En la ciudad fronteriza, un relato terrible siempre es precedido por uno espantoso
Nueva amenaza en Texas: “si te portas mal, te llevo a Juárez”
*Malbaratan sus bienes raíces las personas que huyen a El Paso a causa de la violencia
*Hay casas de 2 millones y medio de pesos que se pueden adquirir en millón y medio”
*En una de las escuelas de mayor tradición, administrada por monjas, hay una niña a la que nadie soporta. Es hija de un capo, dicen. Y reparte billetes de cien dólares a cambio de que se junten con ella
*Hay casas de 2 millones y medio de pesos que se pueden adquirir en millón y medio”
*En una de las escuelas de mayor tradición, administrada por monjas, hay una niña a la que nadie soporta. Es hija de un capo, dicen. Y reparte billetes de cien dólares a cambio de que se junten con ella
Ciudad Juárez, Chih., 7 de marzo. En esta frontera un relato terrible siempre antecede a uno espantoso.
Es un día tranquilo en la estética Marrakesh. Una señora encopetada habla con su estilista: se queja de los sicarios, de la violencia, de todas las barbaridades de los malandros. Uno de los clientes se levanta y pone su pistola en la cabeza del trabajador: “Pelonéame a esta pinche vieja”. Aterrado, tembloroso, el peluquero rapa a su clienta.
Unos estudiantes de una universidad privada salen de un antro en su camioneta nueva. Otro vehículo los sigue. Se asustan y llaman a la policía. Sus perseguidores les dan un cerrón al tiempo que se acercan cinco patrullas. Una joven baja de la camioneta de los delincuentes. Uno de los muchachos la reconoce, pues es su compañera de banca. “Déjalo así, somos de La Línea”, dice la chica. Dan cualquier disculpa a los agentes. El muchacho nunca regresa a la universidad.
En una de las escuelas de mayor tradición en la ciudad, administrada por monjas, hay una niña gorda y malencarada a la que nadie soporta. Es hija de un capo, dicen. Y reparte billetes de cien dólares a cambio de que se junten con ella.
Una profesora universitaria adora las flores. Ahora debe tocar y entrar a hurtadillas en su florería de siempre. La primera vez que encontró cerrado, tocó y su marchante le informó: “Para que no me caigan, nomás vendo a los que conozco”.
Ciudad Juárez está llena de negocios que funcionan clandestinamente, sin anuncios, sin letreros, que abren sólo para clientes conocidos.
Para muchos la cuota es simplemente impagable. Al dueño de una ferretería en una colonia popular le exigieron 30 mil pesos mensuales. “Pues aunque te los quisiera dar”, fue su respuesta. Y cerró.
En la escuela hay nuevos alumnos: un par de niños del otro extremo de la ciudad. Su madre pidió que no los registraran con sus nombres verdaderos.
Una noche la señora y su marido, dueños de un pequeño negocio de joyería, fueron secuestrados por un comando, en su casa. Los encapucharon y torturaron. Al día siguiente los subieron a una camioneta y los llevaron a un lugar donde tenían otras seis personas. A todos les comenzaron a exigir que enlistaran los bienes que iban a entregar. Un hombre los mandó al diablo y lo mataron ahí mismo. Los niños no pueden perder la escuela mientras la pareja arregla sus asuntos para irse de esta ciudad, adonde no piensa volver.
“Si te portas mal...”
El Diario de Juárez reporta desde El Paso, Texas, una nueva modalidad de violencia intrafamiliar: las autoridades informan que en el último mes han otorgado cinco órdenes de restricción contra hombres que amenazan a sus esposas con llevarlas al otro lado de la frontera.
“Tenemos a varios agresores que les dicen a sus mujeres que, si se portan mal, las llevarán a Juárez, donde tendrán su merecido”, afirma José Rodríguez, procurador del condado.
En el río revuelto, según la vox populi, La Línea (el cártel de Juárez) se quiso deslindar de los extorsionadores, de la única forma que conoce. Comenzaron a aparecer ejecutados con cajas de cerillos en las manos. A otros les ponían billetes y abandonaban los cuerpos cerca de las escuelas.
Las extorsiones bajaron, aunque muchos juarenses no lo atribuyen a esos asesinatos, sino a que “ya cerramos los negocios o ya trabajamos a puerta cerrada”.
“Éste es el momento de comprar”, apunta el corredor de bienes raíces. “Hay casas de 2 millones y medio de pesos que se pueden adquirir por millón y medio”. La gente que ya se fue a El Paso, Texas, remata sus propiedades.
