Ricardo Andrade Jardí
Algo que sin duda caracteriza a la cultura mexicana frente a otras es sin duda el imaginario del “igual y no pasa nada”, de las verdades a medias o de los silencios incompletos, “igual y no entra el huracán” decía la alcaldesa panista de Mérida en el 2002 e “Isidoro”, con categoría tres, pegó con ira en el estado, estacionándose durante más de diez horas sobre la capital yucateca, pero una hora antes, pese a todos los pronósticos la “autoridad”, en turno, seguía tercamente afirmando que “igual y no pasa nada”.
Es parte de nuestro folclore, pero el ejemplo es tan sólo una parte del asunto, del “igual no pasa nada” se pasa a la negación del hecho y ante los acontecimientos aflora la demagogia, las promesas siempre incumplidas, las fotos del recuerdo entre la autoridad y la desgracia, “que esta vez será la última”; nos baste también de ejemplo, “las casas” de tres metros por dos metros, que el, Alto Vacío, (des)gobernador panista de Yucatán en esos tiempos, mandó a construir y que al final del sexenio entregó a los damnificados, sin puertas, sin ventanas, sin baños, en fin, estructuras de cemento y ladrillo que hoy sólo sirven, en el mejor de los casos, de corrales porcinos, o de bodegas de chatarrería, parte de nuestro folclore, dirán los más cínicos.
La influenza porcina, virus mutante de “thriller” cinematográfico, que ha puesto en jaque a la Ciudad de México y al estado gobernado por el metrosexual señorito Televisa, anuncia otro episodio lamentable de nuestro folclore, muchas voces ponen en duda la realidad de la alerta epidemiológica, con justa razón, primero porque hasta hace menos de 73 horas, la autoridad usurpadora, negaba cualquier posibilidad de que existiera en México un conato de pandemia de ningún tipo, segundo porque hasta hace 24 horas no había una declaración oficial, pese al cierre de escuelas, del único organismo autorizado para declarar en México una alerta epidemiológica, tercero, las voces son muchas y las cifras son siempre diferentes, los organismos internacionales (que igual nada significan) dan una cifra considerablemente mayor a la que da el desgobierno usurpador (que ahí sí nada significa); decidir entre el “igual y no pasa nada” y la posibilidad de que “igual y sí pasa”, se debate la sociedad mexicana, por lo pronto obligada, en el centro del país, al encierro, a la no actividad pública masiva, no hay teatros, se recomienda no asistir al cine, aunque los transnacionales multicinemas de proyección comercial y plazas de consumo seguirán abiertas, faltaba más, no hay epidemia que pueda con el “libre comercio”, incluso y sin precedentes dos partidos de fútbol de la primera división, hasta ahora, se jugarán, sin “inchadas”, el clero discute si suspende las misas del fin de semana, lo cual posiblemente es una oportunidad bienvenida para romper un poco el conservadurismo religioso que tanto daño nos hace como país, pero el silencio incompleto con sus mentiras a medias y sus verdades sin sustento, revelan rumores alarmantes y nada sabemos con certeza, como sea, parece ser un un plan siniestro, lo que aún no es claro es si es parte de una estrategia imperial o un ejercicio de “manipulación” de la imposición fecalista, habrá que ver nuestra capacidad de organización para sobrellevar el asunto, ya sea que se trata de una epidemia o de una mentira.
En todo caso habría que preguntarnos qué sentido tiene seguir sosteniendo un sistema que vuelve locas a las vacas, enferma de gripe a los pollos y de neumonía a los cerdos, y peor aún siendo uno de los países con el mayor consumo de aditivos, conservadores, chatarras y transgénicos, cuántas posibilidades tendremos de resistir, con nuestra “nutrición”, una epidemia cualquiera.
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