martes, marzo 10, 2009

Carla Bruni y noooo, no, no, noooo, díganle que nooo a ese Karstenstein

Carla Bruni, esposa del presidente Nicolas Sarkozy, arriba a Palacio Nacional, donde Felipe Calderón encabezó una ceremonia de bienvenida al mandatario europeo. Atrás, los secretarios Genaro García Luna y Agustín Carstens


Mi admirabilísimo doktor Karstenstein ha dado verdaderas demostraciones de que es un ser humano que siente y que ama. Ante la belleza imperturbable y nada serena de Carla Bruni, que se paseó frente al gabinetillo calderónico como una de esas aves que cruzan el pantano y no se manchan, el secretario de Hacienda le rindió, junto con García Luna, que también sabe lo que es bueno, el mayor símbolo de pleitesía que un mexicano puede expresar ante una mujer con la clase y el estilo de la primera dama francesa: una mirada francamente lasciva, como de chalán de vulcanizadora a la que nada más le faltó el clásica y sutil: ¡Meeeereeeeeezcooooo!
La fotografía en la portada de MILENIO nos descubre también la envidia incrustada en los rostros de Margarita Zavala y Chepina Vázquechutas que parecen decir: “No sé qué le ven, ya en persona ni está tan guapa como dicen”. Lo mejor es la cara de Ruiz Mateos, ese prócer del oportunismo pando, quien se reprime para no escanear a la mademoiselle como dictan los cánones, no lo fueran a regañar.
Pero el mejor Karstenstein es el beisbolero. En un acto que algunos insensatos califican de populismo al revés y que no es sino una demostración de fe y tanates, se presentó a lanzar la primera bola en el Mundial de Beisbol, sin importarle que pudiera recibir, como era previsible, una rechifla sonora y tumultuaria. Es admirable que el nada portátil personaje, además, cometiera dicho acto ataviado a la usanza beisbolera que, la verdad, no está diseñada para sus disolutas dimensiones, cosa que revela que tampoco le importaba someterse al escrutinio malicioso de los resentidos sociales.
Qué macho el tío. Cualquier otro de sus camaradas de gabinete —compuesto por compatriotas que aprevenidos suelen esconderse tras la vitrola— ni loco se hubiera expuesto al escarnio de esa manera. Karstenstein es la virilidad encarnada.
Quizá fueron los abrumadores abucheos del público o el sentimiento de culpa por transformar un catarrito en tsunami, pero la cosa es que su lanzamiento le salió tirititito y no llegó a home. Cualquier niña softbolera de la Liga Maya hubiera aventado con mayor vigor la pelota a la manopla del catcher. ¿Así lucha contra la crisis?
Y no sólo eso. Atrajo la mala suerte para la selección mexicana, que perdió contra los australianos (ellos aprendieron a jugar a la pelota caliente apenas en 1999) por ¡17-7! Al rato, hasta los vietnamitas nos ganarán a los albures.
¡Noooo, no, no, no, nooooo, díganle que noooo a ese Karstenstein!jairo.
calixto@milenio.com

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