Por Alberto Híjar
Una humanidad nueva crece y se fortalece desde las noticias de las debacles financieras, alimentarias y climáticas acompañadas por la guerra injusta y desigual, el terrorismo de Estado y la delincuencia desatada para implantar regímenes policíacos con una sistemática anulación práctica del Estado de Derecho. La provocación de Estado exige réplica criminal pero justifica el enorme negocio de la mal llamada seguridad nacional: pronto llegarán los primeros 90 millones de dólares del Plan México.
El ser en y por el terror es cultivado por la reducción informativa a trivialidades de la industria del espectáculo y a la reiteración de la violencia como vida cotidiana. Y todavía López Doriga clama por la libertad de expresión. Por fortuna hay una resistencia en movilización constante aquí y allá, por todos lados. Denuncia, protesta y reivindicación parecen insignificantes porque los medios las ignoran si no es para criminalizarlas, pero su constancia es tal, que encuentran lo común de todos los males en el capitalismo globalizado y los correspondientes Estados tan corruptos que casi nada guardan ya de la soberanía que aún dicen representar en el nombre del pueblo.
El poder infame requiere de organizaciones clandestinas para asegurar los grandes negocios y reprimir y eliminar a quienes los impiden. Hay una articulación consentida para pasar por encima de la asociación delictuosa y someter a jueces, fiscales, ministerios públicos, policías y ejército a la necesidad del más fuerte. Sólo hay que ver el despliegue de condenas a la agresión de Televisa Monterrey en comparación con los crímenes de Estado que no merecen atención de los vigilantes de la ley y el orden. Un principio de autoridad rige esta infamia capaz de condenar a inocentes y de liberar a connotados hampones. Nacho del Valle, de Atenco, deberá purgar 112 años de prisión, impunes están los asesinos de Brad Hill, a quien todos vimos caer abatido por los disparos desde una bocacalle de Oaxaca. América del Valle clama por sentencias justas para los de Atenco y resiste desde su clandestinaje obligado. Lucía Andrea Morett sufre hostigamiento constante en su calidad de testigo de la masacre de Sucumbíos y no merece atención alguna del gobierno de México tan obsequioso, por ejemplo, con los colombianos de la lujosa mansión en el Desierto de los Leones, recientemente liberados una vez que demostraron su legalidad migratoria. Dos bellas mujeres no salieron porque denunciaron el ataque sexual encabezado por el comandante de la captura, que al menos fue separado de su cargo. Aviso para quien deba entenderlo.
Igual es quedar libre bajo fianza o estar mencionado en una denuncia de hechos. Poder Judicial, periodistas sicarios y organizaciones de la Democracia Cristiana que no es democrática y menos cristiana, integran la red inmovilizante. Quédate quieto o activamos la orden de aprehensión, la orden de presentación puede transformarse ante el juez, cualquier movimiento de protesta o denuncia será usado como prueba en contra. Hay quien opta por la inmovilidad y hay quien llega hasta la traición. Pocos entienden que la mejor defensa es el ataque y en lugar de callar y someterse, suben el tono de la denuncia y encuentran más pruebas contra los impunes, las difunden, las hacen valer ante la sociedad y contribuyen así a romper el círculo del mal, terror de Estado impune de protección a los grandes criminales del poder. En esta batalla por el derecho a ser libres no hay tregua, hay trabajo transformador lo mismo en la publicación de la verdad que en la defensa de la soberanía como atributo personal colectivo. POR ESTO!, América del Valle y Lucía Andrea Morett, amenazada con una improbable deportación a Ecuador, tienen en común esa digna rabia no sólo promovida en el tránsito de 2008 a 2009, sino permanente como línea política asumida como identidad personal de resistencia contra el terrorismo de Estado.
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