¿Por qué abandoné la contienda? Soy político, pero sobre todo un ser humano. Lo que rige la vida no sólo es la búsqueda del poder, sino los afectos y los sentimientos. Por supuesto que deseaba ser candidato a la Presidencia, triunfar, ser presidente de la República, había trabajado toda mi vida para ello, era la culminación de mi carrera y el cumplimiento de un sueño que había nacido en Atlacomulco, como lo he relatado ampliamente en las partes anteriores. Había apostado por ser presidente de México, estaba preparado, con proyecto y visión de Estado, me sentía, además, heredero de la tradición política del Estado de México, del legado de Isidro Fabela, de Alfredo del Mazo Vélez, de Gustavo Baz y del maestro Carlos Hank; era mi momento y lo consideraba legítimo.
En octubre de 2005, regresando del estado de Michoacán y de una exitosa y tumultuosa reunión de apoyo a mi candidatura, mi secretaria, Blanca Ramírez, me informó que de nueva cuenta y durante todo el día había recibido llamadas telefónicas de personas que no se identificaban y que pedían hablar personalmente conmigo.
Eran las 11:30 de la noche cuando contesté una llamada de esas voces anónimas, una voz malsonante y bravucona que con majaderías me amenazó de muerte.
–Si no renuncias, atente a las consecuencias, no estamos jugando –me dijo.
Se me exigía renunciar, si no “se pondrían los muertos y no sólo de tu familia”. Y comenzó el acoso. Éste fue constante, media docena de llamadas diarias, a mis celulares privados, a mi oficina, a mi casa, a mi esposa, a mis hijos, Pablo y Arturo, e incluso a amigos cercanos; amenazaron a Carlos Rello, Carlos Iriarte, Marco Antonio Nava y Navas y al maestro Lauro Rendón, entre otros.
Cuando tomé una de las llamadas los enfrenté, les pregunté quién los mandaba, les dije que no fueran cobardes y que sí me importaba lo que estaban haciendo. Sólo me contestaron:
–Comenzaremos con tu hijo, el más grande (Arturo)… ¡Tienes que renunciar ya!
Solicité protección para mi familia y hubo vigilancia día y noche: en casa de mis padres, de mis hijos y de mi esposa, pero en realidad estaba a merced de esos sicarios. Era imposible defender a todos o defenderme, terminarían por dañar a alguien. Le informé a Roberto Madrazo, pero él sólo se asombró y me dijo que “no lo podía creer”. No hizo ninguna declaración pública ni recibí ningún apoyo.
Estos enemigos ocultos dieron un golpe en los medios el 10 de octubre, en los programas noticiosos de Brozo (Víctor Trujillo) y Carlos Loret de Mola. Me acusaron de enriquecimiento inexplicable y de corrupción. Ahí fui juzgado y condenado sin mediar siquiera una presunción de inocencia. Vino entonces una persecución mediática en la que se exhibieron mi patrimonio “mal habido” y mostraban historias que a los medios y a ciertos periodistas les encanta distorsionar y hacer crecer. Era imposible vivir en un clima de amenazas y de cuchicheos, de voces bajas que nos colgaban, tanto a mi familia como a mí, el “San Benito” de la corrupción.
¿Qué podía hacer? Proteger a mi familia y mi honra.
En el programa televisivo del periodista Joaquín López Dóriga dije que me ponía a disposición de las autoridades estatales y federales para responder a las acusaciones de mis supuestos ilícitos. Me dediqué a defenderme durante cuatro años y medio, hasta la fecha.
Volviendo a mi renuncia, sigo pensando que las denuncias en los medios fueron orquestadas. ¿Por quién? Por Vicente Fox y su esposa, la señora Marta Sahagún. Estaban resentidos por las diferencias que se habían ido acumulando durante los años de su mandato: el malogrado Proyecto Nuevo Texcoco (Atenco), mi oposición a su reforma fiscal, el desplegado de los gobernadores contra Fox, mi liderazgo en la Conago, la denuncia judicial que el PRI estatal le hizo por hacer proselitismo en etapas electorales, etcétera.
Además, la pareja presidencial sabía que podía complicar la elección: Andrés Manuel López Obrador (AMLO) llevaba ventaja sobre Felipe Calderón; con mi presencia, la candidatura panista no tenía viabilidad. Yo podía derrotar a AMLO y a Felipe Calderón, Madrazo era un candidato “a modo”, con un PRI atomizado en feudos estatales y sin la confianza en las organizaciones populares.
Por estas razones, se filtró la información sobre mi supuesta corrupción y se aprovecharon de la ambición de Roberto Madrazo para canalizarlas. A través de sus empleados, Madrazo colocó en manos de los señores Víctor Trujillo y Carlos Loret de Mola la información de que yo había hecho depósitos irregulares por 35 millones de pesos y que contaba con una riqueza personal inexplicable.
Esas informaciones creo que provenían de dos lugares: la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de Hacienda; venían de acusaciones hechas cuando fui candidato al gobierno del Estado de México; en ese entonces, afronté un juicio que gané a la Secretaría de Hacienda. Nunca pensé que “alguien” extrajera las actas de la secretaría tergiversando la realidad de los hechos. Esta circunstancia me hizo pensar que los documentos oficiales que salen de una dependencia pública como Hacienda debieron haber sido autorizados desde los más altos niveles del gobierno, como la Presidencia de la República. Por otra parte, existen grupos de monitoreo que procesan información que es usada o puede usarse como un instrumento para espiar a enemigos y adversarios políticos.
En La Jornada de Michoacán se difundió, el 13 de octubre de 2005, que Arnulfo Villegas era un hombre que había prestado sus servicios de espionaje a Roberto Madrazo en el tiempo en que fue gobernador de Tabasco, dirigente nacional del PRI y candidato presidencial. Según lo publicado, Villegas fue el que facilitó la información que después Madrazo filtró y que me orilló a retirarme de la contienda por la candidatura presidencial. También recibí fuertes presiones de personalidades de alto nivel político, de compañeros de partido que se prestaron al juego y, por supuesto, amenazas anónimas mediante las cuales me ponían un plazo de 24 horas para que renunciara a mis aspiraciones; me avisaron que si pasaban esas 24 horas y no declinaba, “me atuviera a las consecuencias”, lo cual significaba una virtual amenaza de muerte contra mi persona o mi familia.
Por una parte, el escándalo mediático me quitaba credibilidad y legitimidad ante la opinión pública; por otra, las amenazas de muerte intentaban quebrar mi voluntad política y desestabilizar mi equilibrio personal. Soltaron el golpe mediático el 10 de octubre, aunque tenía semanas recibiendo llamadas a mis diferentes teléfonos, fijos y celulares, de voces anónimas que buscaban amedrentarme, como lo he relatado. A casi cinco años de dichos acontecimientos, sigo sosteniendo que Roberto Madrazo tuvo una participación determinante en la creación de un ambiente de enrarecimiento y linchamiento en contra de mi persona, en momentos en que las principales casas encuestadoras me colocaban por encima de él, presentándome como la mejor opción para el triunfo del PRI en la elección presidencial.
Antes de declinar a mi precandidatura, Roberto Madrazo me invitó en reiteradas ocasiones a que nos reuniéramos a tratar futuros asuntos del partido; pero había que zanjar algunos desencuentros derivados de sus muchas veces postergada renuncia. El cambio de dirigencia se hizo fuera de contexto estatutario (31 de agosto de 2005), atropelladamente y con algunos desacuerdos de los integrantes de su comité ejecutivo; sin embargo, se logró conciliar.
Al respecto, propuse a Mariano Palacios Alcocer para sustituirlo en la dirigencia del partido. Finalmente se dio el relevo. Pero era necesario discutir las consecuencias de esos cambios. Después de mi renuncia, el 20 de octubre, Madrazo y yo nos reunimos; asistió acompañado por el presidente del CEN, Mariano Palacios Alcocer; el secretario general de la CNOP, Manlio Fabio Beltrones, y algunos de sus colaboradores, como Manuel Gurría Ordóñez, César Augusto Santiago y Carlos Armando Biebrich. En ese encuentro le manifesté la necesidad de incluir a todas las corrientes del partido en la campaña presidencial. Finalmente hubo compromisos firmados y no cumplidos, concretamente seis, que a continuación enumero:
• Primero, Arturo Montiel se sumaba a la candidatura de Roberto Madrazo, siempre y cuando se integrara la estructura y la fuerza político-electoral que tenía (Fuerza Mexiquense).
• Segundo, Madrazo se comprometía a impulsar el acuerdo del Consejo Político Nacional para que la presidencia interina del Comité Ejecutivo Nacional del PRI recayera en Arturo Montiel a partir de marzo de 2006.
• Tercero, Roberto Madrazo nombraría a Arturo Montiel coordinador general de su campaña presidencial.
• Cuarto, Roberto Madrazo se comprometía a impulsar el registro de Arturo Montiel en el primer lugar de las listas de candidatos a senadores por el principio de representación proporcional que registraría el PRI a efectos de integrar la LX Legislatura federal.
• Quinto, Roberto Madrazo se comprometía a impulsar la candidatura de diputados federales por el principio de mayoría relativa, propuestos por la expresión de Arturo Montiel en 33% de los 300 distritos electorales uninominales por el principio de mayoría relativa; 33% de los primeros 10 lugares en las listas de candidatos a diputados federales por el principio de representación proporcional de las cinco circunscripciones plurinominales; 33% de candidatos a senadores por el principio de mayoría relativa, y 33% de los 10 primeros lugares de la lista de candidatos a senadores por el principio de representación proporcional.
• Sexto, Roberto Madrazo se comprometía, si asumía la primera magistratura del país, a integrar en su gabinete legal a tres secretarios propuestos por la expresión de Arturo Montiel.
Estos acuerdos fueron firmados por Roberto Madrazo y Mariano Palacios Alcocer, presidente del CEN priista, teniendo como testigos a Manuel Gurría y Manuel Cadena. Como referí antes, ninguno de esos compromisos se cumplió. Los cinco primeros porque simplemente Madrazo incumplió, como es su costumbre; y el sexto, porque perdió catastróficamente las elecciones presidenciales, aunque estoy seguro de que tampoco lo habría cumplido. A pesar de que Mariano Palacios Alcocer no sólo atestiguó el acuerdo, sino que se comprometió a ser el garante de su “estricto” cumplimiento, no lo logró o no quiso hacerlo. En conclusión: no hubo un cumplimiento de los acuerdos y se marginó de la campaña presidencial a una gran parte de los liderazgos políticos y actores representativos del priismo nacional.
Roberto Madrazo ha sostenido que tuvo encuentros conmigo, uno de ellos en casa de Natividad González Parás, donde Rodríguez Barrera mencionó que se corrían rumores de que alguno de los precandidatos estaba involucrado en casos de corrupción. Ese encuentro nunca sucedió. Al respecto, habría que hacer algunas precisiones sobre las diversas etapas en que los gobernadores priistas dialogábamos y definíamos posiciones ante la presidencia del CEN del PRI. Esta práctica se consolidó a partir de 2000, con la pérdida de la Presidencia de la República. Entonces nos planteamos como preocupación central lograr una cohesión interna que permitiera, por una parte, definir el papel de los gobiernos estatales priistas ante el gobierno encabezado por Vicente Fox, lo cual dio origen al Foro Nacional de Gobernadores priistas; por otra parte, iniciar una reflexión
Para realizar las declaraciones que desde Coahuila hice al periodista Joaquín López Dóriga, en las que señalé la participación de Madrazo en las filtraciones al señor Víctor Trujillo, no necesité de la asesoría de nadie, ni en particular de la maestra Gordillo, quien ya con anterioridad y de manera directa había hecho diversos señalamientos sobre sus diferendos con Roberto. Lo hice consciente y vehementemente, nadie meció ninguna cuna.
Cuando Roberto Madrazo fue nombrado candidato del PRI a la Presidencia, Bernardo Gómez nos invitó a desayunar en su casa. Bernardo buscaba reconciliarnos. Asistí, pero no tenía por qué reconciliarme con una persona que me perjudicó y dañó mi carrera política. No tenía rencor, pero tampoco tenía deseos de hacerle el juego a un hombre con el cual no se podía conciliar nada.
La situación para mi familia era muy complicada y decidí marcharme a París. Ahí permanecí siete meses, hasta que decidí volver para dar seguimiento directamente a las investigaciones, a las averiguaciones judiciales, y seguir aportando pruebas de mi inocencia. l
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