WASHINGTON.- En la frontera norte de México hay cientos de narcofosas con miles de cuerpos dentro, declaró al periodista Charles Bowden un antiguo gatillero del cártel de Juárez en una serie de conversaciones que recoge el libro El Sicario: The Autobiography of A Mexican Assassin (El Sicario: La autobiografía de un asesino mexicano), que comenzará a circular en Estados Unidos a partir del 14 de junio, editado por Molly Molloy.
El entrevistado vaticina que Felipe Calderón perderá la guerra que emprendió contra las bandas del crimen organizado; además, denuncia que el alcalde de Ciudad Juárez está coludido con el narcotraficante que se adueñó de esa plaza.
El protagonista del documental El sicario room 164, filmado por Gianfranco Rosi en colaboración con Bowden (Proceso 1788), insiste: “Bueno, digamos que hay por lo menos 100 narcofosas, de las cuales posiblemente sólo cinco o seis han sido descubiertas”.
Expolicía con formación universitaria, afirma haber sido entrenado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) y que durante 20 años fue matón a sueldo para el cártel de Juárez. Su relato se condensa en 224 páginas del libro de la editorial National Books.
Las revelaciones de El Sicario, hechas en abril del año pasado, cobran actualidad a la luz de los hallazgos de la narcofosas en San Fernando, Tamaulipas, al tiempo que desnudan la corrupción gubernamental y la impunidad de que gozan los criminales y aun las tropas inmersas en la lucha militarizada lanzada por Calderón contra los cárteles de la droga.
“El lector no está mirando de frente al rostro del sicario sino a la cara del verdadero Estado mexicano. En este lugar nadie pregunta si un policía es corrupto u honesto, si un asesinato será investigado; aquí nadie pide justicia, simplemente busca sobrevivir.
“En este mundo las declaraciones de los presidentes de Estados Unidos sobre México no significan nada porque insisten en hablar de un México que no existe y que nunca ha existido”, escribe Bowden en el prefacio de la obra, que National Books envió a Proceso de manera anticipada.
Y aun cuando el volumen incluye partes sustantivas del documental de Gianfranco Rosi exhibido en salas europeas desde febrero pasado, contiene los detalles del entrevistado en las que explica por qué considera que el narcotráfico tiene el control del país.
“El presidente Felipe Calderón tiene un problema muy serio: dentro de su gobierno hay informantes de las organizaciones del tráfico de drogas; él no va a poder limpiar la casa. En el gobierno hay gente que tiene años de haber sido corrompida por el narco”, comenta El Sicario.
Y aventura un diagnóstico: “Calderón no ha entendido cómo debe afrontar la situación el gobierno. Él está favoreciendo a un cártel, mientras otro simula una guerra. Calderón no va a poder resolver esta situación en un sexenio. Ojalá se compongan las cosas, pero (pienso que) tendría que limpiar todo, comenzando por la Presidencia”.
Las revelaciones
Dividido en siete capítulos: “El yugo”, “El paquete”, “Niño”, “Adolescente”, “Hombre”, “Niño de Dios” y “Sistema y la Vida”, el libro documenta la forma en que el entrevistado –quien afirma que en 2007 tuvo que huir de México– aprendió a asesinar, torturar y desaparecer a sus víctimas. También insiste en que el narcotráfico se enquistó en todos los niveles de gobierno mexicano.
Sobre las narcofosas, El Sicario es enfático: “No puedo decir con precisión cuánta gente fue ejecutada… Es imposible saberlo. Yo estuve una vez en la ejecución de 100 personas. Todas fueron enterradas en un lugar específico; pudieron ser miles las ejecuciones.
El cártel de Juárez tiene muchas casas de seguridad y muchas personas bajo su mando. En los lugares que han sido descubiertas (las fosas) se encontraron 30 o 40 cuerpos; en algunos sólo 10, aunque los sitios con menos muertos son casas de seguridad”.
Expone también que, para eliminar el olor de la descomposición de los cuerpos, “es necesario ponerles jugo de limón y otros químicos. Se les quita la ropa y todo lo que lleven encima para que no quede rastro y para que no sean localizados”.
El Sicario, por cuya cabeza sus antiguos compañeros ofrecen 250 mil dólares de recompensa, sostiene que algunos militares, policías federales, estatales y municipales conocen la ubicación de las narcofosas, pues llegaron a participar en las ejecuciones.
Conocedor de los entretelones del narcotráfico en las plazas del norte de México, El Sicario critica abiertamente la lucha militarizada de Calderón: “El presidente de México dice: ‘Yo tengo el control…’, pero el nivel de corrupción es tan alto que el gobierno no puede ser controlado. Lo que pasa es que son los narcos los que están controlando al presidente”.
Al resumir su carrera en el cártel de Juárez pone énfasis en la presunta relación del capo Vicente Carrillo Fuentes con el alcalde de Ciudad Juárez, el priista Héctor Murguía Lardizábal.
En la parte final del libro, Bowden y Molloy escriben que así respondió El Sicario “a la pregunta sobre el resultado de las elecciones (del 4 de julio de 2010) en el estado de Chihuahua y el subsecuente asesinato de un funcionario en Ciudad de Juárez”.
“Dios nos bendiga.
“Por desgracia la gente de Juárez decidió votar otra vez por el canguro, por no llamarlo como debería llamarlo; una rata que camina en dos patas...
“Su grupo sufrió dos o tres golpes antes de que asumiera el poder, pero eso no fue más que un recordatorio de quién le está pagando y que será mejor que obedezca. Esto parece ser lo que está ocurriendo, con esta elección habrá otros tres años de abusos con impunidad total. Los criminales se estarán reorganizando dentro de la policía, todo en secreto, igual que antes, cuando él manipuló a la policía municipal de Juárez.”
El entrevistado también habla del presunto asesino del dentista y columnista de El Diario de Juárez Víctor Manuel Oropeza, ejecutado el 3 de julio de 1991 dentro de su consultorio y cuyo caso no ha sido resuelto: “Recuerdo muy bien lo mucho que se habló de este asesinato. La orden directa (de matarlo) provino de un tipo conocido como El Cora de Sinaloa”.
Oropeza, quien publicaba su columna A mi manera, fue el primer periodista que denunció los casos de corrupción por narcotráfico en el gobierno estatal y municipal de su estado. Según El Sicario, Oropeza estaba muy bien informado y lo que escribía en su columna era verídico. Admite incluso que el cártel de Juárez nunca descubrió quién era su fuente.
“Ninguna de las células que operaban en la ciudad en esos años quería involucrarse en el caso. Pero había un grupo de cinco individuos bajo la dirección del Cora, que se dedicaban exclusivamente a ejecutar a gente en las calles. Este grupo asumió la orden. Hicieron un plan y ejecutaron al doctor” en su consultorio, añade.
No obstante, dice, “El Cora y sus hombres cometieron un error muy grave: se les olvidó llevarse la billetera del dentista”. Eso echó por tierra el plan, que era hacer creer a las autoridades que Oropeza había sido acuchillado durante un asalto.
“Al final, el asesinato del doctor sirvió para abrirle el camino al Señor de los Cielos, Amado Carrillo Fuentes, quien se convirtió en cabeza del cártel y asumió el control de la plaza de Ciudad Juárez”, subraya El Sicario.
Según él, Amado Carrillo supo calmar las disputas internas en la organización luego del asesinato de Oropeza. Por esas fechas, El Sicario acababa de iniciar su carrera como policía estatal. Relata que fue a él a quien le pidieron esconder a “uno de los policías estatales que fue implicado en el homicidio (de Oropeza)”.
Las confesiones
En la introducción del libro, Molloy escribe que El Sicario comentó que “el número 10 (del cártel de Juárez) fue quien dio la orden para ejecutar a los 16 jóvenes en la masacre de la colonia Villas de Salvárcar, el 31 de enero de 2010”.
“Hasta hace unos años los narcos respetaban la vida de las mujeres y de los niños; pero desde hace como un año y medio (inicios de 2008), parece que esa regla dejó de funcionar. ¿Por qué? Porque los narcos comenzaron a reclutar a mujeres para que se dedicaran a cobrar deudas. Y ellas comenzaron a utilizar a los niños como escudos para protegerse”, refiere.
La autobiografía explica el modus operandi de los grupos especiales de sicarios dentro de los cárteles de la droga, a los que también se les conoce como células.
–¿Cuántas células operan en Ciudad (Juárez)? –se pregunta El Sicario, e inmediatamente se responde:
–En años recientes ha habido alrededor de… puede que tenga cinco células trabajando en Ciudad Juárez. Don Vicente (Carrillo Fuentes), tomando en cuenta que él es la cabeza de la plaza, ha de tener 20 células.
La relación entre los cárteles de la droga y las fuerzas de seguridad de México es descrita por El Sicario de distintas maneras a lo largo del libro:
“En ese tiempo era muy fácil para mí trabajar en Juárez, Chihuahua, Sinaloa o Durango. Todo lo que teníamos que hacer era llegar a un aeropuerto, subirte al avión e irte. No era ningún problema. Las armas y el dinero en efectivo también se transportaban en aviones privados. En el aeropuerto todo ya estaba arreglado; en los aeropuertos el Ejército se hacía cargo de todos los vuelos privados. De los vuelos comerciales se hacía cargo la Policía Federal Preventiva...”
Según El Sicario, en el gobierno federal hay funcionarios que no se dejan corromper por el narcotráfico. Es el caso, dice, de José Luis Santiago Vasconcelos, quien falleció junto con el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, en un avionazo en la Ciudad de México el 4 de noviembre de 2008.
“Era respetado incluso dentro de los cárteles. Cuando iniciaba una investigación, incluso era una prioridad para los cárteles; se hacían a un lado y le deban espacio para que hiciera su trabajo… Era un hombre humilde, dedicado a su trabajo y a su familia. Me hubiera gustado conocerlo.”
Molloy, quien editó el material contenido en el volumen, es investigadora de la Universidad de Nuevo México y se ha dedicado a recabar información sobre los asesinatos en Juárez. Bowden, periodista y escritor, es autor de libros como La ciudad del crimen y Blues para caníbales.
http://www.youtube.com/watch?v=uylhdcRsw3Q
Una fuerte denuncia de los métodos de tortura, asesinato y reclutamiento de los cárteles mexicanos y la acusación de complicidad de autoridades con el crimen organizado, centran el documental "El sicario room 164", realizado en 2010.
"No hay fronteras para el narco: ni en México, ni en Estados Unidos, ni en Colombia, ni en Costa Rica, ni en El Salvador. El narco puede comprar todo, paga policías, paga aduanas, paga migración. ¿Qué tan difícil es, si mueven y mueven toneladas de drogas, mover a una persona?"
Esta es una de las confesiones que el sicario narra encapuchado frente a la cámara en la habitación número 164 de un motel no revelado, en un lugar cercano a la frontera de Estados Unidos con México, escenario de hechos criminales en los que el testimoniante participó.
La cinta fue realizada por el escritor y periodista estadounidense Charles Bowden y el cineasta italiano Gianfranco Rosi, cuyos detalles fueron revelados en la más reciente edición de la revista mexicana Proceso, en una entrevista realizada a Bowden, quien facilitó a su entrevistador una copia del documental.
A través de la producción audiovisual, el sicario explica en detalles las técnicas de tortura, secuestro o asesinato en una especie de manual para aprender cómo practican esas actividades los grupos criminales, expone la revista.
La profesionalización de un sicario, hasta su educación universitaria en la mayoría de los casos, es una inversión que hacen los jefes de los cárteles de la droga para contar con asesinos efectivos y discretos, asegura el asesino en la reseña publicada por Proceso.
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http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id...
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