Varios analistas avezados habían detectado que detrás de la guerra de Israel contra Gaza –gobernado por el grupo islámico sunnita Hamas– se encontraban los pletóricos yacimientos de gas en las costas palestinas del Mar Mediterráneo.
Pese a su dotación de un máximo de 400 bombas nucleares y de la mejor aviación de todo el Medio Oriente –ya no se puede aseverar que posea el mejor ejército de la región después de sus dos más recientes descalabros tanto en Líbano Sur contra la guerrilla islámica chiíta de Hezbolá como frente a Hamas en Gaza–, Israel exhibe dos notorios puntos vulnerables: 1. El agua (razón por la cual se encuentra reticente a devolver a Siria los territorios ocupados de las Alturas del Golán, contiguo al lago de Galilea; y 2. El petróleo: importa más de 300 mil barriles al día (en su mayoría, provenientes de Egipto), mientras su producción de gas se encuentra sumamente apretada para el consumo doméstico.
Acabamos de regresar de una gira por un mes a Grecia, Líbano y Turquía, donde nos percatamos de la relevancia estratégica del gas tanto de Gaza como del Líbano, que es compartido en los mares comunes con Israel y la isla Chipre (dividida entre griegos y turcos).
“Naharnet” (28 de junio de 2010), un portal pro occidental del Líbano, comenta atinadamente que las pletóricas reservas de gas compartidas en los mares por Líbano e Israel pueden representar un enorme maná financiero, pero que también pueden desembocar en una nueva guerra de Israel contra su débil vecino norteño.
Lo dramático del caso es que tanto Líbano como Israel dependen enormemente de las importaciones de hidrocarburos.
En cuanto al Líbano, la situación se torna más severa cuando padece un pésimo sistema eléctrico que no ha podido ser arreglado ni mejorado desde su guerra civil de 15 años.
Guste o disguste, en Líbano, nada menos que la guerrilla chiíta Hezbolá se ha adueñado de la carta de la defensa del gas libanés frente a la codicia israelí. Hasta ahora, fuera de Hezbolá, nadie del restante y extenso mosaico libanés ha salido a expresar su postura al respecto, que no es un tema menor que puede arrojar grandes dividendos políticos y financieros o, en su defecto, degenerar en una guerra de Israel contra Líbano (no al revés).
Hezbolá acusa, no sin antecedentes ni justificaciones históricas, que Israel planifica “robar” el gas natural de las aguas territoriales libanesas. Los chiítas del Sur de Líbano gozan de una gran experiencia en cuanto al saqueo de las aguas del Río Litani por Israel.
Por su parte, Israel alega que los campos petroleros y gaseros que desarrolla no se extienden a las aguas libanesas.
El problema yace en que los límites territoriales –por extensión, los marítimos– no han sido aún precisados debido a que ambos países se encuentran técnicamente en estado de beligerancia.
Israel se ha adelantado –debido a su mayor avance tecnológico y a la colusión de las petroleras y gaseras anglosajonas– a desarrollar los dos campos de Tamar y Dalit, cuyos abundantes hallazgos dispararon la bolsa de valores de Tel Aviv, coincidentemente el mismo día que el gobierno extremista de la dupla Netanyahu-Lieberman sufría el repudio global por su piratería homicida en aguas internacionales contra el barco turco de ayuda humanitaria a Gaza (la mayor cárcel viviente del mundo).
El descubrimiento de los campos de Tamar y Dalit es colosal: 160 billones (en anglosajón) de metros cúbicos que pueden cubrir las necesidades israelíes durante dos décadas.
La petrolera y gasera texana Noble Energy, que forma parte de un consorcio a cargo de las exploraciones de los yacimientos gaseros en la parte supuestamente israelí del Mar Mediterráneo, ha predicho que debido al descubrimiento de un tercer campo adicional –denominado en forma interesantemente semántica como Leviatán (con 450 billones de metros cúbicos; casi tres veces los yacimientos de Tamar y Dalit)–, Israel podría convertirse en un suculento exportador a Europa y a Asia.
