lunes, noviembre 02, 2009

La tragedia de la plataforma Usumacinta

Las muertes en altamar, las horas de pánico, la confusión, el miedo, el último aliento: los testimonios de los trabajadores que narran la tragedia de la plataforma Usumacinta en la Sonda de Campeche, pruebas clave contra el Estado mexicano, y la negligencia de Pemex, cuyo caso revisa la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington
Ana Lilia Pérez

A 18 kilómetros de la costa, al norte de Frontera, Tabasco, aquel mediodía del martes 23 de octubre de 2007 la Sonda de Campeche se crispó cuando una fuga de gas sulfhídrico comenzó a invadir la plataforma Usumacinta. Dos días atrás, la vieja plataforma había sido posicionada junto a su similar, la tipo Sea Pony Kab-101 –propiedad de Petróleos Mexicanos (Pemex)–, para terminar de perforar el pozo Kab-103.
Desde muy temprano, el cantilever de la plataforma Usumacinta (el armazón central de la plataforma) había golpeado la parte superior del árbol de válvulas (árbol de producción) del pozo Kab-101, generando la fuga. Nunca sonó la alarma, pero algunos trabajadores escucharon al personal de operación hablar del incidente y los vieron bajar al piso de producción a cerrar las válvulas subsuperficiales de seguridad de los dos pozos. Más tarde, el árbol de válvulas del Kab-121 presentó dos fugas de petróleo y gases asociados, una de ellas muy abundante porque una válvula estaba degollada.
En poco tiempo, el pozo estaba fuera de control. A las 15:30, los superintendentes Miguel Ángel Solís Rodríguez, de Pemex, y Guillermo Porter Rodríguez, de Perforadora Central, dieron la orden de evacuar. A un lado de la plataforma yacían dos botes salvavidas, llamados mandarinas, que serían refugio y transporte para el traslado a una embarcación más grande o a los helicópteros que los llevarían a puerto seguro.
Arreciaba el frente frío 4; en las siguientes horas el lugar se convirtió en el último infierno para los 73 trabajadores. De ellos, sólo 51 sortearían el temporal. Las autopsias oficiales dicen que murieron ahogados seis de Pemex, 10 de Perforadora Central, cuatro de Servicios de Comisariato (Sercomsa), empresa filial del Grupo Protexa, y dos del Morrison Tide, uno de los barcos que participó en las operaciones de rescate.
Las versiones de los sobrevivientes dicen que antes de ahogarse, algunos estaban engasados, intoxicados, traumatizados. El informe del Battelle Memorial Institute, conocido como Informe Battelle, dice que, aunque “hay testimonios que sugieren que (además del ahogamiento) hay otras causas que pudieron haber sido las responsables (de las muertes), nunca lo sabremos con completa certeza”.
En la Recomendación 14/2009, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) acreditó que por negligencia de Pemex murieron los superintendentes Miguel Ángel Solís Rodríguez y Guillermo Porter Rodríguez; el intendente, José Ramón Granillo Jiménez; los ayudantes de perforación Leandro Manuel Hernández Pozo, José Hugo Hernández Flores, Ricardo Bustamante Bautista, Allende Alcudia Olan, Guadalupe Frías Ovando, Carlos Arturo Gurrión Toledo, Jorge Alfonso Barrancos Dzul y Francisco Abreu Villanueva.
Además, Martín González Mijangos, auxiliar administrativo; el médico José Luis Sánchez Rodríguez; los motoristas Juan Luis Martínez Palacios y Omar Gerardo Andrade Zárate; el gruero Mario Efrén Flores Rodríguez; los cocineros María del Carmen Aguilar Sánchez y Aroer May Jiménez; el lavandero Benito de los Santos Santos; el lavalozas Juan Felipe Figueroa Jiménez, así como dos rescatistas del Morrison Tide. Todos oriundos del Estado de México, Veracruz, Tamaulipas, Tabasco y Campeche.
Con el tiempo, los muertos quedaron reducidos a cifras oficiales. Eso, explican a Contralínea los deudos, es uno de tantos agravios a los que han sido sometidos por Pemex y las contratistas, que se negaron a indemnizarlos. Por ello, recientemente acudieron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en su sede en Washington revisará las circunstancias de las muertes, relatadas por las víctimas que viven para contarlo.
Maribel
Con más de 21 horas en medio de la tempestad, Maribel vio desfallecer casi a todos. Al interior de la mandarina número 2, la que durante las primeras dos horas de navegación se rompió en alta mar, dejando una estela de ahogados, ella fue la última en ser rescatada con vida.
Como la mayoría de sus compañeros de Serconsa, filial de Protexa, se embarcó el 12 de octubre para el cambio de turno en la Usumacinta. Protexa suministraba alimentos y daba servicios a la plataforma. La víspera del 23 de octubre se hallaba en la zona de dormitorios junto a su amiga María del Carmen Aguilar Sánchez, de oficio cocinera. Quince minutos antes del medio día, escucharon la orden de subir al helipuerto, la zona más alta de la plataforma, porque había una fuga de gas sulfhídrico. A medida que transcurrían los minutos, se hacía más intenso el olor a huevo podrido, peculiar del tóxico. Las alarmas no sonaron, nadie las recuerda.
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