El poder y la influencia que adquiere la Iglesia Católica en México contrastan con la trivialidad que prevalece en la diplomacia mexicana ante el Vaticano.México, subordinado al Vaticano
Documentos de la Secretaría de Relaciones Exteriores revelan que mientras los representantes de ese Estado en México cabildean para imponer sus intereses, los políticos mexicanos acuden a Roma a eventos meramente religiosos o turísticos.
Cinco informes realizados por distintos embajadores de México ante el Vaticano, enviados a la Secretaría de Relaciones Exteriores, revelan que la relación con ese Estado “necesita aún de definición y de decisión política” para establecer la adecuada y precisa función de esa legación.
Los documentos dan cuenta del trabajo que desplegó esa misión para atender la visita, el 8 de abril de 2005, de Vicente Fox al Vaticano durante las exequias de Karol Wojtyla. Veintidós días después, la señora Marta Sahagún de Fox, acompañada de su comitiva, acudió a la ceremonia del inicio del pontificado de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). Asimismo, esa embajada coordinó la visita del presidente Felipe Calderón al Vaticano, el 4 de junio de 2007; seis meses después, su esposa Margarita Zavala acudió al mismo sitio para participar en la presentación de la muestra Navidad Mexicana.
Entretanto, la Santa Sede, a través del Episcopado, la Nunciatura y la Arquidiócesis, despliega una política activa en México: mantiene a raya a otros credos y cabildea contra el aborto, el uso del condón, la eutanasia o la unión entre homosexuales. Además, censura a funcionarios –por ejemplo, el aumento frustrado de los salarios de los consejeros del Instituto Federal Electoral– y a partidos políticos, por no sumarse a las iniciativas del Ejecutivo contra el narcotráfico.
Estos siete años, tanto el embajador en turno como el personal de la legación se avocaron a organizar la estancia en el Vaticano de numerosos funcionarios de alto nivel, legisladores y artistas que se reunieron con autoridades vaticanas en actos que, en ocasiones, trascienden los asuntos públicos y pasan a ser de índole estrictamente religiosa.
Así ocurrió el 15 de octubre de 2006 cuando el entonces canciller Luis Ernesto Derbez y el subsecretario de Migración, Población y Asuntos Migratorios, Lauro López Sánchez, asistieron a la ceremonia de canonización del obispo mexicano Rafael Guízar y Valencia.
Por otra parte, los informes que liberó la cancillería –que exhiben notorias ediciones o, en varios casos, son meros formatos– manifiestan el persistente interés de los embajadores en lo que llaman “fomentar la cooperación educativa y cultural” con el Vaticano.
Sin embargo, pocos resultados se aprecian de esos encuentros, como la visita que realizó la entonces presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sari Bermúdez, el 17 de enero de 2004, “a fin de explorar posibilidades de cooperación”, y siempre con cargo al erario.
Por otra parte, se sabe por esos documentos que, el 9 de octubre de 2005, el Vaticano donó 20 mil dólares a favor de las víctimas de los huracanes Stan y Wilma al obispo de Villahermosa, Tabasco, a través del presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz. Precisamente, por causa de ese desastre, Josefina Vázquez Mota, entonces secretaria de Desarrollo Social, canceló su segundo viaje al Vaticano. Ya el 6 de agosto de 2004 había asistido con sus “colaboradores” a un desayuno informal con el cardenal Javier Lozano Barragán en Ciudad del Vaticano, según indica uno de los informes obtenidos por Contralínea.
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Informes a medias.
A pesar de que existe una misión diplomática mexicana en Italia, situada en Via Lazzaro Spallanzani 16, en Roma, es la embajada del tercer piso en la Via Ezio número 49 la que atiende los asuntos de los mexicanos en el Vaticano.
De ahí se habrían despachado los cinco informes entregados a esta revista por medio de la Ley de Transparencia.
El primero corresponde a la gestión de Fernando Estrada Sámano, embajador mexicano de mayo de 2001 a diciembre de 2003; el segundo describe las tareas desarrolladas por esa legación en 2004 y carece de firma, igual ocurre con el informe de 2005. Los documentos relativos a la misión de Luis Felipe Bravo Mena, en los años 2006 y 2007, duplican sus primeros párrafos, con lo que se asume que se trata de un forma to, no de un desglose de tareas.