Por lo pronto, Nabih Berri, líder del Parlamento libanés además de aliado de Hezbolá, increpó que Israel se está convirtiendo en un “emirato petrolero” con el gas ajeno, mientras ignora que los campos, de acuerdo con los mapas, se extienden a las aguas territoriales del Líbano. ¿Repetirá Líbano frente a Israel las trágicas experiencias que ya vive México frente a Estados Unidos en referencia a los yacimientos “transfronterizos” que se llevan unilateralmente las petroleras y gaseras texanas gracias a la tecnología cleptomaníaca del “popoteo”?
Los funcionarios de la Infraestructura Nacional de Israel –además, como era de esperarse, de la texana Noble Energy y la noruega Petroleum Geo-Services– afirman que los tres campos descubiertos se encuentran en la “zona económica” israelí. ¡Que precisión de la geografía divina!
South Lebanon (4 de junio de 2010), portal del Hezbolá, fustiga que “Israel está por legalizar el robo del gas del Líbano” mediante una enmienda legislativa. Cita a la televisión israelí que aduce que el gobierno de la dupla Netanyahu-Lieberman “trata el descubrimiento de los campos de gas natural en el Mar Mediterráneo como un descubrimiento israelí sobre el que nadie (¡súper sic!) tiene derecho”. ¡Ah caray! ¿Dónde queda el derecho internacional transfronterizo cuando la técnica del popoteo de lo ajeno es recurrida por las trasnacionales anglosajonas que poseen mejor tecnología que los países afectados, para no decir saqueados?
Peor aún, según la mencionada televisora, “el comité ejecutivo del gobierno y el Parlamento trabajan para conseguir una ley que no deje espacio a cualquier derecho libanés”. Y si no, pues allí está el ejército israelí para aplicar en forma unilateral su nueva ley del despojo.
Independientemente del legendario saqueo israelí en todos los ámbitos territoriales, con o sin “mapas” y/o leyes, también la clase política libanesa, debido a sus estériles querellas internas sobre la identidad del agraciado explorador y productor de petróleo y gas, ha perdido una valiosa década: vacío temporal y territorial que ha sido explotado por Israel.
En octubre pasado, la noruega Petroleum Geo-Services había indicado la alta probabilidad de pletóricos yacimientos tanto en Líbano como en Chipre. En este caso específico, parecería que los yacimientos serían compartidos por ambos países vecinos. ¡Qué trucos soberanos exhibe la geografía en cada caso!
Para Líbano, cualquier tipo de hallazgo gasero o petrolero sería una bendición para recortar su enorme deuda de 52 mil millones de dólares, una de las mayores del mundo (147 por ciento) en proporción a su producto interno bruto (PIB) de 33 mil millones de dólares.
Tampoco hay que exagerar la deuda libanesa, enorme sin duda, pero que es amortiguada por colosales depósitos bancarios que ascienden a 110 mil millones de dólares, lo cual facilita su manejo.
Sea lo que fuere, los nuevos descubrimientos de petróleo y/o gas en Líbano –soberanos y/o compartidos con Israel y/o Chipre– ascenderían a la mirífica cifra de 1 millón de millones de dólares (1 trillón en anglosajón), equivalentes al PIB de México, con la diferencia notable de que el país de los cedros milenarios solamente cuenta con 4 millones de habitantes.
Osama Habib, del rotativo libanés The Daily Star (28 de junio de 2010), dijo que “la riqueza del petróleo y el gas en Líbano significan una bendición mezclada” que causa al mismo tiempo “aliento y angustia” (por sus derivaciones geopolíticas) y ha expuesto a la luz del día el pleito primitivo de sus políticos para llevarse la mayor tajada del pastel del manejo de los hidrocarburos.
A juicio de los conocedores, la exploración en aguas libanesas tomaría unos 15 años para su concreción productora, pero el mayor riesgo proviene del apetito insaciable de Israel, que sería capaz, por enésima vez, de emprender una nueva guerra para adueñarse del gas de Gaza y de los hidrocarburos de Líbano y Chipre.
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