Joaquín Ortega Arenas
Todos los afanes del actual gobierno de la República, se han centrado en el combate a la “delincuencia organizada”. Las policías uniformada y ministerial, el Ejército y la Armada están empeñadas en esa guerra sin cuartel desatada contra los carteles de la droga. Ha ocasionado ya más de diez mil quinientas muertes entre asesinatos, ajustes de cuentas, “levantones”, “desapariciones”, etc, y lo que es peor, la vamos perdiendo.
Tan absortos estamos en esa lucha, que no hemos tenido tiempo de razonar ni pensar que las drogas, producción y distribución de todas ellas con indudable destino al mayor mercado de consumo, nuestro vecino del norte, no son un grave problema para el pueblo mexicano, para el ciudadano común que cada día se encuentra más empobrecido, carente de trabajo. No hemos siquiera reparado en que los elegantes delitos “de cuello blanco”, aquellos con los que somos atracados y despojados día con día, minuto tras minuto, los que sí dejan pingües ganancias, son generados y prohijados por nuestro propio gobierno, convertido en el peor de nuestros enemigos.
Los bancos que operan en México, hoy casi todos extranjeros, envían a sus matrices en Estados Unidos, en Canadá y principalmente en España, anualmente una importante cantidad de lo que debiera ser nuestro ingreso interno bruto. Lo que se debería emplear para nuestro desarrollo interno, para la alimentación de nuestro pueblo.
Esta trágica historia se ha venido generando a través de varias décadas. No puedo olvidar que en el sexenio volátil de 1976-1982, los sacrosantos bancos, “... nos bolsearon, nos robaron, pero eso no volverá a pasar jamás...” dijo el Presidente en turno, y los “ expropiamos”. El botín para nuestros funcionarios, nuevos banqueros sin experiencia, fue deslumbrante y no tardó mucho el momento en que pusimos a “nuestros bancos” al borde de la quiebra. Era necesario venderlos. Llegó la oportunidad y los “vendimos”, pero como ya señalamos, estaban en quiebra. El sacrosanto gobierno se compadeció de esos desamparados bancos, ya extranjeros en su mayor parte, y con el dinero del pueblo los rescató de la inminente bancarrota, eso sí, con un endeudamiento del país que nos convirtió en sujetos de crédito deudores a todos los mexicanos, hombres, mujeres y niños, en un monto calculado al iniciarse el sexenio del cambio en 31 mil 983.1 pesos per cápita. Para garantizar a nuestros ilustres acreedores el pago puntual del dinero que les estábamos regalando , creamos el INSTITUTO NACIONAL PARA PROTECCIÓN AL AHORRO, IPAB, (¡Ay, señor Zedillo!) y la deuda actual de cada mexicano rebasa los ochenta mil pesos, per cápita. A cambio de ello, nuestros acreedores obtienen ganancias con las operaciones que realizan, verdaderamente milyunanochescas y las envían a sus matrices. Es dinero que se va y que no volveremos a ver. Es sangre de los mexicanos chupada por verdaderos vampiros criados y protegidos por nuestros sucesivos gobiernos a partir de la “devolución” de los bancos. Se considera en el lenguaje común “delito de cuello blanco” pero, a no dudarlo, es el peor crimen de estado perpetrado contra el pueblo mexicano en toda nuestra delictiva historia. En una sola de las entregas, “nuestro” gobierno, vía IPAB, transfirió a los bancos 116 mil 100 millones de pesos el año 2007.
El sacrosanto Banco de Comercio, que es el que ha recibido mayores beneficios de esta criminal práctica “hacendaria”, según cifras oficiales y ya convertido en Banco Bilbao Vizcaya América, extraído de los informes de resultados difundidos por los propios bancos, aparece como la institución que mayor partido ha sacado del negocio bancario en México. La ganancia reportada en 2005 ascendió a 14 mil 900 millones de pesos y tuvo un incremento de 164.9 por ciento sobre la utilidad reportada en 2004 a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV). Todas esas ganancias van directamente a España, en detrimento de nuestra siempre precaria economía, sin pagar un solo centavo al fisco mexicano. Es decir, que sólo en 2004 y 2005, superó ampliamente en valor a las remesas de oro y plata hechas a la Metrópoli en todo el Siglo XVI , y sin la merma que significaban entonces “el quinto real, la primicia y el diezmo”, sin contar con el precio y el riesgo de los fletes. Macanudo ché, exclamaría cualquier argentino.
Entre los miles de millones que se llevan, está la partida que proporcionan los “servicios” de la tarjeta de crédito de un ridículo y caritativo monto del 57.5 % anual.
Eso en buen lenguaje se llama simplemente “atraco”, pero desgraciadamente estos ilustres representantes de la delincuencia superorganizada “de cuello blanco”, son intocables . El Poder Ejecutivo la respeta y venera. El Poder Judicial, local o federal, le sirve irrestrictamente y propicia toda clase de atropellos contra los mexicanos, que para que pasen desapercibidos, obviamente debe ser “ampliamente” retribuida. A todo esto, hay que sumar que la “ordeña” de nuestro raquítico “producto interno bruto” poco a poco, pero fatalmente, nos conduce a un estallido social. ¡Aguas!
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