Por Ricardo Andrade Jardí
El estado policiacomilitar, que se nos está imponiendo, no tiene intención alguna de combatir el crimen organizado por dos razones fundamentales: la primera es que los grandes grupos criminales sólo pueden estar organizados ahí donde la IMPUNIDAD es norma. Tan criminal es el que acciona su arma para ejecutar a otro, como el banquero que lava dinero, criminal es el que roba un banco, como son criminales los que rescatan los bancos robándonos a todos.
Es imposible la organización de grupos criminales donde la justicia es regla y la IMPUNIDAD delito. Pero esto no es así en México, donde el Poder Judicial condena a más de cien años a campesinos que “transgreden la ley” defendiendo un derecho y deja libre de culpa a los altos funcionarios que ordenaron violar, torturar, asesinar y reprimir a quienes defienden un derecho constitucional.
Y es aquí, en este punto, donde es clara la falta de voluntad usurpadora de combatir el crimen organizado, pues el combate de esas “organizaciones” criminales, necesariamente pasa por el combate a la IMPUNIDAD y la corrupción institucional que la fomenta.
En segundo lugar, es cada día más claro que el crimen organizado tiene más “poder parapoliciacomilitar” que el estado fallido impulsado por la usurpación fecalista.
Basten, como ejemplo, los más de 30 ejecutados, entre el viernes y el domingo, en Ciudad Juárez, Chihuahua, localidad con el mayor despliegue militar, lo que, parece ser, ni siquiera inmuta al crimen organizado.
La represión brutal es la estrategia que se revela de las últimas “acciones” de quien usurpa el Ejecutivo federal. La persecución a intelectuales, académicos, ambientalistas, periodistas, luchadores sociales y comunitarios, estudiantes, opositores, son el blanco principal del desgobierno usurpador, el endurecimiento de la ley para fomentar el espionaje, la arbitraria detención, la criminalización de la protesta… son el recurso último de un desgobierno que, carente de legitimidad, será incapaz de evitar y menos aún de enfrentar, sin violencia, los inevitables estallidos sociales, frente a la incapacidad de garantizar la seguridad y ante la dolorosa crisis financiera, de la que apenas estamos sintiendo sus efectos y la que en pocos meses habrá pauperizado el poder adquisitivo de millones de personas a lo largo y ancho de todo el país, sumado, por supuesto, a la imposibilidad de garantizar el alimento en zonas urbanas y rurales por la implementación de políticas económicas criminalmente rapaces.
Es la noche de la cerrazón autoritaria lo que se está preparando en México, los escenarios geopolíticos la favorecen como nunca antes, la paranoia imperialista ve con horror el cambio de rumbo en América del Sur y Centroamérica e implementa rápidamente el control golpista de los “estados” que aún responden a sus particulares intereses: Colombia y México. El objetivo es impedir que el pensamiento opositor alcance sus fronteras y, en la medida de lo posible, que se siga reproduciendo. El narcotráfico cumple un papel fundamental, es el escudo ejecutor de su plan desestabilizador, donde los vídeo-juegos y la telebasura no logran captar, entra la droga, donde la droga no es suficiente queda la sistematización de las ejecuciones extraoficiales, cada día más oficiales; la represión es el signo del corrupto panismo usurpador. He ahí el costo del “fraude patriótico” promovido por los empresarios chatarra en el 2006. Tres años apenas y los muertos son casi incontables en México. ¿Cuánto más estamos dispuestos a aguantar?
Cuántos espionajes, cuántos desaparecidos, cuántos secuestros, cuántas torturas, cuántos “rescates financieros”, cuántas ejecuciones, deportaciones, asesinatos, violaciones... ¿Cuánto más?
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