Barómetro Internacional
30 Aniversario de la Revolución Sandinista
Ernesto Tamara.
El 19 de julio de 1979, las guerrillas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) entraron en Managua, mientras el dictador Anastasio Somoza huía del país. El triunfo de otra revolución armada (a 20 años de la Revolución Cubana) se produjo en uno de los momentos más oscuros de Latinoamérica, con dictaduras militares sanguinarias desde el sur del continente hasta la frontera con México.
Mucho se ha escrito sobre la Revolución Sandinista y su derrota electoral en 1989. Para no abordar otra vez esos mismos aspectos, quiero rescatar las lecciones que nos aportó entonces la victoria sandinista.
Aunque el FSLN sufriera una derrota electoral en 1989 y después se volviera a dividir, hay que rescatar que gracias a su lucha y victoria en 1979, las democracias de la región, hasta las democracias burguesas representativas, fueron beneficiadas y después de reinstauradas tuvieron que mejorar en relación a la representatividad que tenían en la década de los 60.
Para miles de latinoamericanos que vivíamos bajo dictaduras o huíamos de ellas, la gesta sandinista significó una cuota de aliento y esperanza que motivó e impulsó las luchas posteriores.
Recuerdo que cuando aún estábamos en Montevideo, recibíamos aliento a través de la difusión de la lucha del FSLN por CX 30 Radio Nacional. El periodista y después senador José Germán Araujo, leía las noticias internacionales sobre Nicaragua, y transmitía música tradicional de ese país interpretada por Carlos Mejía Godoy en una velada difusión del FSLN.
Después, en mayo, cuando ya estábamos en Brasil, bajo la protección de ACNUR y en espera que nos enviara a Europa donde esperábamos encontrar contactos con nuestras organizaciones o reorganizarnos, leíamos un balance de febrero de ese año de una de las fracciones de los guerrilleros nicaragüenses donde se planteaba la unidad en términos todavía de desconfía, “juntos pero no entreverados”. Después, los acontecimientos irían muy rápidos y esos aires de cambios comenzaban a notarse también en Brasil que todavía vivía en una dictadura militar.
Brasil vivía entonces los últimos días del gobierno militar. En las librerías se podían comprar textos marxistas, Lula encabezaba huelgas en San Pablo y ya era conocido en todo el país. Los cine club funcionaban en los barrios y películas censuradas en otros países eran vistas y discutidas por decenas de personas.
Ya antes del triunfo sandinista, militantes brasileños, en una noche, rebautizaron y pintaron toda una plaza con la imagen de Augusto C. Sandino. Después esa plaza sería bautizada oficialmente como plaza Sandino.
En ese entonces, nos encontrábamos en Rio de Janeiro bajo protección de ACNUR, exiliados de Chile, Argentina y Uruguay, y después nos enteraríamos que hermanos de esas mismas nacionalidades combatían en brigadas internacionales con el FSLN. Esa espera en Brasil posibilitó también conocer de primera mano las historias de combate y resistencia de nuestros países y las barbaridades cometidas por los militares.
Para los que veníamos de la cárcel o huyendo de los militares, la lucha sandinista era una reivindicación de nuestras propias luchas, y su avance tenía un cierto sabor de “dulce venganza”, además de que nos otorgaba un horizonte de avances y victorias. Esa victoria también posibilitó que al llegar a Europa pudiéramos presentar otra visión de nuestro continente. Ya no reclamábamos solidaridad para pueblos oprimidos y sin perspectivas, sino para pueblos combatientes y con posibilidad de victoria.
Después el 19 de julio de 1979, florecieron en Europa y otros continentes, grupos de solidaridad con la revolución sandinista, pero también con la lucha de otros países.
Cuando todavía estábamos en Brasil, presenciamos por televisión, el asesinato a sangre fría de un periodista norteamericano por la Guardia Nacional de Somoza. La escena fue filmada desde lejos por el camarógrafo que lo acompañaba, y ocupó en esos días todos los noticiosos brasileños y terminó por volcar hacia el FSLN las simpatías de todo el pueblo. Era un crimen más de la dictadura somocista, pero que su cobertura mediática, y al ser la víctima un periodista extranjero, impactó más en la comunidad internacional.
A veces a la distancia se hace difícil recordar, y revelar a las jóvenes generaciones, la brutalidad de las dictaduras militares y el enorme esfuerzo y sacrificio que costó a los pueblos derrotarlas.
Todavía algunos compañeros que participaron en las brigadas internacionalistas en Nicaragua, sienten cierta desazón porque el proceso nicaragüense no transcurrió en la forma que imaginaron. Pero no deben perder de vista que pese a todos los errores y desencuentros posteriores, la victoria del 19 de julio fue trascendente para todos los procesos latinoamericanos. Las derrotas de las dictaduras y el crecimiento de la izquierda en el continente tiene la base fundamental de la resistencia y permanencia de la Revolución Cubana, pero también tiene el impulso que significó el triunfo de la guerrilla sandinista sobre el dictador mimado del imperialismo yanqui.
ernestotamara@gmail.com
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