MÉXICO, D.F., 11 de agosto (apro).- El 14 de junio pasado, Felipe Calderón reconoció implícitamente su derrota en la guerra que declaró contra el narcotráfico al iniciar su gobierno.
Dos meses después sigue la misma maniobra de desmarcarse de su gran error, pero ahora pretende dar un golpe de timón y mediante sus Diálogos por la Seguridad Pública, con un fin meramente electoral, quiere dar la impresión de que es incluyente para establecer la nueva política de lucha por la seguridad pública y la tranquilidad social.
Desde hace una semana Calderón realiza reuniones con distintos sectores sociales –el religioso, los dueños de los medios de comunicación, empresarios, partidos políticos, etc–, en cada una de las cuales ha lanzado el llamado a la unidad, e incluso aceptó el debate sobre la legalización de las drogas.
Casi al mismo tiempo inició una nueva forma de comunicarse socialmente y abrió una cuenta de twitter, a través de la cual responde a las opiniones, casi todas adversas, sobre lo que hace desde Los Pinos.
Como si tuviera el tiempo suficiente, Calderón se la pasa horas twitteando con el afán de defender su malograda estrategia de lucha contra el crimen organizado, y respondiendo a cuestionamientos sobre la violencia con frases como: “Lo único que me quita el sueño es el café”. Y ante los insultos asesta: “No voy a responder a agresiones, pero botellita de jerez, todo lo que me digan será al revés”.
Metido en sus diálogos y en debates bizarros con Vicente Fox, quien ha criticado la estrategia del Ejecutivo en el combate contra el crimen organizado, Calderón intenta encubrir los resultados de la guerra que él mismo desató y sigue a todo galope: 28 mil muertos, cientos de desaparecidos, miles de huérfanos, un incremento en el consumo de drogas duras, corrupción, lavado de dinero, zonas del país fuera del control del Estado y secuestros a periodistas, entre otras expresiones de la violencia.
Cuando era candidato, a la mitad de su campaña Calderón hizo un alto en el camino y cambió la estrategia que seguía y que lo posicionaba detrás de Andrés Manuel López Obrador. Ese movimiento y la ayuda de las televisoras, empresarios, Iglesia católica, así como el apoyo presidencial y los errores del tabasqueño, lo reposicionaron hasta llevarlo a una victoria sospechosa.
“Haiga sido como haiga sido”, dijo Calderón cuando se criticó su triunfo, pero ahora esa misma frase se le puede aplicar para calificar el principal error de su gobierno: declarar una guerra imposible de ganar y meter al Ejército a combatir a un enemigo con poderes trasnacionales.
No es lo mismo ser candidato que jefe del Ejecutivo. Y, “haiga sido como haiga sido”, en esta “guerra” Calderón perdió y con él también el país.
Las consecuencias de sus errores como gobernante no se corregirán con una sola decisión política, como pretende hacerlo. No se trata de dar un simple giro de gobierno, pues habrá secuelas en la sociedad que tardaran años en corregirse, como el tejido social en ciertos lugares como Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Reynosa, Saltillo, Gómez Palacio, Matamoros y Monterrey, donde el narcotráfico es la ley.
Aparentemente Calderón busca corregir el camino equivocado que tomó desde hace tres años, cuando, vestido de casaca y boina militar, anunció el inicio de su guerra contra el narcotráfico, sin tomar en cuenta a quien la iba a sufrir: la sociedad.
Todo parece indicar que el cambio de la estrategia de combate al narcotráfico que propone Calderón no es idea suya, sino que viene más bien de Estados Unidos, donde desde 1946 se estableció la ley de prohibición – similar a la de 1929 en contra del alcohol y el tabaco --, que ha generado el florecimiento y extensión del crimen organizado, violencia, corrupción y mayores índices de consumo.
En Washington han comprobado que el combate militar y policial ha fortalecido, paradójicamente, al crimen organizado, porque le ha dado herramientas para extenderse en áreas que no son vigiladas o que son solapadas, como el lavado de dinero y la infiltración en los gobierno. Así ocurrió en Colombia y así sucede en México.
Además, el gobierno estadounidense ha percibido que las mafias mexicanas podrían subvencionar movimientos sociales y armados.
Con toda una carga de intenciones electorales, Calderón quiere reaccionar ofreciendo a la sociedad una cara que no es suya: la del gobernante que habla con los ciudadanos directamente, y vía twitter escucha y rectifica.
Su pretensión, al final, es allanar lo mejor posible el camino para su candidato, Ernesto Cordero, y darle la pelea al PRI, que viene con todo para recuperar la presidencia de la República que perdió en el 2000.
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