Laura Bolaños Cadena
Dicen que añorar el pasado es señal inequívoca de vejez; pero hoy le consta a cualquier persona de 25 ó 30 años que las cosas han empeorado desde que era niño. Y no porque antes de su nacimiento hubieran estado bien; ya los nacidos a finales de los sesentas, desde que tuvieron uso de razón han vivido una crisis tras otra. Pero antes no había tanta transa, tanto descaro, alegan muchos. Lo que les pasa no es que hayan perdido la memoria sino que en aquel “antes” carecían de interés en los asuntos del país. No se enteraban de lo que pasaba si no les afectaba directamente. Ni siquiera leían el periódico, donde, además, la información era restringida y manipulada tanto en éste como en los demás medios de comunicación, con sus pocas y temerarias excepciones.
Siempre han sido muy pocos en este nuestro México los interesados en la política; no me refiero a los que se meten en una política vista como reparto de huesos, sino a quienes siguen la marcha de la nación, se enteran, leen, analizan, y no se reducen sólo a lo que les atañe en lo particular; y si participan como ciudadanos es con el afán de hacer algo por mejorar no nada más su propia situación sino la situación general. Éstos son los que han estado siempre en minoría
Una cosa buena, mejor que en el pasado: esa minoría ha crecido. Tal situación era mucho peor en etapas anteriores.
El despertar de la conciencia ciudadana fue un proceso lento al que las luchas de diversos sectores fueron contribuyendo. Si bien es cierto que el 68 fue un parteaguas, no habría sido siquiera posible sin los movimientos anteriores. La conciencia política no les cayó del cielo a los estudiantes. Pero era tal el atraso general, que semejante sacudida no generó conciencia de inmediato en grandes sectores; hubo que esperar otros acontecimientos para que fuera madurando, el fundamental fue el fracaso económico que barrió con toda esperanza en el PRI-gobierno. El descontentó cundió cuando, después de la crisis echeverrista y tras breve recuperación con López Portillo, vino un derrumbe más profundo y aparatoso. Y Miguel de la Madrid acabó de desgraciar al país. O sea pasaron veinte años y varias crisis para que cuajara la herencia de aquel 68.
No es ocioso repetir que el verdadero parteaguas fue la candidatura del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, en quien la gente vio ¡por fin! un proyecto diferente. Se abandonó la pasividad y la respuesta fue de tal categoría que el grupo en el poder ha tenido que echar mano del fraude para frenar al movimiento popular que en dos ocasiones ha estado a punto de desalojarlo de la Presidencia de la República.
Sin embargo, sabios en el manejo sucio, los enemigos han echado mano de formas bien probadas en otros tiempos para desprestigiar y desviar esa conciencia. Ya les dio resultado en muy buena parte la campaña sucia que emprendieron contra López Obrador; si de todos modos no lograron el triunfo a la buena, sí consiguieron desviar muchos votos que hubieran dificultado más el fraude. Y ahora emprenden una campaña mediática que consiste, por una parte, en explotar y magnificar todo cuanto sea posible cualquier error de AMLO o lo que se pueda presentar como un error, además de hacerlo aparecer como un sujeto megalómano, terco y necio, que busca “dividir” al país –un país taaan unificado, por favor, qué crimen- , y sólo está haciendo daño. Pero ejercitan una táctica mejor: borrar su existencia. Andrés Manuel casi ha desaparecido de los medios electrónicos de comunicación y de los periódicos “grandes”. Su campaña contra la privatización del petróleo fue silenciada. Sólo la prensa independiente la mencionó. Mucha gente se pregunta qué se hizo de él. Bueno, ése ya se esfumó, dicen.
Eso en cuanto a AMLO; cuando tienen enfrente a una personalidad con poder como un jefe de gobierno en tan codiciada posición como el DF, el ataque es directo, no tanto en los medios de comunicación sino en sus posibilidades como mandatario. El gobierno federal le recorta cuanto puede el presupuesto a fin de evitar la continuación de obras en beneficio de la ciudad, como la línea 12 del metro -que además Calderón se la adjudicó en su último informe-. No emprenden mejoras a las instalaciones hidráulicas, agravando así la escasez de agua en el DF para provocar malestar contra Marcelo Ebrard. No les importa la ciudad ni sus habitantes; no les importa el beneficio para la entidad, lo único que buscan es arrebatar el gobierno de manos del adversario para ocuparlo ellos. Lo importante no es el país sino quedarse con el hueso.
Para ello deben evitar a como dé lugar la llegada al poder de un gobierno que dé un verdadero cambio de rumbo en beneficio de las mayorías, en beneficio de México. Cómo tolerar que se les quite la presa y ya no puedan seguir chupándole la sangre.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario