Ricardo Andrade Jardí
Por más intentos que la afroamericana Casa Blanca haga por no nombrar al golpe militar por su nombre, es decir, como el golpe de Estado que una minoría burguesa sostenida por militares y completamente dependiente de los intereses de Estados Unidos ha dado en Honduras.
La Casa Blanca, que cada día es más claro que no sólo apoya el golpe, sino que está detrás del mismo, se quita la careta continental para informarnos, de la peor de las maneras, que en el interior del imperio: no hay cambios visibles.
Obama no es mejor que sus antecesores, quizá sólo más hipócrita, y Honduras se convertirá en la primera gran afrenta de esa administración contra las democracias latinoamericanas.
Con la estrategia golpista, el imperialismo yanqui inicia, de nuevo, su política de intervención por la fuerza (de agresión) sobre el destino del continente.
Intolerantes imaginarios imperialistas que son incapaces de soportar cualquier forma de democracia o de elección que no responda exclusivamente a sus económicos y militares intereses sirven de pretexto para que las derechas radicales al interior del imperialismo se entretengan en buscar definiciones “democráticas” para nombrar de otras maneras al golpe militar contra Manuel Zelaya y el pueblo hondureño. Definición que, una vez consensuada por Washington, será incluida en el diccionario neoliberal del siglo XXI para definir la escalada de intervenciones militares y golpes de Estado que se llevarán al cabo en un continente, que parece ser, que ha decidido transitar una vía diferente a la que propone e impone el libre mercado y la imperialista “Democracia Corporation S.A.”.
Si el golpe en Honduras logra prosperar en los términos de lo planeado por los yanquis, la oligarquía hondureña, el clero y por supuesto y principalmente los altos mandos militares del centroamericano país, que antes fueron adiestrados por la asesina Escuela de las Américas, mejor conocida como Escuela de los Asesinos, no habrá nada que hacer en el resto del continente que uno a uno verá caer a todos los países en medio de golpes similares, algunos más disfrazados que otros, pero golpes todos contra los pueblos latinoamericanos.
Las pretendidas “negociaciones” en Costa Rica no son más que otra farsa más en la que tristemente ha entrado Oscar Arias, sin olvidar que ya antes fue galardonado por un mal ganado Premio Nobel.
Negociar con Micheletti equivale a negociar con Al Qaeda, organización tan “despreciada” por Estados Unidos, pese a sus vínculos con la CIA. Gorilletti es un terrorista, tirano de facto, un pelele que fue impuesto no sólo para debilitar la democracia hondureña que amenazaba con salirse del control imperial, pues es normalmente lo que sucede cuando se deja decidir libremente a las personas, sino para golpear la unidad del ALBA y para descubrir abiertamente qué gobiernos juegan a la sumisión al imperio y qué gobiernos ya no están dispuestos, aunque o porque, curiosamente, los que no están dispuestos son los gobiernos que más respaldo popular tienen, los que han marcado un “hasta aquí” al imperio yanqui, lo que no será por supuesto una oposición para derrocar gobernantes y someter nuevamente a los pueblos a una economía perversa y cruel que es ya insostenible por vías democráticas.
El estilo norteamericano de los ochenta está de regreso y Honduras no es más que la puerta del infierno.
No permitamos que el imperialismo yanqui y las conservadoras oligarquías criollas del continente se salgan con la suya.
Es el futuro lo que está en juego.
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