Por Teresa García Avila
En la mayoría de países latinoamericanos, la población no ha hallado solución a sus problemas en la democracia formal, electoral, que ha sido insuficiente para dar respuestas satisfactorias; ha hecho falta una democracia participativa y construir ciudadanía. Esa es la diferencia entre
Europa y Latinoamérica: la primera cuenta con una ciudadanía activa y participativa, mientras en la segunda es prácticamente nula, lo que genera desconfianza hacia la democracia formal y, por lo mismo, la pone en una situación de vulnerabilidad. En nuestro país a los ciudadanos nos convocan a votar y después los gobiernos hacen lo que quieren. Tenemos gobiernos con legitimidad de origen y con deslegitimidad en el ejercicio.
Legislar es la actividad más importante y de mayor responsabilidad de los diputados y diputadas, a ella deben de consagrar la mayor parte de su esfuerzo y de poner todas sus capacidades. Los diputados y diputadas deben de tener siempre presente los principios ideológicos propios y otros de valor universal como el amor, la justicia, la libertad, la equidad y los derechos humanos. El trabajo en Comisiones debe de atender a los mismos principios. Los diputados son representantes populares, cuya función máxima aparte de legislar, es tener contacto y gestionar ante autoridades peticiones o solución a problemas de los ciudadanos.
Lamentablemente en nuestro estado nuestros representantes, léase diputados y diputadas, están sometidos no al mandato de la ciudadanía sino a una mal entendida disciplina partidaria e intereses políticos. Pero dentro de estas actitudes que no coinciden con la representación popular, pues cada representante debería ser eso mismo, un mandante del pueblo en general, no en particular (partido, grupo o inclusive opinión personal) ya que ha sido electo para representar a todos, no a parte ni siquiera a su propio partido puesto que seguramente ha accedido a una banca o cargo por gente que no es de su partido sino a gente que ha percibido que este representante puede manifestar su labor política al mismo sentir que ellos. Cuando un candidato a diputado sale elegido, los electores, tanto se identifiquen o no con el grupo político que represente, debemos desearle la mejor suerte y ventura en el desarrollo de la ardua tarea que le espera para que todos nos podamos sentir orgullosos en el acierto de haberlos elegidos y más, en las necesarias soluciones que disponga y en el desarrollo de sus actuaciones como mandatario. No vale unirse solamente con sus acólitos partidistas y mucho menos, con aduladores conformistas, pues la barca zozobrará antes de lo esperado. Nadie de los que componen el Gabinete debe ser ajeno a las responsabilidades contraídas igual que a nadie se le debe dejar exento de adquirir las mismas. Es la única forma de crear un abanico que pueda ser del agrado de todos los electores y que al mismo tiempo, consiga un marco de ejemplaridad e implicación democrática, donde todos, responsables y ciudadanos, vayamos de la necesitada mano del entendimiento.
Desde el mes de junio del año pasado los consejeros de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Yucatán (Codhey), habían venido denunciando ante el Congreso del Estado las irregularidades y omisiones por parte del ombudsman Jorge Victoria Maldonado, sin que los diputados y diputadas hicieran algo al respecto. Cuando la situación se agravó con la renuncia de tres de los cuatro consejeros de la Codhey, la solución fácil, sin complicaciones, fue emitir una convocatoria con el fin de sustituir a los tres consejeros, sin siquiera interesarse en los motivos de esta preocupante situación. Para qué investigar las denuncias y renuncias. Guardaditas en un cajón quedaron las renuncias por más de mes y medio, y en medio de fiestas y brindis navideños emitieron su convocatoria violando normas y procedimientos. Cobraron su aguinaldo, celebraron su buena fortuna y cargados de regalos se fueron a sus casas.
Para fortuna de la ciudadanía existen ONG que realmente luchan por el respeto, la transparencia, la legalidad y los derechos humanos, quienes se abocaron a denunciar las irregularidades cometidas por estos nuestros representantes y solicitaron la reposición del proceso: primero investigar para después convocar. De lo contrario, seremos el antagonismo despreocupado de todo aquello que debió ser pero que, una vez más, se quedó abandonado en el baúl de los despropósitos y negligencias. Y lo más grave y triste, que nos volverá a pasar lo
mismo. O quizás peor.
Habrá que recordarles a nuestros representantes que un buen diputado, diputada, como primera lección cívica deberán de considerar:
I. Los diputados, diputadas, son los representantes del pueblo. No se la deben al “padrino”, al compadre ni a los amigotes.
II. Al representar al pueblo, tienen el compromiso ético, moral y cívico de defenderlo aun contra los otros dos poderes.
III. El voto del pueblo los lleva a la diputación.
IV. El ciudadano que votó por su diputado, diputada, espera que éste proteja sus derechos y sea una persona accesible, que los atienda en sus
demandas, y no convertirse en -el o la- hombre invisible que desaparece después de la votación y lo vuelve uno a encontrar después de su “período”.
V. El diputado, diputada, promoverá leyes justas para todos y bloqueará y luchará contra decretos “al vapor” aun contra los otros poderes. No aplaudirá devaluaciones, y evaluará los informes con rectitud y justicia.
VI. Aunque al diputado, diputada, lo haya apoyado un partido, está al servicio de la comunidad que representa.
VII. Por la “particular” forma de democracia que se ejercita en nuestro país las diputaciones “caen del cielo”, un diputado tiene que ganar en las elecciones y después ganarse al pueblo, aunque lo ideal sería ganarse al pueblo y con él ganar las elecciones.
VIII. El buen diputado, diputada, se debe al pueblo y no se presta a ser “pelele”, “fantoche” o “levanta-dedo” a turbias maniobras, componendas, “enjuagues”, trafiques, extorsiones y chantajes.
IX. El diputado, diputada, durante su servicio, visitará su distrito de forma incansable, ofreciendo sus servicios, su mediación y protegerá a sus representados ante todas las autoridades. ¡Ya casi no puedo escribir, me estoy muriendo de risa....!
X. El buen diputado refutará y protestará aún contra el Jefe del Ejecutivo si algún Decreto o Ley es lesivo a los intereses de sus representados. Perdónenme, queridos lectores, por este último chiste, no se ahoguen a carcajadas.
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