John M. Ackerman
Frente al monumental fracaso del gobierno de Felipe Calderón para resolver los problemas más elementales del país, es de celebrarse el inicio anticipado de las campañas presidenciales para 2012. La competencia por la Presidencia de la República podría servir como el marco perfecto para el surgimiento de un verdadero debate nacional sobre el futuro de la nación. Lo último que México necesita es otro llamado estéril a la
unidadencabezado por un gobierno sin legitimidad. Al contrario, hace falta un gran despertar social en el que la ciudadanía se haga cargo de construir y proponer soluciones innovadoras para su propio futuro.
La caballada está flaca. En el Partido Acción Nacional (PAN) los pocos candidatos con algunos principios auténticamente panistas, como Santiago Creel o Manuel Espino, son precisamente los que menos posibilidades tienen de lograr la candidatura presidencial. Por su parte, la eventual candidatura de alguno de los personeros del minigabinete de Calderón, como Lujambio, Molinar o Lozano tendría pocas o nulas posibilidades de ganar.
En el Partido Revolucionario Institucional (PRI) la situación no pinta mejor. Aun con todo el apoyo de Televisa, Carlos Salinas y una amplia diversidad de medios impresos, Enrique Peña Nieto simplemente no ha sido capaz de articular una visión nueva para el país o de acercarse verdaderamente a la ciudadanía. Un solo debate público sin guión con sus adversarios sería suficiente para romper la burbuja mediática depopularidadque se ha generado a su alrededor. Su carencia de capacidades analíticas y de liderazgo auténtico se hará patente muy pronto. Por su parte, a menos de que la población mexicana de repente sufriera de un ataque de amnesia colectiva, resulta difícil creer que Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes o Emilio Gamboa puedan ganar la confianza de la ciudadanía como candidatos presidenciales.
En contraste, la izquierda está inmejorablemente posicionada para conquistar la silla presidencial en 2012. Su relativa debilidad en cuanto a posiciones políticas tanto en el Congreso federal como en las entidades federativas esconde un hecho innegable: sigue siendo la única fuerza política que tiene arraigo social y de manera creíble podría encabezar una renovación en la vida pública nacional. Si el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Partido del Trabajo y Convergencia aprovechan la oportunidad, podrían encaminarse desde ahora a una victoria en 2012.
ventaja comparativade la izquierda en relación con las otras fuerzas políticas, sería un verdadero desperdicio que estos partidos escojan como su candidato en 2012 simplemente a un
guapoo un
tecnócrata. Bajo este escenario, en lugar de explotar su fortaleza, las fuerzas progresistas se colocarían en una posición de plena desventaja al acceder jugar en la cancha determinada por los adversarios.
Hasta la fecha, Andrés Manuel López Obrador es el único que ha sido capaz de articular un discurso consistente de renovación de la política nacional. Él, además, es el único que se ha preocupado por acercarse de manera sincera a las inquietudes ciudadanas al visitar todos y cada uno de los municipios del país.
Como cualquier ser humano, López Obrador no es perfecto. Puede disgustar a muchos su terquedad o falta de autocrítica. Pero comparado con los enanos que pueblan el escenario público de hoy, AMLO destaca como un verdadero dirigente.Sólo si de forma milagrosa apareciera en los próximos meses algún nuevo líder social, los ciudadanos preocupados por el futuro del país tendrían que apoyar las aspiraciones presidenciales de López Obrador. No se trata de entregarse de manera acrítica al mesías tropical
ni de estar de acuerdo con todas las posiciones y pronunciamientos del ex jefe de Gobierno del Distrito Federal. Al contrario, habría que someter a López Obrador a la misma crítica exigente que él ejerce sobre los integrantes de la clase política
, muchos de los cuales, por cierto, también participan en el mismo movimiento de AMLO.
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