15 septiembre 2009
De pronto uno tiene que reflexionar sobre la paradoja de los indicadores de la macroeconomía. Sí, suena rudísimo, por ejemplo, que este año el crecimiento se vaya al caño del -10%. O la estadística feroz de 4 millones de desempleados. O un índice inflacionario que siempre crece más que los pronósticos oficiales.
Números que, siendo tan alarmantes, no dejan de ser abstractos y lejanos hasta que aterrizan brutalmente en las familias de todos y cada uno de nosotros. Ahí donde el decrecimiento angustia, el desempleo explota y la inflación muerde los bolsillos. Y de eso, de lo micro, se habla muy poco. Aunque se padezca todos los días y se quiera ocultar todos los días porque a nadie le gusta causar lástimas. Sin embargo, ahí están las estadísticas oficiales y de expertos que justifican por qué hablo de rabia creciente y de un terreno minado y explosivo:
—La deuda global de las familias mexicanas con la banca comercial subió ya a un millón de millones 500 mil millones de pesos, en su mayoría por créditos hipotecarios y bienes de consumo. Para darnos una idea, cuatro veces más que el hoyo fiscal de 370 mil millones para 2010.
—En 18 meses se duplicó el número de mexicanos en cartera vencida, al llegar a casi 7 millones de usuarios morosos por compras de casas, coches y bienes adquiridos con tarjetas de crédito. En pocas palabras, familias completas quebradas.
—El deterioro en los niveles de vida está plenamente documentado, no sólo entre los pobres y miserables de este país, sino aun en las clases media y media alta. Al ver reducido su ingreso, estas familias también han tenido que recortar sus presupuestos: de cada 100, 73 dejaron de viajar y van menos al cine o al teatro; 50 han tenido que escoger entre celular, cable o internet; 21 han suspendido la compra de ropa nueva y 20 han reducido al mínimo su gasto en artículos de belleza y cuidado personal.
Pero no todo es un asunto cosmético. Los especialistas advierten que el desempleo y la escasez de dinero al interior del hogar generan tensiones de muy diverso grado: la violencia y la desintegración que llegan a extremos como el abandono del núcleo familiar y hasta el suicidio. Una explosividad social que ya está aquí y será aún peor en 2010.
Algo todavía más grave es que ni el gobierno federal ni los legisladores han mostrado un mínimo de sensibilidad para atender y apoyar a quienes ya han perdido mucho y están a punto de perderlo todo. Ahí donde el fracaso económico se traduce en frustración, abandono y sí, en rabia creciente.
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