Equipo de leales
Juan Molinar es un politólogo calificado. Sin embargo, no fue nombrado secretario de Estado por esa razón, sino por su lealtad al PAN y a Felipe Calderón. Su nombramiento confirma la regla: Calderón ha decidido seguir gobernando con un equipo de leales. Esa no es la mejor fórmula cuando se carece de la mayoría y se tiene que enfrentar una crisis mayor.
El error se hace evidente cuando se contrasta la fórmula de Calderón con la de Obama. Allá el presidente tiene mayoría, cuenta con el respaldo institucional del régimen presidencial más consolidado y sin embargo formó un gabinete con los mejores e incluso con sus rivales. Lo hizo siguiendo el ejemplo de genial conducción política de Lincoln, cuya historia está elocuentemente relatada en el libro favorito de Obama (Doris Kearns Goodwin, Team of Rivals).
Un equipo de leales sería una fórmula política insuficiente, incluso si Felipe Calderón hubiera ganado la elección con un amplio margen, contara con el respaldo de una clara mayoría en el Congreso y nuestro país no estuviera atravesando por una crisis económica y de seguridad. Sin mayoría y en medio de una crisis que tenderá a agravarse, la fórmula diluye la responsabilidad del gabinete, lleva al aislamiento del gobierno de la gente y genera estados de ánimo propios de un bunker (menor objetividad y endurecimiento).
El problema del nombramiento de Juan Molinar no está en su falta de conocimientos sobre la materia. Lo que hoy se necesita en SCT es capacidad política para recuperar la autoridad, llegar a acuerdos con los principales actores y poner en marcha el programa de infraestructura. El problema del nombramiento está en la concepción política y el estado de ánimo de Calderón que parece no sentirse cómodo haciendo política y que prefiere encerrarse con sus leales.
La decisión no sirvió para fortalecer al gobierno. No le agrega poder y ni siquiera se convierte en un mensaje de disciplina interna, en tanto que no fue acompañada de los correspondientes actos de autoridad que la situación escandalosa que le dio origen ameritaba. Tampoco ayuda a reafirmar la alianza principal del gobierno con el PRI que seguramente se sintió lastimado al perder un interlocutor conocido y al saber que habrá un funcionario político en un sector que le es vital en sus alianzas sociales y para sus estrategias políticas.
Con el nuevo nombramiento, a Calderón le quedan dos opciones. Una, que su secretario sea más eficaz que el anterior, en comunicaciones e infraestructura. Dos, que desde ahí —con los poderosos instrumentos de la secretaría— respalde la campaña del PAN.
Si opta por el proselitismo, provocará una reacción inmediata de las oposiciones antes de las elecciones y dificultará más aún la gobernabilidad en el segundo semestre del año. Si no ha habido la visión de la gran política para construir una amplia mayoría y enfrentar la crisis con un gabinete mejor pertrechado, por lo menos podría haber prudencia para no echar gasolina a la lumbre.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista
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