Los juarenses dicen que El Paso es una de las ciudades más seguras de Estados Unidos. Por eso el alcalde priísta José Reyes Ferriz vive del otro lado. Él, por supuesto, lo niega: “Fue un invento de mi adversario en la campaña, porque hablo perfecto inglés y tengo muchos amigos del otro lado”. Uno de esos amigos es el alcalde de El Paso, John Cook, quien le ofreció protección aunque no viva allá.
Una pareja vende carnitas en la carretera a Casas Grandes. Le caen a pedir cuota. Cierra el lugar y se refugia en su tiendita de abarrotes, en la colonia División del Norte. Ahí van los extorsionadores. “Ya cerraron y se fueron a Toluca”, expresa el sacerdote Óscar Henríquez, excepción en la regla porque, se asombra de sí mismo, no ha sido testigo de ningún hecho violento.
Se corrige a medias Henríquez: “Lo que sí es que he ido a una gran cantidad de funerales”.
Las cuentas alegres
Los primeros cinco días de febrero hubo 54 homicidios. En los primeros cinco días de marzo, sólo 10. Las autoridades se apresuran a decir que se trata de un efecto inmediato de la mayor presencia militar y policial.
Dos mil soldados más llegaron a esta ciudad fronteriza el sábado 28, tres días después de la “cumbre” de seguridad, en la cual el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, anunció más hombres y lanzó un mensaje a los cárteles: “No se les va a ceder ni un centímetro de la plaza”.
“El aumento de la presencia del Ejército y de las fuerzas federales inmediatamente trajo como resultado una reducción importante en la delincuencia de la ciudad”, celebró el alcalde José Reyes Ferriz el viernes pasado.
En las cuentas alegres, de 54 a 10 muertos, no son incluidos los 21 internos asesinados por sus rivales en la cárcel estatal el 4 de marzo.
Lo destacable, sin embargo, es que lo mismo ocurrió 11 meses atrás, con la llegada de los primeros 2 mil soldados que se sumaron a los 500 estacionados en la plaza.
Según un recuento de la prensa local, basado en cifras oficiales, en abril de 2008 los asesinatos fueron 55, contra 117 del mes anterior. Una disminución de 50 por ciento. Apenas un espejismo. En mayo hubo 136 asesinatos y en junio 139. Así llegamos a febrero de este año, mes que terminó con 231 homicidios.
Fue entonces que llegaron los refuerzos: las fuerzas federales suman 8 mil hombres, y las estatales 3 mil.
A bordo de su Suburban negra blindada, custodiada por dos vehículos, el alcalde Reyes celebra la cifra y señala una malla: “Aquí dejaban cadáveres”.
Estamos a unos pasos del Centro de Inteligencia Policial (Cipol), desde hace un año a cargo de militares.
En el Cipol hay varias camionetas pintadas con el verde del Ejército. “Ésas eran nuestras patrullas y se las dimos”, presume el alcalde.
Saca cuentas el alcalde Reyes: sus 450 patrullas, ahora subutilizadas, recorrerán todo el tiempo las calles de la ciudad, “quizá manejadas por un municipal acompañado de soldados”. El edil no ve de otra: “Con todos esos elementos, pues tienen que bajar los índices de delincuencia”.
Con tanta patrulla por todos lados, no habrá dónde tirar cadáveres, es de suponerse.
¿Qué pidieron los niños de Juárez a los Santos Reyes?
“Cualquier malandro decía que era de La Línea y pedía cuota”, dice un ama de casa. ¿Cómo saber si el extorsionador era o no miembro de un cártel? Mientras eran peras o manzanas, la gente pagaba o cerraba.
El encargado de un bar cuenta su caso:
–El hombre, bien vestido y con portafolio, se presenta solo pero habla en plural, muy propio: “Somos de La Línea y venimos a ofrecerle protección”.
–¿Protección de qué?
–Pues si tiene algún problema con el gobierno o con Comercio, nosotros le ayudamos.
–¿Y cómo me ayudarían?
–Pues los matamos.
El siempre tranquilo hombre pide al encargado del negocio que “le hable a El Flaco” y le entrega una tarjeta con el teléfono.
Unos días después de la visita, el gerente se entera por los periódicos de la detención de la banda de Marco Antonio Guzmán Zúñiga, alias El Flaco, agente de tránsito hasta agosto de 2005 (muy gordo, de acuerdo con las fotos).
Según la procuraduría chihua-huense la banda es responsable de ocho asesinatos, sobre todo de vendedores de autos a quienes extorsionaba. Se ofrece una recompensa de medio millón de pesos por datos que lleven a su captura, porque hasta ahora El Flaco sigue prófugo y puede que haya escuchado este chiste de juarenses:
–¿Qué le pidieron los niños de Juárez a los Santos Reyes?
–Cuota.
O el no-chiste:
–¿Cómo se llama una de las porras del equipo de futbol Indios de Ciudad Juárez?
–El Cártel.
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