martes, septiembre 29, 2009

Columna Asimetrías (5,809) El Cambio: ¿Cuál es la Vía? (2/2)

Por Fausto Fernández Ponte









29 septiembre 2009

No hay más vía que la revolucionaria, no semi o casi, para modificar el statu quo que nos tiene en ésta triste situación. Ya olvidamos que es una revolución (…) nos han hecho creer que es horrenda”.

María Guadalupe Cadena Pérez.

I

La cara leyente Pérez Cadena, quien léenos –dice-- desde Oaxaca en algún medio difusor que no identifica, plantea, entenderíase, que preconiza un cambio de fondo y que dicho cambio sea revolucionario. Nuevo orden. Nuevo Estado. Nueva República.

Mas, a todo esto, ¿qué deberíase entender por cambio revolucionario? Cada quien tiene su definición con arreglo a cosmovisiones particulares, vivenciales y experienciales, como la del Presidente de Facto, Felipe Calderón.

Pero la definición científica es el proceso por medio del cual un estrato social o una clase o un bloque de clases toma el poder político del Estado, desplazando al estrato o a la clase o alianza de clases que controlaba hasta ese momento el aparato estatal.

A la toma del poder político del Estado y el desplazamiento concurrente de los antiguos personeros y potestatarios de aquél se instaura un sistema de gobierno que abre cauce al desarrollo de nuevas fuerzas productivas y relaciones de producción.

Mas no sólo eso: a la toma del poder político del Estado también debe seguir la transformación de instituciones jurídicas,, políticas, religiosas, etc., y las formas filosóficas, ideológicas y políticas que les corresponden en su desarrollo.

El pensador mexicano Roger Bartra –quien sustenta las definiciones consignadas párrafos atrás acerca del cambio revolucionario—establece una distinción conceptual: un proceso como el descrito es una transición hacia una nueva época de cambios.

En ello, precisamente, reside el meollo vero de la definición del concepto de una revolución; si ésta no instaura un régimen de desarrollo de nuevas fuerzas productivas y relaciones de producción y privilegia los intereses sociales no es una revolución.

Sin esa peculiaridad, una toma del poder político del Estado no es una revolución y ello ha ocurrido con mucha frecuencia en el decurso de la historia de las tres repúblicas –o Estados—que han existido en México desde 1824, 1857 y 1917 a la fecha.

II

No pocas veces esa toma del poder y el desplazamiento secuencial del estrato o clase o grupo de clases sociales que detentaba aquél ha sido violenta. La violencia no es desatada por los revolucionarios, sino por los que se oponen a la revolución.

Éstos –los que se oponen al cambio, combaten éste, lo resisten mediante la fuerza armada-- no quieren perder sus privilegios ni prebendas ni gajes ni su modus vivendi financiado a un altísimo costo –como el que pagamos— por la población o el pueblo.

El jefe del Espuriato corriente –en boga desde 2006 en el poder político del Estado mexicano--, el ya aludido señor Calderón, propone y promueve mediante difusión masiva un “cambio profundo” y, luego, confusamente, sugiere “cambios de fondo”.
Esto nos lleva a las ambigüedades de la definición del concepto de cambio. Para don Felipe un cambio “profundo” y/o “de fondo” es, en realidad, la preservación de las causales de la severísima y muy peligrosa situación que damnifica a los mexicanos.

Esas causales son, si discernidas objetivamente a la luz de enfoques metodológicos de las ciencias políticas y sociales (la historia incluida), las formas de organización económica, política y social prevalecientes que, por sus secuelas, resultan antisociales.

Vista nuestra lamentable situación al través de esos prismas, la economía tal como existe atenta contra los intereses de la población general y particular, defìnase ésta como quiérase o prefiérase definir y comprender: como sociedad, como pueblo, pueblo.

Simultáneamente a esos atributos antisociales de la forma de organización económica –modelo o, simplemente, economía mexicana— manifiéstanse otros igualmente corrosivos, los de las formas de organización societal y política.

III

Esas tres formas de organización (la económica, la social y la política) están desfasadas brutalmente. Pero esos desfases no surgieron de la nada, espontáneamente, sino que tienen causales registradas, discernidas e identificadas con claridad.

Admítase que no todos los ciudadanos mexicanos registran, disciernen e identifican las causas de nuestros males y dilemas y optan por explicaciones simplistas para evitar reflexionar hacia una toma de conciencia más o menos crítica de la realidad.

Por supuesto, evitar esa toma de conciencia es resultado de una idiosincrasia cincelada --aprendida y, así, adquirida-- mediante la convergencia de filosofías, ideologías y políticas de educación pública y difusión social sistémica.

Esas subyacencias del sistema educativo mexicano no son, señálese, secuelas de las ineptitudes de los personeros del poder político del Estado desde hace varios sexenios, sino lo opuesto, intencionadas y, por ello, perversas. ¿Motivo? Control social.

O, por decirlo con exactitud, dominaciòn mediante el control político de la sociedad. El sistema educativo es, junto con la religión organizada con fines de poder y negocios, y los partidos políticos, un vehículo para inducir conductas colectivas.

Por esas razones se nos ha hecho creer que una revolución es horrenda y que, por ello, no es conveniente para México pues equivaldría a una guerra fraticida. La guerra sería, si acaso, entre los que detentan el statu quo injusto y los que quieren modificarlo.

Ese statu quo injusto agravia terriblemente los intereses de la población (o el pueblo o la sociedad mexicana), y beneficia los del poder político del Estado; del Estado mismo, y del poder real, el del dinero, emblematizado en una oligarquía.

Las propuestas orientadas a atenuar los efectos del statu quo sin modificar éste pudieren ser bien intencionados, mas no suficientes. Mediante el control social hemos sido enseñados a temerle al movimiento; éste, díjose ayer, es la constante en la vida.

Bajo el silogismo del movmiento constante, que equivale al cambio-- los mexicanos estamos ante la presión de fuerzas históricas para evolucionar aceleradamente según determinan los tiempos y las condiciones. Fundar un nuevo Estado.

ffponte2gmail.com

www.faustofernandezponte.,com

Glosario:

Bartra, Roger (1942-): antropólogo, sociólogo, escritor, ensayista y guionista de cine en el filme “El Mezquital”. Doctor en sociología por La Sorbona. Investigador emérito de la UNAM. Autor de libros “Oficio mexicano” y “Anatomía del mexicano”.

Oligarquía: en su definición semántica es el gobierno de pocos en su propio beneficio y sin consentimiento general. En economía identifica a un reducido grupo de personas pudientes económicamente que ejerce influencia sobre un gobierno o el Estado mismo para aventajar sus intereses.

Statu quo: estado de cosas. Realidad.

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