Se accedió a ellos por la solicitud de información pública 500007209. En su oficio de respuesta UDE-400/09, la responsable de la Unidad de Enlace de la Secretaría de Relaciones Exteriores manifiesta que la comunicación DGE- 0342 de la Dirección General para Europa hizo saber que: “En los archivos de esta Dirección General no se tienen antecedentes de que nuestra misión en la Santa Sede haya presentado reportes anuales en los años que anteceden”. Por ese motivo, la cancillería adjuntó el informe del embajador Estrada Sámano que cubre el periodo de mayo de 2001 a 2003. Es decir, desde el establecimiento de relaciones en 1992 hasta el año 2001 no hay rendición de cuentas de los representantes de México ante el Vaticano.
El primer informe corresponde a la gestión (mayo de 2001 a diciembre de 2003) de Fernando Estrada Sámano, especialista en letras clásicas, filosofía y ciencias políticas y miembro del Servicio Exterior desde 1977. En su relatoría, Estrada advierte que la embajada de México “no puede reducirse a una suerte de oficina al servicio de dirigentes de una iglesia nacional”, sino que su función ha de ser la de “establecer y ahondar relaciones favorables a México”.
El documento agrega que debe precisarse el sentido de la función de esa representación: si es para prestar un servicio eficaz al país y a la vez complementaria de la política internacional de México o si se trataría de un mecanismo adicional en las relaciones “preponderantemente internas de nuestro gobierno con la Iglesia Católica mexicana”.
A ese respecto, el doctor e internacionalista de la Universidad Nacional Autónoma de México, Edmundo Hernández Vela, subraya que “en México algunos presidentes y algunos políticos hacen gala de su vinculación con el Vaticano y eso ha ido en detrimento de una relación más específica” de lo que compete políticamente a ambas entidades. Lamenta que los últimos gobiernos mexicanos no reclamen la injerencia del clero por temor a reacciones desfavorables y negativas.
Advierte que, “aunque se aburran”, el clero debe mantenerse en el ámbito de su competencia.
En su informe, Estrada Sámano describe como un “éxito político y diplomático” la visita oficial, del 18 de octubre de 2001, de Karol Wojtyla a México y su encuentro con Vicente Fox Quesada. Esa cita se reeditó el 30 de julio de 2002. En su opinión, ofreció la oportunidad para reafirmar la “especial relación de buena parte del pueblo mexicano con el papa. Además, permitió confirmar el compromiso del gobierno de México con temas y valores compartidos por la Santa Sede”.
A esa misión le correspondió “promover y gestionar encuentros” entre representantes de la diplomacia mexicana y vaticana, así como facilitar el viaje a México, el 22 de septiembre de 2002, de Jean-Louis Taurán, secretario para las Relaciones con los Estados, para evaluar “los logros y confirmar el buen estado” de 10 años de relaciones bilaterales.
También, en 2002, el canciller Luis Ernesto Derbez visitó el Vaticano. Se reunió con el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, y su homólogo Jean- Louis Taurán; el subsecretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Pietro Parolín, y el director responsable de la Organización Mundial de Comercio en la Secretaría de Estado, monseñor Osvaldo Neves de Almeida. De igual manera, el entonces comisionado mexicano para la Cumbre Unión Europea-América Latina y el Caribe, Porfirio Muñoz Ledo, se reunió con el secretario Leonardo Sandri y Pietro Parolín.
Estrada Sámano concluye como resultado tangible de su gestión en la embajada de México ante el Vaticano “el apoyo que se ha recibido de la Santa Sede en la defensa de los derechos y la dignidad de los mexicanos” que enfrentan la pena de muerte en Estados Unidos, así como “la abierta” disposición de funcionarios vaticanos para interponer los buenos oficios de la Iglesia Católica ante la empresa Pfizer en Estados Unidos, para facilitar el acceso de países pobres a medicamentos indispensables, entre otros.
En materia de protección y asuntos consulares, el embajador Fernando Estrada indica en su informe que la representación a su cargo realizó diversos trámites consulares y de documentación de ciudadanos mexicanos “que solicitaron” dichos servicios, en su mayoría religiosos y laicos que radican en Roma y en Ciudad del Vaticano.
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