambos en riesgo de colapso, México también ha estado en las consideraciones de la CIA como uno de los principales retos para la política exterior estadunidense, ni más ni menos que junto a Irán.
Tan peligrosa clasificación del vecino sureño hace preguntarse cuánto fue el empeño de los mandos gringos en la manipulación de la vida pública mexicana para acomodarla a sus necesidades estratégicas, derribando en algunos casos a tiranos históricos (el predominio priísta de siete décadas) e instalando administraciones tripuladas (el siempre pro estadunidense Vicente Fox) y luego impidiendo que llegara al poder un político mínimamente izquierdista (López Obrador) e imponiendo a un personaje débil de origen y convenientemente debilitado en su proceso de toma del poder al que habrían conducido de la mano militar a declarar una “guerra” contra el narcotráfico tan mal llevada y sabidamente equívoca que sólo ha acabado de dañar el tejido social mexicano y, al mismo tiempo, de agudizar las condiciones de desgobierno que ahora les permiten declarar a México un peligro para Estados Unidos y mantenerlo bajo la mira supuestamente suavizada por el cambio del color de piel del rostro puesto al frente del aparato de poder que frente a su crisis profunda apretará aún más el puño y el sometimiento de sus subordinados (entre más débiles e ilegítimos, mejor).
La colocación de México en niveles de “amenaza” a Estados Unidos, que justificaría la intervención armada, no se diga la política o electoral, ha tomado a la administración calderonista en la luna o, para ir más a tono con lo sucedido en los días recientes, en el presunto cielo. El penalista encargado de la Secretaría de Gobernación apenas ha emitido algunas palabras de tibio rechazo a las graves clasificaciones gringas, y el ocupante de Los Pinos pareciera más dedicado a rezar el rosario electoral, decidido a ensanchar el camino de la participación política a los demonios con sotana, de la misma manera en que con absoluta irresponsabilidad sacó en diciembre de 2006 a los militares de los cuarteles para desatar una “guerra” que ha causado más bajas civiles que los conflictos bélicos reales en otras partes del mundo.
Una muestra tragicómica de los aires conservaduristas desatados se ha vivido en la capital del emblemático estado de Guanajuato (cuna política del foxismo), donde los panistas que controlan el ayuntamiento (más un regidor del perredismo oportunista y sin compromiso político ni ideológico) pretendieron imponer reglamentaciones medievales cuyo botón más llamativo es el relacionado con las sanciones a quienes se besen con exceso o escándalo medibles a partir de la hipocresía de las “buenas conciencias” panistas. Fue tan generalizado el rechazo, y el pitorreo, a esas pretensiones, que el presidente estatal del PAN y el gobernador del estado, también panista, acordaron vetar las disposiciones polémicas y el propio presidente municipal, Eduardo Romero Hicks, ha anunciado que a como dé lugar se frenará la imposición de esas medidas que, dice, fueron mal entendidas. El panismo: una visión política débil y fallida, que constituye un peligro, a veces risible, hasta para sus propios beneficiarios electorales.
Astillas
El pasado domingo, en el diario El País se publicó un reportaje de Luis Gómez titulado “La oficina del crimen”, en el que se habla de la mafia colombiana y sus sicarios instalados en España. Carlos Iván Franco encontró en ese texto lo siguiente: “Sobre la documentación que usan los delincuentes colombianos que se establecen en España se han detectado algunas particularidades. Durante unos años utilizaban generalmente pasaportes venezolanos (…) Recientemente se ha observado una notable variación. Venezuela ha empezado a dar menos facilidades y ahora se están desplazando a España con pasaportes de Guatemala, Costa Rica y, sobre todo, México. ‘Estamos observando que utilizan pasaportes mexicanos auténticos, incluso con su misma identidad’, reconocen fuentes del Interior. ‘Hemos detectado cómo envían la huella dactilar por correo electrónico junto a una foto y reciben en su domicilio un pasaporte nuevo a través de una compañía de mensajería.’ Mandos de la policía y la Guardia Civil han tenido reuniones con funcionarios mexicanos para exponerles este problema ‘pero no parecen reaccionar por el momento. Nos están bajando algunas estadísticas de delincuentes colombianos y subiendo las de mexicanos, cuando sabemos que esos mexicanos son en realidad falsos’”… El PRD orteguista recibió a la escisión del PT encabezada por José Narro (homónimo y familiar del rector de la UNAM), en una anunciada maniobra con la que se pretende desgastar al tronco petista dirigido por Alberto Anaya, que se ha mantenido calculadamente al lado de López Obrador. Uno de los Chuchos dominantes, éste de apellido Zambrano, anunció la decisión de retomar activamente su lugar en el Frente Amplio Progresista, luego de los jaloneos ante el IFE por esta marca y ante el surgimiento de la poco afortunada denominación redentorista de Salvemos a México … Y, mientras ha de lamentarse que en las deliberaciones sobre las familias y sus depredadores en el pasado encuentro católico no se hubiera tocado el tema de los curas pederastas, como el padre Chucho de Veracruz y otros connotados jerarcas religiosos, ¡hasta mañana, en esta columna en espera del cambio de cabezal que ahora diría: The New York Telmex!
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