Por Félix Sautié Mederos
Hay ocasiones en que las realidades que se presentan en nuestras vidas resultan ser tan adversas que nos envuelven, nublan nuestros sentimientos y pueden llegar a cosificarnos por medio de una rutina existencial capaz de confundirnos con un torbellino del cual sólo podríamos salir con la fe que genera esperanza y con la espiritualidad que fortalece nuestras almas.
Hay personas que no entienden estas realidades y se concentran en sus intereses momentáneos; de tal forma, que viven sólo para ellos sin tomar en cuenta a los demás, en sus problemas, sus angustias y sus anhelos insatisfechos. En tales circunstancias suelen presentársenos la soledad y el aislamiento que pugnan por amarrarnos a nuestras rutinas, y entonces podríamos embarcamos sobre una noria que nunca deberíamos permitir que nos atrape.
Si por encima de estas situaciones existenciales analizamos la realidad que se mueve a nuestro alrededor, fortalecida muchas veces por la impronta de un mundo globalizado como el que nos ha tocado vivir, podríamos encontrar las regularidades, sus efectos y sus causas, cuya identificación es muy importante para tomar conciencia de nosotros mismos y de nuestra razón de ser. De esta forma, si actuáramos en consecuencia, podríamos ubicarnos con una clara definición en lo que realmente somos y así comprender lo que siempre deberíamos realizar a favor de los demás, que se convertiría en la manera más viable de actuar en función de nosotros mismos.
Es entonces cuando sentimientos y espiritualidad nos podrían reconfortar y alimentarnos para seguir adelante, si optamos por profundizar en las esencias humanas que nos son inherentes por naturaleza. El mundo de hoy nos interpone cada día nuevas amenazas que se suman con las que ya conocemos y sufrimos: la crisis económica por la cual millones y millones de personas en todas las latitudes se están quedando sin sustento, mientras que un clima que por días se hace más preocupante nos afecta en donde quiera que estemos ubicados y para colmo ahora aparece una epidemia de influenza que se ensaña sin piedad en los más débiles, con toda la evidente manipulación mediática que le rodea y las sospechas que nos infunde el oscuro protagonismo en este hecho de algunas trasnacionales farmacéuticas de los Estados Unidos.
Estas problemáticas deberíamos afrontarlas con un mayor humanismo y una muy especial misericordia hacia los demás de todo el mundo que nos acompañan en esta época de la Historia Universal, procurando hacer efectivamente lo que está a nuestro alcance con un sentido positivo así como repudiar denunciando además a todo lo que se manipula y se realiza con pérfidas intenciones. En estas coyunturas, muchos se aprovechan de los problemas inusitados que describo, para machacar a favor de sus propias formas enquistadas de ver la realidad que nos tratan de imponer y para beneficiarse en sus mezquinos intereses. En mi criterio, estamos ante un contrapunteo de lo humano con lo inhumano así como de lo burdo y endurecido con lo sensible y espiritual.
Ante estas coyunturas se impone rechazar enérgicamente a aquellos que se burlan de nuestras concepciones humanísticas y actúan en pro de ridiculizarnos, calumniarnos y amenazarnos con el propósito de ocultar y mantener indefinidamente su perfidia y maldad. Quien tenga oídos para oír escuche y actúe en consecuencia.
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